De todo se cansa uno: de sus vicios, de sus aficiones, de sus libros, de su cuerpo, de su comida favorita, incluso de la música, pero de contemplar las estrellas, el mar y el fuego jamás se cansa uno. Al menos yo no me canso. Las estrellas, porque me precedieron y me sucederán y me dan la medida exacta de mi pequeñez (no me caben en la cabeza) y de mi grandeza (puedo pensar en ellas, pero ellas no en mí). El mar, porque siempre está más bajo que yo, pero es mucho más profundo y porque me ofrece mejor que ningún otro paisaje la inmensidad del horizonte y porque calma y cura con sus olas y su fragancia azul. Y el fuego, porque danza impredecible y sinuoso y todo lo transforma y de él todo proviene y todo en él se convierte.
Al menos yo, cuando estoy frente al mar, frente a una chimenea o bajo el cielo en una terraza, no siento la necesidad de hacer mil cosas, como en mí es habitual, sino que, cuando quiero darme cuenta, llevo una hora allí sentado, con el corazón en un sitio, la cabeza en otro, y los sentidos en el mar, el fuego y las estrellas.
Aunque su principio señalado fue el agua, a Tales le fascinaba la contempalción de las estrellas. Luego, el gran Heráclito (¿no te parece, querido Jesús, que tuvo que ser un tipo al que mereciera la pena conocer?) nos habló con pasión sobre el fuego. ¡Ay, qué grande fueron nuestros viejos griegos!
ResponderEliminarUn abrazo, querido amigo.
Fe de erratas: "qué grandes"
ResponderEliminarEn estos griegos nuestros estaba yo pensando cuando escribí esa entrada y, ahora que lo dices, ellos debían pensar que estábamos hechos de agua, fuego y estrellas. Heráclito era un tipo lúcido, pero a mí quien me parece lúcido es Anaximandro, con su ápeiron, pero creo que poca gente lo ha entendido. Un abrazo, querido Juanma
ResponderEliminar"Pues mutuamente se dan justa retribución por su injusticia según el decreto del tiempo"...grande Anaximandro.
ResponderEliminar(puedo pensar en ellas, pero ellas no en mí)
ResponderEliminarEs una variación sobre San Agustín y el abismo del hombre, que está muy pero como muy bien, ¿es original? Si lo es tienes un aforismo excepcional.
Pues no se me había ocurrido que fuera un aforismo. Es una reflexioncilla que me hago muchas veces: ellas son la más indiferente lejanía, incomprensibles, lejanas, ajenas a mí, ignorantes de mi existencia y de todos los piropos que les han arrojado los poetas. Un abrazo
ResponderEliminarDe una cosa nunca me canso tampoco: de mirar con ojos infantiles lo que me rodea.Me encantan los atardeceres en mi calle,ya que no tengo mar( tengo río cerca, algo es algo), me encantan las gamas de rojos, rosáceos y violáceos que se mezclan mientras el sol se esconde por detrás de los edificios y los árboles que asoman entre un paisaje tan poco natural. El río se encarga de reflejarlos.Y si llueve, la mezcla de colores y olores me deja callada y como ida.
ResponderEliminarQué fácil es buscar la naturaleza de andar por casa para alcanzar la paz...
Saludos
Este comentario es una buena entrada para tu bitácora.
ResponderEliminarEntra en mi blog y al final verás uno de los atardeceres de los que te hablo...
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