Mira mis ojos, dijo la novia después de maquillárselos. Mírame a los ojos, dijo la madre para comprobar si su hijo mentía. Mírame los ojos, le dijo para que le quitara la mota. Mírate en mis ojos, dijo el amante narcisista.
2. En un universo material como este la idea de espíritu es la única con todos los puntos para no ocurrírsenos y, sobre todo, para no convertirse en la que más nos identifica.
3. Conocer algo es tenerlo sin llevarlo encima. Milagro tal solo podría obrarlo un fragmento del universo que, a la vez, no fuera un fragmento del universo. Qué híbrido tan imposible.
4. Entiendo el mundo con aquella parte que no es totalmente suya. ¿Serás tú, alma mía?
5. Hemos brotado aquí por casualidad. Pero hemos puesto nombre a las estrellas.
6. Sea o no la razón un accidente cósmico, nos ha convertido en lo único que no lo es: aquello que existe sabiéndolo y queriéndolo.
7. Si no existiera nada, dos más dos seguirían siendo cuatro. La razón, no el universo, es el gran misterio.
8. Podrá desaparecer absolutamente todo, pero Héctor y Aquiles seguirán enfrentándose en el canto XXII de la Ilíada.
9. Con sus místicas alas, las palabras nos llevan al sitio y momento que ellas señalan, sin cambiarnos de sitio ni de momento. Nada en el mundo tiene tanto poder.
10. Cuando Tales midió a partir de su sombra la pirámide de Keops, midió sin saberlo el universo entero.
Pero ¿quién fue el poeta humorista al que se le ocurrió la expresión de “se me ha ido el santo al cielo”? Parece inventada en un mundo donde cada uno de nosotros va por la calle sosteniendo en la mano la talla de un santo, que puede ser el santo de su nombre o el santo de la familia, y entonces, en un descuido nuestro, el santo hace lo que hacen los santos: tirar para el cielo. Y, claro, como eso nos deja desamparados y perdidos en el mundo, hay que dar un salto y agarrarlo por el pie y bajarlo a la tierra, antes de que se nos escape otra vez.
1. El premio a la secuoya más alta es una nube que siempre está a un palmo de su copa.
2. A los dioses los encuentra no quien corona la cumbre sino quien se adentra en la niebla.
3. De lo que ya sabemos cómo es ¿para qué hablar tanto? Mejor hablar de lo otro.
4. El hombre de acción nada de frente para ver el horizonte; el contemplativo nada de espaldas para ver el firmamento.
5. Hay dos tipos de monstruos: los que combaten su fealdad rodeándose de belleza y los que combaten la belleza rodeándola de su fealdad. Y dos tipos de héroes: los que salvan a los primeros con un beso y los que nos salvan de los segundos con una espada.
6. Un milagro no es una suspensión de lo natural, sino una manifestación de lo sobrenatural.
7. Al final todas las músicas, menos la de las esferas, acaban cansando.
8. La gracia es el azar que no respeta sus reglas.
9. Todo es casualidad, pero el cielo la aprovecha para la providencia.
10. Al final todas las músicas, menos la de las esferas, acaban cansando.
Engolado y campanudo, qué buenas dos palabras. ¿A quién se le habrán ocurrido? Son tetrasílabas, como corresponde a la gente engolada y campanuda. Esa secuencia –gol- dicha con la boca redondeada es de gente muy engolada, y la U de campanUda, ¿no tiene un eco de gente que se cree muy importante? Los fonemas están cargados de fuerza expresiva porque no son sonidos accidentales que se nos han ocurrido, sino que son producidos por unos órganos cuya función exclusiva es hablar, y he aquí que esos órganos están el cuerpo de la única criatura de la tierra que sabe poner nombre a las cosas del universo. El universo entero, con su potencial sonoro y su forma de ser, está vibrando en ellos. Chispean las estrellas cada vez decimos su nombre.
He disfrutado leyendo Éter (edit. Apeadero de aforistas), el último libro de aforismos de Demetrio Fernández Muñoz. No son aforismos en el sentido de sentencias con un sentido cerrado e independiente de las otras; más bien fragmentos de greguerías, o apuntes para poemas, o esos fragmentos misteriosos en que nos han llegado las iluminadas revelaciones de los primeros filósofos, que escribían en verso. ç
La estructura del librito está muy elaborada, con aforismos encadenados unos con otros por el uso de una misma palabra, y cada parte lleva uno de los cinco nombres con que el griego antiguo, y eterno, se refería al amor. El título mismo, Éter, parece referirse al quinto elemento, el que había entre las estrellas, el que expiramos al morir, el que nos permite tener en este cuerpo viviente una chispa de logos que nos conecta con el Logos cósmico.
Abundan los aforismos que usan como recurso la antítesis luminosa, aquella que es más que un juego, aquella donde la aparente contradicción da lugar a un equilibrio de contrarios. He aquí una gavilla de esos aforismos concienzudamente fragmentarios:
No sólo como el cese del movimiento visible, sino como el inicio del movimiento invisible, y por eso no se limita a dar fe, como un notario, de lo que se ve por fuera, con un simple: «El guerrero murió», sino que, como un poeta, nos revela también lo que pasa por dentro: «y su alma salió de sus miembros llorando, porque dejaba un cuerpo vigoroso y joven», ¿o acaso se podría expresar sin tanto dinamismo ese hito de nuestra existencia en que un poder que desconocemos irrumpe en nuestro templo viviente y nos exilia hacia no sabemos dónde? Del mismo modo que, cuando vimos arder Notre Dame, veíamos también la belleza salir llorando de las llamas, porque el soporte donde ella habitaba se venía abajo, así también Homero ve el alma huir llorando del cuerpo cuando cae el templo donde ella habitaba; no es la imaginación quien le ha sugerido esa imagen tan dinámica, sino la lucidez.
El primer año que di clase, puse en un examen esta frase: Romani manducabant in tricliniis, y los alumnos me preguntaran qué significaba tricliniis, y les dije que significaba triclinios y, como no sabían lo que era, puse en la pizarra: triclinium, triclinii: triclinio, sofá. ¡Y ese fue mi error: el anacronismo de sofá! Porque luego en el examen todos dejaron a un lado el triclinio y optaron por el sofá, eso sí, con el plural mal puesto. Me dijeron que los romanos comían en los sofares, sofanes, sofales, sofases, sofades, sofaces, pero ¡nadie me dijo sofás o sofaes!
Y me gustó mucho comprobar cómo los hispanohablantes no acabamos de entender que un sustantivo acabe en vocal aguda e instintivamente le ponemos una de esas consonantes.
Si la arena de la playa fuera blandita como un colchón de pluma y el mar tan inocuo como una piscinita, ¿para qué iban a tomarse el trabajo dos amantes de buscar una playa solitaria? Total, sería una experiencia tan fácil e interesante como mascar chicle. Mejor quedarse en casa, que está más cerca. La playa solitaria sólo será una inmensa alcoba y les inspirará versos rubios como la arena si es un objetivo difícil de alcanzar, si las olas son espumosas y capaces de derribarlos, si la arena les quema los pies y tienen que correr a abrazarse bajo la sombrilla: la arena ardiente, las olas gigantes, tenían como objetivo que se comieran a besos.
Si existe “machorra” aplicado a una mujer, ¿por qué no “hembrorro” aplicado a un hombre? Se me ocurre la siguiente explicación: porque el sufijo –orro suena bruto y masculino de por sí, y por eso le cuadra “machorra” a una mujer muy masculina, pero no “hembrorro” a un hombre muy femenino.
REGISTRO DE MÍNIMOS, de Juan Alcaide Rubio (Númenor)
He disfrutado mucho leyendo el primer poemario de Juan Alcaide Rubio. Es la poesía de un hombre hecho al campo, a la luz, a los pájaros, a la gratitud. Se nota que ha nacido poeta (Nascuntur poetae, fiunt oratores). No desafina ni una sola vez y sigue la estela de los grandes, como el Cisne de Fontiveros y Gustavo Adolfo Bécquer. Precisamente el poema «La escala» tiene la misma estructura métrica que el célebre «Yo sé un himno gigante y extraño/ que anuncia en la noche del alba una aurora»: una alternancia de decasílabo con acento en la tercera y sexta sílaba y de dodecasílabo con acento en la quinta, octava y undécima sílaba; el resultado es un ritmo complejo, pero envolvente y refinado que los pocos poetas que lo conocen suelen evitar porque les suena demasiado a Bécquer; sólo un poeta con oficio e inspiración logra salir indemne de la prueba, como es el caso de Alcaide Rubio, que ha escrito un estupendo poema que no suena a Bécquer, sino a él.
Poemas como el Obsequio, Misterio, Buenos días, Madrugada, Leona de campiña, Noche extraña, Aprende a silbar… son suficientes árboles para decir que Juan Alcaide ha escrito un primer buen libro. Pero hay un poema magistral, «Verdón», que echa a volar todo el libro. Yo soy amigo de todos los poemas donde salen pájaros y me habría encantado escribir ese poema. Un pájaro es un chispazo de misterio y de belleza que cuando trina nos deja con unas ganas tremendas de traducirlo, pero luego se nos va volando y por eso nos cuesta tanto decir algo que no sea sólo el nombre del pájaro y su color y el momento sagrado que nos ha regalado; pero Juan Alcaide ha dicho todo lo que tenía que decirse de ese verdón. Para eso está la poesía, para que una criatura pequeña tan grande como el verdón siga cantando para siempre en un poema.
Hoy una alumna me ha enseñado su cuaderno de palabras bonitas. Es un librito en blanco, de pasta dura, donde ella va anotando las palabras que lo merecen. Tenía anotadas sólo dos por el momento: pusilánime y enclenque. Había escogido, sin darse cuenta, dos palabras complementarias: la primera significa escaso de ánimo y la otra escaso de carnes. Las dos palabras la habían llamado a ella para que las apuntase. Le dije que tenía alma de filóloga y, añado ahora, de poeta, pues sólo los poetas tratan a las palabras como a las cosas mismas.
Y le sugerí una nueva palabra: tiquismiquis. ¡Esas íes tan pusilánimes y enclenques qué bien se prestan para los puntillismos y naderías! Si dijéramos tocosmocos no podría significar lo mismo.
Estaba explicando a mis alumnos de griego que Sófocles pasó por una época de estilo ampuloso, y les pregunté si sabían qué significaba la palabra, y me dijeron que no, pero todos coincidieron en que parecía significar "rimbombante" o algo así. Y es que los fonemas de esa palabra tienen algo que invita a pensar en pompas y bombos y engolamiento.
¿Y qué decir de TORBELLINO? Viene de TURBARE. No me digáis que ese TOR no te avisa de que vienen tormentas.
Un abrazo a todos
En la final del festival de Benidorm 2025 de ayer destacaban, a mi parecer, dos buenas canciones: RAGGIO DI SOLE, de Mawot, que es un trallazo de belleza y optimismo, y sobre todo TE ESCRIBO EN EL CIELO, de Lucas Bun, que es y será siempre sublime.
Mawot fue como un niño grande entre adultos, y Lucas Bun fue el patito feo: un cisne que ni el jurado ni el público supo valorar. Cantó un poco nervioso, pero eso añadió belleza a su actuación. Además, no dio ni una falsa nota.
De todos modos, me alegro de que ganara Melody. Es profesional, canta bien, y está orgullosa de representar a España.
Catulo es uno de mis poetas favoritos, así que cuando Rosario Guarino me invitó a participar en el libro BESOS PARA CATULO, CLXXI VERSIONES DEL CARMEN V, me puse a ello, y esta es, pues, mi contribución.
La letra de esta canción se me ocurrió durante un sueño en que vi a mi ángel. Al despertar, sólo recordaba los dos primeros versos y, tres meses después, vinieron los siguientes. Ojalá te sirvan para dedicárselos también al tuyo. Ex corde, Jesús Cotta, Magister Calvus
Me tengo que esforzar por no abusar en mis descripciones del verbo «cimbrear». Es que es tan sonoro, tiene tantas curvas y volúmenes… El viento que cimbrea los cipreses tiene algo de cortinaje de aurora boreal invisible.
¿Y no es tremenda la palabra «contumaz»? Esas dos vocales posteriores átonas que acaban de pronto en una tónica con la vocal más grande y abierta que existe parece referirse a una persona que da un golpe en la mesa y grita: «¡Yo más!»
¿Y qué me decís de ruibarbo? ¿A quién se le ocurre dar ese nombre a una verdura? ¡Pero si tiene nombre de pescado, en concreto, del barbo, pero un poco más señorial, más Cid Campeador!