Leo en la prensa que en Venezuela un teniente de la reserva ha requisado la capilla Jesús de la Divina Misericordia para entrenar militarmente a niños de ocho a catorce años. ¿No le podía enviar Dios a Chávez unas cagaleras para que se muriese sepultado en su propia hez?
A propósito de esto, le tomo prestada una reflexión a Raimundo, un chileno que he conocido gracias a esta bitácora. Raimundo afirma que el cínico hace el mal y alardea de ello, mientras que el hipócrita lo hace y no alardea. De aquí deduzco yo que, aunque tendemos a considerar mejor al cínico por eso de que al menos es coherente, es menos malo el hipócrita, que al menos no hace apología del mal que practica. Ser coherente en el mal, como hacen los cínicos, es ser doblemente malo.
En este esquema, ¿dónde encaja Chavez? (que conste que me atrevo a hablar contra él no porque yo sea un valiente, sino porque no vivo en su país) Es un cínico hipócrita, porque no sólo alardea de las barbaridades que perpetra, sino que las disfraza de bien.
Gracias, Raimundo, por tu reflexión
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