viernes, 23 de marzo de 2018

El monaguillo de Santa Cruz y Angelo Branduardi



Ese monaguillo de cinco o seis añitos que, en el momento de dar la paz en la misa, salta del presbiterio para dársela a todo el mundo, es para mí la imagen de lo más bello de la niñez. La capacidad de ese niño para tomarse como algo tan importante lo que para nosotros es más bien una fórmula, la sinceridad con que se la da a todos por igual, igual que Dios que llueve sobre justos y pecadores, la manera que tiene de hacerlo tan auténtica, tan sin cansarse, tan de verdad… eso es lo que salva la humanidad.

Qué pena me daría que alguien lo corrompiera diciéndole: "Niño, no hace falta que le des la paz a todo el mundo, porque hay gente que no la merece, gente que no tiene ganas de darte la mano, gente a la que le parece una estupidez lo que estás haciendo, gente que te da la paz con la misma mano con que roba o golpea…"

Ahora comprendo las durísimas palabras de Jesús contra los que escandalizan a los niños. Ahora comprendo por qué los santos se ríen y saltan y bailan (al menos los santos que me gustan). Porque son como niños. Angelo Branduardi lo canta muy bien.

Para mí lo más importante que va a pasar este domingo es ese niño llevando en la mano la paz para todos sin excepción.

lunes, 19 de marzo de 2018

Padres, hombres con un par

Hoy la figura del padre está muy cuestionada porque es una figura viril, cargada de autoridad e irreductible al igualitarismo sexual. Ahora que el patriarcado es la bestia parda, ser padre y ejercer de tal requiere de tener un buen par de virtudes: la primera es cumplir con el deber de educar y la segunda pasar olímpicamente de modas y presiones sociales anarcoides y hembristas que quieren al padre convertido en amiguito, coleguita o mero expendedor de semen.

Padre solo puede ser el varón: por más mujer que se sienta un hombre, no podrá ser madre y, por más hombre que se sienta una mujer, no podrá ser padre. La naturaleza nos impone ese límite.

El padre o tiene autoridad o no puede ejercer de tal, porque sin ella ni puede alentar contra los impulsos destructivos ni contra el caos del mundo ni educar ni establecer límites ni celebrar los logros. En mi opinión, el padre que hace de amigo y no de padre no puede realizar todas esas funciones.

En mi experiencia puedo decir que agradezco infinito que mi padre y mi madre hayan asumido en mi educación papeles distintos: la naturaleza los hizo distintos y me ofrecieron de la vida y del ser humano facetas y visiones y referencias distintas que me han enriquecido.

Padres, os animo en vuestro día a serlo con orgullo, amor y legitimidad. No somos imprescindibles, pero sí insustituibles. Ni seáis como Murdstone, el padrastro de David Copperfield, preocupado tan solo, y sin amor, por la disciplina y la compostura del niño, ni el padre de Pippi Calzaslargas, preocupado tan solo por que la niña fuera feliz y no buena y, ausente siempre, le dejó en la casa una bolsa de dinero y caramelos. Estad al pie del cañón hasta que la muerte os abata. Sed, como en Roma, el sacerdote doméstico que realiza los sacrificios en casa; sed quien bendice la mesa; sed quien lleva a hombros a los niños.

lunes, 12 de marzo de 2018

Censuras encubiertas

Una vez me entrevistaron en una televisión local por un libro mío y aprovecharon para que yo abriera el siguiente programa, que consistía, entre otras cosas, en preguntar a los viandantes qué hacían cuando estaban agobiados. Hubo de todo: yoga, sexo, alcohol, llamar a la madre… pero una señora dijo “rezar”. Al final televisaron todas las respuestas, menos la de rezar, supongo que porque no les pareció interesante o laica o políticamente correcta. Me pareció muy triste que aquellos periodistas jóvenes comenzaran a censurar con tanta naturalidad y que no tuvieran reparo alguno en decírmelo, como si dieran por hecho que yo iba a participar de sus prejuicios.

lunes, 5 de marzo de 2018

Paz interior

Vive solo. Está cachas. Solo come atún y arroz. Vive para mantener esa musculatura. Le encanta lucirla en la playa. Está acomplejado porque piensa que la tiene muy chica y por una cicatriz que le afea los impresionantes pectorales. Gana un buen sueldo y me ha dicho que no es feliz.

Entre copa y copa (y todo en un inglés chapurreado), este ha sido mi consejo: "No busques la felicidad, sino la paz y, para la paz, es importante, después de las pesas, encender una vela y hablar con Dios diez minutos para darle y pedirle gracias; si crees que no existe Dios, cierra los ojos igualmente y llénate de gratitud y amor por cuanto te rodea, y hazte el firme propósito de evitar el dolor a tu alrededor. Mira, en fin, la maravilla que hay dentro de ti para salir un poco de ti y volcarte un poco más en los demás".

Qué bien me salió el consejo y qué poco me lo aplico.

jueves, 1 de marzo de 2018

Discriminaciones buenas y malas

Unas discriminaciones están muy mal vistas e incluso penadas, y otras, sin embargo, gozan de indulgencia o buena prensa.

Hoy, en Europa, está muy mal visto ridiculizar o rechazar a alguien por ser mujer, negro u homosexual, pero no por ser feo, gordo o viejo; para esos tres casos, la gente no anda pendiente de detectar cualquier comentario ofensivo o acción discriminatoria.

No hay más que ver los comentarios en las redes sociales sobre el físico y los quilos de unos y de otras; o los anuncios publicitarios que ridiculizan o culpan a quien no va al gimnasio o no se opera la nariz o sencillamente come mucho porque le da la real gana; o las ofertas de trabajo donde ese “se exige buena presencia” no significa tanto buenos modales y saber estar como tener buen físico; o la propuesta de algunas compañías de aviones de querer cobrar más a los pasajeros obesos; etc..

¿Por qué es un agravante atacar a alguien por racismo u homofobia, pero no por ser viejo, feo, pijo, pobre o testigo de Jehová?

O se declaran igualmente inmorales todas las discriminaciones o entonces hay que pensar que los que defienden que unas discriminaciones sean agravantes y otras no están buscando crear minorías privilegiadas.