martes, 30 de septiembre de 2008

A mis hermanos

Mi padre siempre nos controló la televisión. Recuerdo que todos los niños de la escuela hablaban al día siguiente de no sé qué serie televisiva de mayores que nosotros no podíamos ver y yo me moría de envidia. Cuando estrenaron en la tele Los ángeles de Charlie, yo intentaba convencer a mi padre de lo muy conveniente que era la serie porque trataba de ángeles. No coló.
Supongo que mi padre sabía que la tele era como una intrusa en la casa que podía deshacer fácilmente toda la educación que él se esforzaba por inculcarnos. Pero por entonces yo no lo entendía. Ahora soy yo el que controla la tele en casa.
Entre las series que sí podíamos ver estaban El increíble Hulk y La casa de la Pradera. Lo malo es que salían a la vez, una en la uno y la otra en la dos. Los partidarios de la Casa de la pradera argumentábamos que el Increíble Hulk siempre era igual: le hinchaban las narices y él se hinchaba y lo destrozaba todo, pero que la Casa de la Pradera siempre era distinta. Estábamos los hermanos divididos: los dos mayores querían la adrenalina de Hulk, los dos medianos queríamos las mieles de la Pradera, y entonces el trabajo consistía en convencer a los dos pequeños para que se sumaran a nuestro partido y les prometíamos todo tipo de prebendas y privilegios, entre las que estaba, por ejemplo, entregarles nuestra ración dominical de Fanta. Lo horrible era cuando había empate.
En honor de los mayores debo decir que no usaron nunca el argumento de la fuerza. Creían en la democracia.

Ocurrencias felices

En una clase de cuarto de ESO, en la que yo estaba literalmente desesperado, dicté la definición ética de persona, definición de la cual no logro acordarme. Yo les tenía dicho a los alumnos que en los exámenes era una tontería no contestar a una pregunta. Más valía aventurar una respuesta por muy desacertada que fuese, con tal de arrancarle unos decimales al profe. Entonces cayó en el examen la pregunta de la definición ética de persona y un alumno mío llamado Lorenzo y al que tengo un gran aprecio me contestó: "Mamífero invertebrado".
Y aunque me reí con la ocurrencia, creo que dio en el clavo. Por muchas vértebras que tengamos, no sabemos dónde tenemos los ojos de la cara.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Triclinio

En el texto de un examen de latín, puse la palabra "triclinium". Yo ya había explicado varias veces, con mi teatralidad habitual, qué era un triclinium, pero como la mitad de la clase no se acordaba, escribí en la pizarra:

triclinium: triclinio, sofá

Reconozco que lo de sofá no es muy afortunado, pero ese anacronismo me servía para que me entendiesen.
En fin, resulta que casi nadie tradujo triclinio por triclinio, sino por sofá. Como además triclinio estaba en plural, me reí con los plurales que formaban mis alumnos. Hubo de todo: sofanes, sofares, sofaces, sofales, sofades e, incluso, sofames.

domingo, 28 de septiembre de 2008

Frases póstumas

Yo soy muy dado a empezar la clase con una máxima. Lo rodeo de la máxima importancia y de toda la parafernalia, como si esa frase les fuese a salvar la vida. Una vez me dio por poner frases póstumas. Goethe, al morir: "Mehr Licht!" (Más luz). Nerón, al palmarla: "Quis poeta pereo!" (Qué gran poeta muere conmigo). Pues bien, en un examen pregunté qué dijo Augusto al morir. Se suponía que la respuesta era: "Acta est fabula" (La comedia ha terminado). Pues bien, cierto alumno dejó el examen en blanco menos esa pregunta, que contestó así: "Ajjjj". Me reí tanto, que le di un punto por esa ocurrencia que, seguramente, estará más cerca de la realidad que la máxima que yo les enseñé.

sábado, 27 de septiembre de 2008

Toreros y gladiadores


Yo entiendo de toros muchísimo menos que las vacas, pero, dado que mi episodio con los chivos ha suscitado varios comentarios al respecto, no me resisto a dejar aquí mi opinión.

Las luchas de gladiadores eran espectáculos grandiosos y fascinantes: si algo es un espectáculo, es ver a dos pedazos de hombres batiéndose a muerte, bajo unas reglas, con un código de honor y con valentía. Pero eran profundamente inmorales, porque el asesinato de un hombre nunca debe ser espectáculo, arte o belleza.

Ahora la pregunta es: ¿debemos también prohibir que la muerte de un animal a manos de un hombre sea espectáculo, arte o belleza? Yo respondo que sí es legítimo convertir en arte la muerte de un animal, porque abro un abismo entre el valor de la vida de una persona y el valor de la vida de un animal. Un hombre no puede ser matado en nombre del arte, pero un animal sí, porque el arte es más importante que la vida de un animal. Si el toreo suscitase en nosotros crueldad o mezquindad, como ocurre con las peleas de gallos, el toreo me repugnaría. Pero el toreo no suscita en nosotros malas pasiones, sino admiración por la nobleza y bravura del toro, el buempar del torero, su elegancia y un no sé qué ancestral y primitivo de la lucha del hombre contra las bestias y los dragones. Por eso justifico el toreo.

Los antitaurinos se empeñan en afirmar que el toreo no es arte, sino sólo negocio y crueldad. Entiendo que no hay arte ni belleza, sino sólo estupidez y crueldad, en dejar morir de hambre a un perro en una instalación artística, como hizo hace poco cierto peruano. Pero en la fiesta de los toros el hombre y el toro intervienen cada uno con sus propias armas. Que muchos no le vean el lado artístico por ningún sitio no significa que no haya belleza y arte en el toreo. Yo, por ejemplo, me aburro con la ópera, pero jamás se me ha ocurrido decir que no es arte. Me limito a reconocer mi ignorancia y mi falta de sensibilidad y de paciencia para la ópera.

Es cierto que no puedo evitar la compasión cuando matan al toro, pero me puede más la admiración por ese hombre que apunta con su estoque y mata como un valiente. Es un canto al hombre que no humilla al toro: tan sólo lo somete, arriesgándose.
Por eso preferiría ser vegetariano para que por mi culpa no muriese ningún animal a que desapareciera esta fiesta, porque los animales que devoramos en lonchitas han muerto sin posibilidad de defenderse de nuestra cómoda voracidad.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Va por ti, maestro

Hoy, mientras oigo a Manuel de Falla, me he acordado de cierto profesor interino de música que trabajó conmigo en Alcalá de Guadaíra. Era muy mayor y fumaba como un carretero. Era incapaz de imponer disciplina entre los alumnos (en eso nos parecíamos) y los alumnos lo adoraban. Trabajaba para pagar las carreras de sus hijas y los regalos de los nietos. Tocaba la guitarra como un ángel, pero sufría de pánico escénico, y eso le impidió hacer carrera. Su mayor preocupación, sin embargo, no era esa, sino Dios. Acudía a mí muy a menudo a preguntarme como filósofo argumentos racionales para convencerse de que Dios existía. Yo le expuse las vías de santo Tomás y otros argumentos. Era la suya una búsqueda desesperada.
Me enternecía ese hombre bueno que, a esas alturas de su vida, sólo se preocupaba por lo importante.
Va por ti, maestro

jueves, 25 de septiembre de 2008

Una predicción de mi padre

En la época del destape, cuando en nochebuena salían en la tele María José Cantudo y Agatha Lis medio en bolas, jugábamos mis hermanos en la casa a los anuncios. Ganaba quien adivinaba antes la marca del anuncio en cuestión. Mi padre se escandalizaba con la publicidad, que era cada vez más agresiva y descarada. “Ya mismo”, solía decir, “nos echarán a un hombre cagando y limpiándose el culo para que veamos qué bueno es el papel higiénico”. Nosotros nos reíamos de sus predicciones. Las tomábamos como exageraciones visionarias. Pero he aquí que, hace unos cuatro años, vi en un anuncio un hombre cagando. No llegaba a enseñarnos el culo sucio, pero sí que hacía hincapié en lo mal que limpian los papeles normales y lo bien que limpian los suyos y para ello nos mostraba una mano pasando ambos papeles por una superficie sucia.
Supongo que todo el mundo recuerda el anuncio de una niña en un orinal tirándose un pedete, y su perrito se aleja por el pestazo. Y el de una compresa que es capaz de absorber un litro de zumo de melocotón (para mayor realismo podían haber puesto zumo de tomate). O el de la mahonesa en la que un hombre y una mujer danzan al son de una canción que dice “Yo quiero tu salsa. Pues dame tu salsa”. Y en fin.
La publicidad hace tiempo que nos ha acostumbrado a la basura y a la mierda y ya hemos perdido la capacidad de darnos cuenta de que son unos guarros. Papá, acertaste en tus predicciones y te quedaste corto.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Matanza de chivos


Cuando éramos niños, mi hermano Alfonso y yo nos metimos en la casa de un vecino del pueblo a jugar con unos chivos que tenía. Eran las criaturas más tiernas y cariñosas que recuerdo. Pero tuvimos la mala fortuna de que ese día era la matanza y entre dos hombres iban sacando a cada chivo del corral y lo degollaban en nuestra presencia. Los chivos chillan cuando los degüellan y los que quedan vivos se dan cuenta de lo que les espera y se te abrazan desesperados, claman a Dios con sus berridos. Mi hermano y yo no hacíamos más que llorar a cántaros y les pegábamos a esos hombres crueles. Y los hombres se reían de nuestros melindres con esos animales que les daban de comer. Ellos no podían permitirse el lujo de ser compasivos.
A mí me dan una pena enorme todavía esos chivos que ya no existen. La matanza que Herodes hizo de los inocentes debió ser parecida a lo que yo viví. Un niño ofrece casi la misma resistencia que un chivo. Sin embargo, no me gusta que la gente considere a los animales tan dignos como las personas, porque con ello no salvamos a los chivos de la matanza, sino que más bien la matanza de niños se convierte en algo igual de grave que la matanza de chivos y si son igualmente graves, ¿por qué no matar niños igual que matamos chivos? Eso mismo debió pensar Herodes.

martes, 23 de septiembre de 2008

La planta espacial

Les compré en Burgos a mis hijas el año pasado lo que me vendieron por una planta espacial. Es un gurruño de estopa más seco y muerto que una piedra, pero cuando lo pusimos en agua, se abrió al cielo, se puso verde como un ciprés y contento como un prado tras la lluvia y comenzó a echar raíces. Luego lo pasé a una tierra que sólo ha regado Dios durante todo el año. Este verano volví a poner el gurruño en el agua y dado que parecía más muerto y seco que antes, pensé que le había llegado la muerte definitiva. Pero la planta espacial volvió a abrirse y a reverdecer. Para mí es casi tan asombroso como la resurrección de un muerto. Aun cuando en la Tierra sólo lloviera una vez cada milenio y el único ser vivo fuese esa planta seca que sólo resucita con esa lluvia, la vida no deja por ello de ser un milagro sorprendente: casi todo en el universo está muerto y por eso lo vivo me impresiona tanto.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Cuando la naturaleza deja de ser un criterio

En un relato de Lem, sale una sociedad humanoide tan avanzada que sus habitantes pueden elegir la forma corporal que prefieran. Pueden ponerse crestas, cola, alas, cuernos, dos o tres cabezas, tener incluso forma de mueble. La gente compite en adoptar las formas más extravagantes y llamativas. Me pregunto si entonces estar apegado a la forma humana sería algo reaccionario y anticuado. Veríamos una foto de Marylin Monroy en pelota y diríamos: "¡Qué primitiva, qué poca imaginación! Mira que dejarse dos tetas, con la de posibilidades que hay entre floripondios, ramas, aletas, escamas y púas de erizo." Llegaría un momento en que la gama de camas y comidas sería infinitamente variada. Ya los niños no comerían pasta, pizza o hamburguesa, sino tuercas, gallinas vivas y gusanos, según si sus cuerpos se parecieran a una trituradora, una boa o un pájaro.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Niños militares en Venezuela

Leo en la prensa que en Venezuela un teniente de la reserva ha requisado la capilla Jesús de la Divina Misericordia para entrenar militarmente a niños de ocho a catorce años. ¿No le podía enviar Dios a Chávez unas cagaleras para que se muriese sepultado en su propia hez?
A propósito de esto, le tomo prestada una reflexión a Raimundo, un chileno que he conocido gracias a esta bitácora. Raimundo afirma que el cínico hace el mal y alardea de ello, mientras que el hipócrita lo hace y no alardea. De aquí deduzco yo que, aunque tendemos a considerar mejor al cínico por eso de que al menos es coherente, es menos malo el hipócrita, que al menos no hace apología del mal que practica. Ser coherente en el mal, como hacen los cínicos, es ser doblemente malo.
En este esquema, ¿dónde encaja Chavez? (que conste que me atrevo a hablar contra él no porque yo sea un valiente, sino porque no vivo en su país) Es un cínico hipócrita, porque no sólo alardea de las barbaridades que perpetra, sino que las disfraza de bien.
Gracias, Raimundo, por tu reflexión

sábado, 20 de septiembre de 2008

De lo extraña que es la naturaleza


Leyendo la Ética de los cuentos de hadas de Chesterton he descubierto que las leyes naturales son de lo más sorprendentes y extravagantes. Por ejemplo, todos vemos como lo más normal del mundo que las cosas se caigan para abajo y no para arriba y que las aves vuelen y pongan huevos, pero podrían caer las cosas de lado o no caer y podría no haber aves y si las hubiera podrían reproducirse por gemación o sencillamente no reproducirse sino ser inmortales y canoras suspendidas en el cielo como astros. Llamamos naturales a esas leyes no porque sean lógicas y esperables, sino porque son las que hemos encontrado. Lo que es lógico es que dos más dos sean cuatro, pero no que las flores tengan polen y que el agua se congele.
Pero a pesar de que la naturaleza podría haber sido totalmente distinta, uno no deja de preguntarse por qué de entre las infinitas variaciones posibles prevaleció justamente ésta. Eso la convierte en algo especial, casi definitivo, único, maravilloso. Por ejemplo, yo nunca dejaré de sorprenderme de cómo se hacen los niños. ¡Está tan bien pensado!

viernes, 19 de septiembre de 2008

Otra vez Teresa, mon amour


Si debiera haber algún icono feminista, debería ser Teresa. ¿Qué otra mujer ha habido en la historia que, sin dinero ni alcurnia, produjese una revolución tal en la visión de la mujer y que tuviese tanto poder sobre los varones de la época? Ni las feministas del XIX en Inglaterra se atrevieron a decir a favor de las mujeres lo que Teresa dijo en su época: que muchos padres se condenaban por tener hijos en vez de hijas, que los maridos no debían sujetar a su mujer y que bien hacía la mujer casándose con Dios y no con un hombre que muchas veces la acababa matando. Era su manera teológica y personal de condenar la violencia de género. Hoy eso es muy políticamente correcto, pero en su época era una auténtica provocación. Ella no lo decía por provocar, sino, sencillamente, porque era la verdad.
Dos eran las mordazas que la mujer sufría en su época: la honra y el varón. Las dos mordazas las rompe Teresa con gracia y contundencia. Al varón lo conoce bien. Tuvo siete hermanos varones que tuvieron muchos líos de faldas e hijos ilegítimos y todas esas desgracias no las sufrían ellos, sino ellas. En cuanto a la honra, ella se rebeló siempre contra esa estupidez de que tu valía dependiera de lo que dijesen de ti los demás, sobre todo teniendo en cuenta que la honra de la mujer era muchísimo más frágil que la del varón. Ella siempre critica esa negra honra que corta las alas e impide la acción. Siempre prefirió la virtud a la honra. Y se divierte pregonando sus defectos para librarse del amor a esa negra honra que le inculcaron de niña. De ella dijeron de todo, incluso que la vieron liada en un carro con su fraile favorito. Hoy las revistas del corazón no habrían dejado de acosarla. Y su desprecio por la honra tiene en su caso mucho más mérito que ahora, porque ahora una habladuría te puede hacer vender más discos, pero antes te llevaba a la Inquisición.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Una increíble coincidencia

Yo siempre pensé que las ideas tienen un momento para nacer, que una buena idea aparece a la vez en varias personas en distintas partes del mundo, porque, por la razón que sea, la idea se hace encontrar. Pero nunca pensé que esa creencia mía se iba a ver confirmada con tal grado de concreción y en mis propias carnes. Y eso ha ocurrido con Teresa, mon amour. Leo con estupor que la escritora feminista Julia Kristeva acaba de publicar en francés una biografía titulada Thérèse, mon amour.
Esto demuestra que Mono Azul es una editorial inteligente, que sabe lo que falta en el mundo del libro; y faltaba una presentación moderna, humana y entrañable de esta impresionante escritora universal, lejos de las hagiografías y lejos de los prejuicios freudianos con que la suelen despachar algunos.
Pero no sé si alegrarme o no.

martes, 16 de septiembre de 2008

Teresa, mon amour


Cuando los editores de Mono Azul me encargaron hacer una selección de las obras de Teresa de Jesús y un prólogo, me di cuenta de que ellos sabían mejor que yo lo que me gustaba. No se imaginan el chaparrón de fuerza que me ha llovido encima leyendo a esta mujer. Aún me susurra ella en los oídos.
Teresa va en la misma colección que Pessoa y Maiakovski, en un formato excelente. La Teresa de la portada es más rompedora y más fiel a ella que los muchos cuadros de Teresa que circulan por ahí y que a ella nunca le gustaron. Mérito de la editora. Y el texto de la contraportada, escrito por el editor, tiene tanto brío y tanta belleza como Teresa, un canto humano a una mujer desde el siglo veintiuno.
Ésta es una Teresa para todos. En este libro habla una mujer que conoce los hondones del ser humano, que a veces sabe de ti más que tú, pero no alardea de ello, una mujer que dejó de amar la honra cuando las calumnias sobre ella comenzaron a darle risa y que acabó diciendo que “La misma honra se pierde sólo con desearla”. Cualquier otra persona con sus talentos sería muy vanidosa. Ella, en cambio, dice, que “No tenemos nada que no hayamos recibido”. Eso sí que es hablar como una reina, eso sí que es un gesto aristocrático y noble.
En fin, aquí está Teresa como un allegro vivace para quien ame la música. Ya está en las librerías.

Otro consejo concreto

Quizá sea tan absurdo como el consejo hindú de ayer, pero yo estoy marcado por un consejo que me dieron cuando era adolescente. Me lo dio la persona justa en el momento adecuado y en el sitio correcto y desde entonces no se me olvida.

"No te fíes de quien te estreche la mano sin vigor".

Es decir, el que te ofrezca una mano flácida no es noble, no montes con él un negocio, no le pidas un favor, no le cuentes un secreto.
Desde aquel día, yo estrecho la mano con mucho vigor. Estrechar la mano es un acto primitivo y franco y así debe ser. No llego a desconfiar de quien no me hace lo mismo, pero sí que me gustan las personas que estrechan la mano con potencia.
Por eso, a mis alumnos siempre les recomiendo estrechar la mano con fuerza y ese consejo, no sé qué tiene, que les gusta mucho.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Fontanerado y alumnado

Propongo a los gramáticos cambiar la denominación de esa categoría gramatical que llamamos género por otra como sufijo nominal o algo así, para que la ideología de género no tenga razones para confundir el género sexual con el gramatical. El género no sólo sirve para distinguir el sexo, sino que es sobre todo una marca más para diferenciar palabras. Bolso, bolsa; canasto, canasta. Así que "miembro" acaba en "o" no porque los miembros sólo puedan ser machos, sino, sencillamente, porque se escribe así. Igual que la palabra "persona" se usa para ambos sexos, miembro también. ¿O vamos a decir "persono" igual que decimos "miembra", con lo comodísimo que es decir a veces "persona" cuando uno no quiere que se conozca el sexo de quien está uno hablando?
El género gramatical que llamamos masculino no es el género del macho, sino el género general. Decimos que una duquesa apadrina a un torero, no que lo amadrina, y eso no es machismo lingüístico, sino cortesía del género que acaba en -o.
Entre los profesores se suele decir "profesorado" y "alumnado" para no tener que decir "profesores y profesoras, alumnos y alumnas". Pero, como dice mi amigo Felipe, eso sería como decir "fontanerado" para no tener que decir "fontaneros y fontaneras".
¡Ay Dios mío, cuánta tontuna nos hace decir la ideología!

domingo, 14 de septiembre de 2008

Los tiempos del adjetivo

Lo peor que se puede decir de una persona que quiere olvidar su pasado es definirla en presente por ese pasado. "Juana es ex novia del ministro". "Pepe es ex cura". Hay pasados que marcan para siempre.
Pensándolo bien, los adjetivos deberían tener tiempos, como los verbos. Viene uno, por ejemplo, de la playa y dice: "Soy blancado", lo que quiere decir: "Antes de ir a la playa, yo estaba blanquito porque lo son mis genes. Esta color renegrida que ahora luzco no es más que un mero accidente". Fijaos todo lo que se ahorra uno decir con el pasado de blanco.
La terminación del adjetivo futuro la podemos tomar del latín. Por ejemplo, "Yo soy morituro", lo cual no es un remoto futuro del tipo "Algún día moriré", sino "Llevo el germen de la muerte en todo mi ser; la muerte me acompaña a pesar de mi aparente lozanía".
En fin, ya me he puesto tétrico.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Besar con los ojos abiertos

Me acaba de llegar uno de esos correos que te amenazan con todo tipo de infortunios si no lo reenvías. El correo está plagado de consejos hindúes. Lo de ser hindúes es muy importante, porque si fuesen del padre de un amigo o de la estanquera, les haríamos menos caso, aunque fuesen mucho más sabios y acertados. A mí me dan un poco de risa esos consejos generales que no hay manera de aplicar, del tipo "Nunca mires hacia atrás, porque entonces tropezarás con las piedras". Y todos se me olvidan en cuanto los leo. Pero había un consejo hindú del que sí me acuerdo, porque no era nada general, sino muy concreto:

"No te fíes de quien te dé dos besos con los ojos abiertos"

Analicémoslo:
1. Quien da el consejo no es de fiar, porque, mientras alguien lo besaba con los ojos abiertos, él los tuvo que tener también abiertos para comprobarlo.
2. Si no es de fiar, no hay que hacer caso de su consejo.
3. Un beso a ojo cerrado es, supuestamente, un beso sincero, de mano tendida, profundísimo del alma. Pero cuando hay que besar a todas las compañeras de trabajo tras el verano o a todas las primas en una boda, ¿tendrá uno suficiente afecto en el alma para que cada beso sea una purísima ofrenda de ojos cerrados?

En fin, que los consejos, cuando te los dan con fondo de música y de flores, cuelan, pero en frío sólo se salvan dos o tres.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Marilyn


El otro día echaron en Canal Sur 2 sin cortes publicitarios Niágara. Como la he visto varias veces, me hice el propósito de no verla, pero en cuanto apareció Marilyn, me quedé enganchado a ella. Hay mujeres que son bellas; otras, muy pocas, son bellísimas y apetitosas, como Marilyn. Que levante la mano el hombre que no haya fantaseado alguna vez con ella. Los demás, que la levanten también.

Caín y Abel


Cuando yo era más joven de lo que soy ahora, pensaba que la rebeldía era una actitud positiva en sí misma y por eso a veces tendía a solidarizarme con los que protestaban contra lo establecido, contra las convenciones, con los huelguistas y los alternativos. Pero ahora pienso de otro modo. Ahora pienso que la rebeldía es en sí misma una actitud negativa, fea y resentida que sólo está justificada cuando se usa contra lo feo, lo malo y lo resentido. Sólo entonces hay que ser rebelde.
Entre mis absurdas rebeldías estaba la de entender mejor a Caín que a Abel. Abel tocaba el caramillo y charlaba con Yavé mientras sus ovejas comían lo que la Tierra ofrecía sin que él moviese un dedo, mientras que Caín tenía que arañar la Tierra para sacarle un fruto que a veces Yavé se divertía en destrozar con el granizo. Para colmo, las ofrendas de Abel eran muy bien recibidas por Yavé, mientras que las de Caín las miraba con desagrado. Me parecía Dios un padre muy injusto, muy poco igualitario, muy favoritista y aunque nunca llegué a justificar la muerte de Abel a manos de Caín, sentía tanta compasión por Caín, que era el verdugo, como por Abel, que era la víctima.
Pero ahora me doy cuenta de que las ofrendas de Caín no eran recibidas por Yavé no porque Yavé fuera injusto, sino porque Caín se las entregaba de mala gana, blasfemando a dos carrillos, cagándose en los muertos de la Tierra cicatera y en el sudor de su frente, mientras que Abel acudía al altar con el corazón alegre y agradecido. En ese episodio del Génesis ya se ve que la igualdad total entre los hombres es imposible. En cualquier sociedad unos tienen que dedicarse al ganado y otros a la agricultura y lo importante no es tener los bienes del otro, sino ser feliz y bueno con los que te han tocado en suerte. Como padre, yo también miraría con mejores ojos las ofrendas de un hijo feliz que las de un hijo resentido y envidioso, aunque el feliz esté montado en el euro, y la solución no sería cambiarles los papeles, sino que el envidioso deje de serlo.
La historia de Caín y Abel nos enseña que siempre habrá desigualdades inevitables y que inevitablemente esas desigualdades provocarán guerras, revoluciones y crímenes.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Vencedores y vencidos

A los muertos malenterrados y malmuertos de la Guerra Civil hay que enterrarlos bien, pero no porque pertenecieran al bando bueno y vencido, sino, sencillamente, porque están malenterrados y malmuertos. Yo tengo un tío abuelo malenterrado no sé dónde y malmuerto por las balas nacionales, pero él no era nacional ni republicano. Sencillamente lo mandaron a una guerra para matar a sus compatriotas y éstos se le adelantaron. La ley de la Memoria Histórica me ampara porque ampara a los vencidos, pero no me ampararía si a mi tío abuelo lo hubieran matado los republicanos. ¿Qué más da quien matase a mi tío abuelo? ¡Es mi tío abuelo, coño, y murió en la flor de su juventud y lo valioso de él no es que fuese republicano, sino que era un hombre!
Una ley que pone por encima de las personas el bando en el que les tocó estar es una ley con mucha ideología, mucho resentimiento y poca ética.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Poesía e insomnio

Cuando no puedo dormir, recito mentalmente poesías que me sé de memoria. Siempre es mejor que contar ovejas.
Me gustan especialmente las de san Juan de la Cruz. Es un poeta que asocio a la noche.
Lo malo es que las poesías no me duermen. Me abren los sentidos, me llenan la cabeza de imágenes, me despiertan. Pero las sigo prefiriendo a las ovejas.
La poesía la tengo en un altar. Es el único género que tengo prohibido leer en el excusado.
A veces he pensado aprenderme de memoria la Ilíada (diez versos al día, para que me dé tiempo antes de morirme) para luego recitarla en la cumbre de un monte, espada en mano y con mi melena al viento (la melena sería peluca, claro). De esa cumbre descenderé más alto, más guapo y más fuerte. Cosas de Homero.

Del origen de la hermenéutica

GP: Me encanta quitarle el pellejo al salchichón.
MT: Entonces, quitáselo al mío, porque lo que a mí me gusta es comerme el salchichón, no quitarle el pellejo.
GP: No, porque a mí sólo me gusta quitarle el pellejo sólo al salchichón que me voy a comer.
MT: Perdona que te diga, pero tú has dicho literalmente: “Me encanta quitarle el pellejo al salchichón”, o sea, a cualquier salchichón.

Esta discusión se produjo en el seno de mi familia. Aún seguimos discutiendo quién de los dos tiene razón. Un abrazo para mis hermanos

martes, 9 de septiembre de 2008

Mi mayor problema

Hace ya tiempo que me di cuenta de que mi mayor problema no es el trabajo, el dinero, la política, la literatura o qué sé yo. Mi mayor problema soy yo.
Este descubrimiento es muy liberador para los demás, porque así no me dedico a culparlos de mis desgracias, pero también lo es para mí: ya no tengo que andar buscando culpables y dejo de sentirme víctima, lo cual es un ejercicio triste y agotador. Ahora yo soy mi víctima y mi verdugo y todo queda en casa. Cuando uno descubre que sus trapos sucios los ensució él, los demás están más limpios.
Siendo yo el problema, sé que el problema me acompañará toda mi vida, que mientras tenga ese problema, estaré vivo, que la vida en sí misma es un problema irresoluble y que sólo se solucionará con la muerte y eso me reconcilia con la vida, que me da muchas alegrías junto a ese problema, y con la muerte, que me lo va a solucionar todo.Cuando creo que no estoy a la altura, cuando vuelvo a caer una vez y otra en los mismos errores, cuando me ha faltado coraje, me digo: Jesús, anda, perdónate un poco, todos sabemos cómo eres.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Gratitud

Algunos días me levanto enfadado con el mundo. Voy por la calle y me imagino que el tipo que viene en frente me va a escupir y a ofender y entonces me enzarzo en una pelea con él. O que el vecino nos va a poner la música a toda voz de madrugada y que yo entro en su casa y le rompo el aparato de música a martillazos. O vuelvo a episodios desagradables de mi vida, donde me sentí humillado y me veo diciendo y haciendo lo que entonces no se me ocurrió o no tuve el valor de hacer ni de decir. Son venganzas irreales en el pasado. Y entonces sólo puedo redimirme pensando en mi madre, en mis hijas, en las flores, en los árboles, en Dios, y empieza a ensancharme el corazón un sentimiento de benevolencia ante el mundo, la convicción de que a mí me han perdonado más de lo que yo he perdonado, la gratitud por un universo que no entiendo pero donde hay pájaros que cantan y estrellas que brillan más cuanto más oscura es la noche. Un universo así no puede ser malo, aunque no haya quien lo entienda.

viernes, 5 de septiembre de 2008

La culpa

Cada vez que he mostrado mis remordimientos o mi arrepentimiento por alguno de mis actos, me dicen los que me quieren que no me atormente. Pero creo que a veces es bueno atormentarse con la culpa. Es lo único que puede hacer uno ya por aquellos a los que hizo daño. No son ganas de atormentarse, sino nobleza.
La culpa es sana y noble. Quien no se siente culpable por nada es un santito que nunca ha roto un plato o un canalla que mató la culpa para poder seguir siendo un canalla.“Yo no me arrepiento de nada” es una frase habitual que sueltan los entrevistados. Es un acto de soberbia tal, que me da asco oírla. Significa que o bien no hizo nada malo, lo cual es difícil de creer, o que no se arrepiente de sus maldades, lo cual lo convierte en un monstruo indigno de ser entrevistado. Yo estoy seguro de que Picasso, que era un canalla, no se arrepintió de nada de lo que hizo. Si siendo buena persona Picasso no hubiera podido pintar el Guernica, yo estaría muy contento de que no existiese el Guernica.

jueves, 4 de septiembre de 2008

No hay defecto sin su virtud

No hay defecto que no tenga su consiguiente virtud: el hombre que es muy cariñoso con su mujer puede que lo sea también con su despampanante secretaria. Y aunque le ponga algún cuernecillo a su mujer, puede que la quiera más que un esposo fiel, pero arisco con su mujer y su secretaria. Esta afirmación de que en la virtud está el defecto y en el defecto la virtud se me confirma una vez y otra a medida que avanza mi alopecia. Pocas veces he encontrado personas cuyas virtudes, como generosidad, valentía, sinceridad, sean sólo virtudes, sin sombra de defecto. He visto gente sincera que no sabe serlo sin herir, gente generosa que arruina a la familia, gente cumplidora y eficiente pero con dificultades para soltarse el pelo y disfrutar espontáneamente de lo que encarte, gente espontánea y divertida que no sabe ser cumplidora y eficiente. No sé por qué el hombre es así, pero el caso es que así es. Yo, por ejemplo, soy muy hábil en clase poniendo todo tipo de comparaciones, imágenes, historias y metáforas para explicar lo más inexplicable y abstruso, pero a menudo me pierdo en mis ejemplos y los complico demasiado, porque me emociono con todo el partidazo que le puedo sacar a la metáfora que se me ha ocurrido para explicar, qué sé yo, la falacia ad populum o el imperativo categórico.
En cierta ocasión, me regañaron por hacer preguntas raras y a destiempo. Yo era de los que preguntaba a bocajarro y sin venir a cuento: ¿A ti qué te gusta más: China o Japón? ¿Qué es mejor: remontar un río o coronar una cumbre? Es algo que me viene de familia. Y como no hay defecto sin virtud, me he dado cuenta de que gracias a ese defecto me hago preguntas raras que a veces pueden resultar interesantes o reveladoras. Últimamente me ha dado por preguntarle a las mujeres: ¿Tú qué prefieres: que tu marido te ponga los cuernos sin que te des cuenta o que cometa un delito de estafa sin que nadie se dé cuenta? Hay que elegir entre un infiel o un estafador. Lamento decir que más de la mitad de las encuestadas prefiere un estafador fiel con ellas, pero no con los demás.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

A partir de un gesto

Hasta esta mañana muy temprano, cuando iba al trabajo, no me he dado cuenta de un gesto muy habitual en mí. Salía yo con mi pitillo en la boca, empezando el día con el vicio, cuando me veo a mi vecino con su ropa de deporte y corriendo. Es un vecino encantador y nos saludamos cortésmente. Pero al saludarlo, escondí el pitillo en el hueco de la palma de la mano.
Como yo le doy vueltas a todos los asuntos, me pregunté por qué hago eso. ¿Me he dejado influir por el puritanismo laico imperante que condena como nuevo pecado el tabaco y, por tanto, deseo transmitir una imagen respetable a una persona respetable? ¿Siento vergüenza ante un deportista de ser un pobre nicotinómano que se asfixia con una carrerita de nada? ¿Me gustaría ser el que está corriendo y poniéndose fuerte y no el que se va a trabajar y se consuela con su vicio?
En fin, que uno es una caja de sorpresas y no lo sabía.

Wall-e


Recomiendo vivamente esta película para quien esté harto de cine pesimista, grosero, incomprensible o sencillamente provocador. Es muy fácil hacer un cine que tenga al menos uno de esos cuatro adjetivos. Lo difícil es hacer Wall-e.
Los hombres de esa película utilizan toda su impresionante tecnología para vegetar, pero Wall-e usa su pobre maquinaria para hacer algo más grande que él mismo. Con un lápiz y un papel, Wall-e escribe la Ilíada; el hombre, usa un papel de oro para limpiarse el trasero, y un lápiz multicolor con música y vibrador para rascarse la oreja.
Wall-e hace grande lo pequeño; el hombre hace pequeño lo grande. Esa es la enseñanza de esa magnífica película.
Wall-e es también el poder redentor y motivador del amor, la inteligencia, el trabajo, el ingenio, la lealtad. No es el prota porque le pasen cosas, sino porque las hace. Si yo hubiera hecho en mi vida la décima parte de lo que ese robot chatarrero hace en la película, habría escrito ya unas memorias.
Que no se la pierda quien quiera ser como Wall-e, quien no se conforme con ser él mismo, sino que quiera ser más que él mismo.

martes, 2 de septiembre de 2008

La muerte de un poeta: Alejandro Fernández-Cotta

Leo hoy en la prensa que ha muerto Alejandro Fernández-Cotta, un poeta sevillano. Por ciertas circunstancias de mi vida, yo lo conocí en Sevilla hace veinte años, cuando yo era un estudiante. Tenía él en nosotros entonces un público heterogéneo y su misión era enseñarnos en varias sesiones a hablar con corrección y elegancia. Era de esas personas que sabe hacerse entender y que destila lo más práctico y sabio de su experiencia como amante y conocedor de la lengua sin olvidar nunca el uso que su público iba a darle. Sus consejos y trucos no los he olvidado todavía, porque no me los habían enseñado en ningún colegio ni en ningún libro y ahora los prodigo por ahí cada vez que veo que alguien los necesita.
Quiero rendir hoy homenaje a este poeta con el que comparto apellido. Lo volveré a leer. Requiescat in pace.

Elogio del faquir

La mirada soez del hedonista no entiende al faquir en su cama de pinchos, al aprendiz de samurái cuando ayuna, al karateca cuando arrostra los mayores sacrificios por las órdenes de su maestro, al soldado que se entrena en el desierto aunque no haya guerra, al penitente que arrastra una cruz de madera o se azota las nalgas o a la mujer que sube descalza a la ermita de su pueblo. El hedonista suele decir: “Bastante nos hace sufrir ya la vida para encima buscar nosotros sufrimientos”, pero eso sería lo mismo que decirle a la novia “Bastante trabajo yo para traer dinero y comida a casa para que encima vengas a pedirme que te regale flores”. Precisamente las novias valoran muchas veces las flores más que la comida porque las flores son lo perfectamente inútil, aquello que se hace exclusivamente por amor, aquello que no sirve ni para comer ni para decorar, sino que es un homenaje exclusivo al amor que te profeso, un añadido de belleza a todo el esfuerzo que por ti hago todos lo días. ¿No sería un amor cicatero el de quien no regala flores porque piensa que las asperezas de la convivencia cotidiana ya le dan las suficientes oportunidades de demostrarle su amor?