viernes, 6 de julio de 2012

Hasta pronto

Yo estoy encantado con esto de programar las entradas. De hecho, esta la estoy escribiendo el 3 de septiembre del 2010, pero la he programado para el 6 de julio del 2012, lo que para vosotros es hoy.

Quiero que esta entrada sea para vosotros como la chica guapa que espera al corredor en la meta con un ramo de flores, una recompensa a todo un curso de trabajo, amor y bloguería.

Por eso, el seis de julio del 2012 encenderé a la Virgen una mariposa de aceite por vosotros, para que ella os regale toda su frescura y alegría, porque me caéis muy bien.

Este verano escribiré muy poco en este cuaderno. Quisiera dedicarme a la poesía y a terminar un libro que me han encargado.

Volveré en septiembre.

Mientras tanto, podéis visitarme en sueños. Cuando son agradables, los tengo abiertos a vosotros, sobre todo los de los viernes por la noche.

jueves, 5 de julio de 2012

Quod scripsi scripsi

Hoy, contra mi costumbre, me limito a poner un enlace por si alguien quiere leer mi antirreseña en Estado Crítico, donde soy colaborador.

Creo que me he pasado, pero lo escrito escrito está.

Feliz verano a todos.

lunes, 2 de julio de 2012

El jacuzzi de Dios

La semana pasada visité el jacuzzi de Dios. El anfitrión era todo luz y gaviotas. Me condujo a través de pinos a una zona de dunas rubias. No me exigió una cuota. Sus instalaciones no tienen botones ni grifos, pero sí la espuma más fresca y efímera, los peces más saltarines, las caracolas más variopintas. 


Y allí me presentó a las olas. Jugué con ellas al pilla-pilla, a bucearlas, a saltarlas, a dejarme arrastrar justo cuando rompen bravas y terapéuticas. Son muy juguetonas las olas.

Me sentí como un Adán recién hecho, al que le van a sacar una costilla esa misma noche. El anfitrión quiso que nadie más que yo estuviera por allí. Sólo pasaron dos caballos sin jinete y al galope. Por la arena, avanzaban algunos escarabajos, que luego se juntaban, yo creía que para pelearse, pero era para hacer otra cosa más bonita.

Luego pasé por la ermita de la Señora de las Marismas y de los Vencejos. Y le di las gracias por tantas mercedes.

Dormí como un bendito esa noche y llevo varios días sintiéndome el huésped más bienaventurado.