Leo hoy en la prensa que ha muerto Alejandro Fernández-Cotta, un poeta sevillano. Por ciertas circunstancias de mi vida, yo lo conocí en Sevilla hace veinte años, cuando yo era un estudiante. Tenía él en nosotros entonces un público heterogéneo y su misión era enseñarnos en varias sesiones a hablar con corrección y elegancia. Era de esas personas que sabe hacerse entender y que destila lo más práctico y sabio de su experiencia como amante y conocedor de la lengua sin olvidar nunca el uso que su público iba a darle. Sus consejos y trucos no los he olvidado todavía, porque no me los habían enseñado en ningún colegio ni en ningún libro y ahora los prodigo por ahí cada vez que veo que alguien los necesita.
Quiero rendir hoy homenaje a este poeta con el que comparto apellido. Lo volveré a leer. Requiescat in pace.
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