lunes, 27 de septiembre de 2021

Cura de humildad

 

Cuando me presenté por vez primera a las oposiciones, un miembro del tribunal se durmió durante parte de mi exposición, lo que me escoció especialmente.  Aprobé el curso siguiente las oposiciones y solo un año después me llamaron para formar parte de un tribunal de oposiciones. Y he aquí que durante la exposición oral de un opositor me dormí y un compañero me tuvo que dar un par de legitimísimos codazos y, pellizcándome a mí mismo y bebiendo agua, logré mantenerme despierto. 

Todo el resentimiento que guardaba hacia aquel miembro del tribunal que se me durmió cayó sobre mi cabeza como una mancha indeleble de betún que aún no he logrado limpiarme. Igual que los generales romanos en el desfile de la victoria tenían al lado a un esclavo recordándole que era mortal mientras la multitud lo bañaba de vítores, voy a decirle a mi ángel que, cada vez que considere intolerable un defecto ajeno, me recuerde que me dormí durante aquella exposición de un opositor que se estaba jugando su futuro.

jueves, 16 de septiembre de 2021

Digno del barro, en una fuente

Diego, compañero mío en este mester de cuadernos de bitácora, habla de mi libro de poesía Digno del barro con la sabiduría y el vocabulario transparente de quien no es crítico de poesía, sino lector de poesía y buscador de lo poético. Soy seguidor de sus fotografías, llenas de encanto y εὐτραπελία (esa mezcla de buen humor y donaire que los medievales consideraban una virtud) y ha proyectado sobre mí la misma mirada amable que proyecta sobre tantas cosas.

Gracias, compañero de muchas cosas.

Aquí sus palabras.

jueves, 9 de septiembre de 2021

Un mensaje mío desde el más allá

 

Estoy buscando un código de comunicación con los que se queden aquí cuando yo me muera. Pero no sé cuál. Tiene que ser algo que pasa o se ve y que no es muy frecuente pero sí lo bastante como para que se lo puedan encontrar los míos. Pero también tiene que ser algo lo bastante raro e infrecuente como para que los míos lo puedan tomar como una señal mía desde el más allá. Por ejemplo, no puede ser una aurora boreal, porque para verlas hay que irse al norte. Tampoco puede ser una estrella fugaz, porque para verlas hay que irse al campo y allí verán tantas que no sabrán cuál es la mía. Tampoco puede ser un delfín saltando en el horizonte, porque para verlo hay que irse al mar. Y tampoco cosas tan normales como la lluvia, porque no es plan de que los que me quieren se pasen el día pensando que les habla su padre del más allá cada vez que llueve en el más acá. ¿Qué señal rara y a la vez posible puedo concertar aquí con los míos para que la tomen por mía cuando yo se la envíe desde el más allá? ¿Un petirrojo? ¿Una frase en la Biblia abierta al azar? Yo quiero que sea un símbolo que les dé esperanza y les haga saber que no he desaparecido, que hay otra vida y que es mejor que esta. Todo eso les quiero decir, pero ¿cómo? Lo mejor es que sea a través de un sueño, porque, aun siendo frecuentísimos los sueños, casi todos son absurdos y por tanto un sueño que yo mande lo percibirán los míos como distinto. Ahora solo falta que exista un más allá, que allí me dejen mandar mensajes al más acá, que ese medio sean los sueños y que los míos sean capaces de darse cuenta de que me estoy comunicando con ellos.

viernes, 3 de septiembre de 2021

miércoles, 1 de septiembre de 2021

Una bella refutación de Platón, en la poesía de Antonio Barnés

Cualquier buen poema es ya una refutación del platonismo. Y este de Antonio Barnés, de su libro El corazón de la libélula, tiene además el encanto de ser un precioso requiebro. 

La belleza no habita un mundo lejos

ni es un pálido reflejo. 

Tú eres Belleza. 

Y no hay que buscar en otro sitio 

un arquetipo. 

Te ha hecho Dios, 

que no hace copias. 

Se trata de un libro de poesía eléctrica y potente, sin componendas ni ases en la manga. Solo transparencia y una apuesta decidida por el amor. Por si no quedara bastante claro, he aquí este otro hermoso poema suyo:

de repente 

la mujer entra 

conduciendo su silla de ruedas 

la cabeza ladeada 

la sonrisa en los labios 

Quizás ignore 

que su infinita belleza 

ha opacado todo 

todo todo