lunes, 28 de noviembre de 2016

Adolescente y Biblia satánica

La víspera del uno de noviembre, un alumno me vio salir de clase de latín y me dijo:

-Tengo en mi casa un libro con muchas partes en latín.
-¿Te gusta el latín?
-Es una Biblia satánica. Es que a mí me encantan las cosas de fantasmas y espectros.
-Yo prefiero a los ángeles. Son buenos y poderosos y, en vez de oscurecer el mundo, lo llenan de luz.
-Me gustan más los demonios.
-¿Y no te interesa una Biblia normal?
-No. Yo no creo en nada.

Estuve a punto de decirle: “Bueno, hombre, en algo sí que crees cuando tienes una Biblia satánica en casa”, pero le dije:

-Mi consejo es que te dejes de rollos satánicos: o son un timo o, si no lo son, es lo peor que te puede ocurrir.

Pero me di cuenta de que mis palabras le sonaban a monserga. Yo tenía en mi contra al espíritu de los tiempos, que en libros y películas presenta como simpáticas a las brujas, como interesante y transgresor lo oscuro, y que ha conseguido que colegios y madres no vistan a los niños de pastores y ángeles en Navidad, sino de demonios y vampiros el Día de los Difuntos.

sábado, 26 de noviembre de 2016

El poema de la semana

No se puede expresar sino con poesía el hecho de que el momento precioso de la Anunciación, protagonizado por una muchacha y pintado de modo sublime por tantos pintores, ha marcado la esperanza, la vida y la sensibilidad de dos milenios.

A mi amigo Antonio Montes debo el descubrimiento de este poema.

AVE, LLENA DE GRACIA
Fraude es el oro, drogas el incienso y la mirra.
El pan es sólo un pan, no una fiesta de panes.
El pez es sólo un pez, no una fiesta de peces.
Quien ande sobre el agua del lago, se hundirá.
Ni el ciego ve, ni escribe el manco, ni habla el mudo.
Del templo nadie puede echar a los ladrones.
Un esqueleto es Lázaro y plañen sus hermanas.
En la aurora de Pascua, María Magdalena
con todos sus demonios en la cama fornica.

Tal sería la historia —cruda, vulgar, pequeña—
si después de escuchar al arcángel Gabriel
aquella adolescente hubiera dicho «no».

Manuel Mantero

Si vos dijérades no.
Lope de Vega

lunes, 21 de noviembre de 2016

La desilusión del cuerpo

En mi casa nos tenían dicho que era mejor ducharse que bañarse, porque se ahorraba tiempo y agua, y que, si uno se bañaba, no había que llenar la bañera hasta el borde.

Total, que yo siempre pensé que, cuando me independizara, llenaría la bañera hasta el borde y me tumbaría allí para relajarme, como veía en las películas. Era un deseo recurrente en mí.

La oportunidad se me presentó una vez que me contrataron como miembro de un tribunal de oposiciones y me pagaron un hotel. Allí llené la bañera y allí me metí con toda mi ilusión. Pero he aquí que tuve que salirme en seguida. Me sentí debilitado, acalorado, agobiado, necesitaba agua fresca y aire.

Me pareció que por un gusto de mi cuerpo no estaba bien ensuciar tantísima agua. Hay placeres que, cuando uno los prueba, arrebatan, sobre todo si uno no sabe qué esperar de ellos (eso me pasó con el placer sexual la primera vez que tuve ese precioso conocimiento), pero casi todos los demás son normalitos. Y los que no lo son, gustan más si uno no los espera.

Y doy gracias a Antonio Barnés por lo que aquí dice  de mi libro de poesía.

sábado, 19 de noviembre de 2016

El poema de la semana

Siempre me han gustado los poetas que humanizan la naturaleza y la tratan como a una hermana y no como a una madre. Este lo hace además adjetivándola con verbos y así nos la presenta en un amable trajín que nos devuelve un instante al paraíso.

Está enfermo de luz el manso llano.
El monte es verde. La campiña de oro.
Y en el bíblico y recio sicomoro
llama al esposo la zurita en vano.

Reza la fuente con fervor sonoro
a la sombra sedante de un manzano
y suena en esta calma de verano
como un canto de vírgenes en coro.

Besa el sol con ardor a la llanura
ebria de luces, y soñando altura
el águila se eleva en raudo vuelo.

El río entre los huertos se solaza.
Y, bañada de sol, la alondra traza
un camino de voces por el cielo.

Zacarías Zuza Brun

lunes, 14 de noviembre de 2016

Dos años menos en el purgatorio

Hace unos años los alumnos de la ESO que no escogían religión daban una asignatura denominada cultura religiosa que no se podía evaluar. Por eso, en esas clases los alumnos se ponían a estudiar o a ver pelis, porque ni contaba para la nota ni la impartían profesores especializados ni acudían a ella precisamente los mejores alumnos, porque la escogían, en general, los que no querían hacer nada.

Durante dos años me la endosaron a mí. Un curso de tercero de ESO de treinta alumnos a última hora. El purgatorio debe ser bastante parecido a eso.

El primer día de clase les dije que utilizaríamos un manual y que habría exámenes y clases normales y que, como el nombre de la asignatura indicaba, daríamos todas las religiones, empezando por la griega, siguiendo por la judía, la cristiana, la musulmana y las que me diese tiempo.

Ellos protestaron a gritos. Uno se levantó indignado y dijo:

-O sea, que me apunto aquí para no dar religión y ¿ahora tengo que dar todas las religiones?

-SÍ, EXACTAMENTE ESO ES LO QUE VAS A HACER.

-Pues entonces me borro de esto y me voy a reli.

-Eso es precisamente lo que tienes que hacer. El cura que da religión es estupendo, es especialista en la asignatura y os lleva a muchas excursiones. Quien se quede conmigo va a trabajar más y no lo voy a llevar a ninguna excursión.

Siempre se me pasaban a religión al menos diez alumnos el primer día de clase. Y todos tan contentos: el cura, ellos y yo.

sábado, 12 de noviembre de 2016

El poema de la semana

Siempre me han gustado los poemas agradecidos, sobre todo si agradecen todo lo que precede a la belleza actual que gozamos. Este me gusta más aún porque, además, pone en su sitio a esos filósofos tristes que están tanto en los libros como dentro de nosotros.

Pues eso. Que hoy el filósofo se haga poeta y se ponga a cantar. 

Capricornio en el paseo marítimo
Mira la tarde, mira qué canción
multicolor: las mobylettes felices
como estrellas fugaces, quinceañeras
azules con bermudas y suspensos, gaviotas
acariciando el tiempo,
la playa allá como una bienvenida...
¿Cuánto le habrá costado
al Universo, cuántos siglos, abrazos, guerras...
este momento?
Apiádate. No sueltes
en medio de esta hora
el paquidermo mustio de tu filosofía.

Miguel d’Ors, de Es cielo y es azul

lunes, 7 de noviembre de 2016

Una expresión vulgar en la wikipedia

Pues hete aquí que, buscando para mis alumnos máximas en griego antiguo, di con esta página. Cuál ha sido mi sorpresa cuando, en las locuciones de la letra ómicron, veo que la traducción que da de cierta máxima, en vez de ser "A Hipóclides le trae sin cuidado" o algo similar, es ni más ni menos que esta: "A Hipóclides se la suda".

Esa expresión es de una vulgaridad asquerosa. Que esté tan extendida en nuestros días dice muy poco de nosotros.

El traductor debe creerse de lo más original por traducirla así, pero olvida que en el original no suena tan rematadamente repugnante, sino tan solo cortante y fresca.

El otro día les pregunté a unos veintidós alumnos encantadores quiénes no decían nunca palabrotas y ninguno levantó la mano. Fingí escandalizarme, aunque me lo esperaba.

Mi cruzada contra las palabrotas no se debe al puritanismo, sino al amor por la elegancia y a la convicción de que un lenguaje vulgar contribuye a un pensamiento vulgar.

Les digo a mis alumnos algo como esto: "La sensación que me producís cuando os oigo decir una palabrota es la misma que me produce un perro muy bonito al que veo en la calle y, cuando me detengo a acariciarlo, va y vomita. No se debe vomitar en cualquier sitio".

Pero, claro, la wikipedia y la tele y tantos personajes importantes no me ayudan mucho en esta cruzada mía.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Homero al son del ukelele

Hoy, después de explicar qué es un aedo, me he subido a la mesa para leer la muerte de Héctor de tremolante casco en el canto XXII de la Ilíada y una alumna mía me pidió acompañar mi lectura con música. Le dije que sí, pero que buscara una música épica.

Pero la alumna, de nombre Hipatia, superó mis expectativas. Me subí a la mesa, como hago siempre que leo a Homero, porque no hay en el aula un sitio más alto. Impresiona ver a los alumnos desde tan alto. Y ella se sentó a mi lado con un ukelele que sacó de su maleta y, por arte de su música y de Homero, nos trasladamos al siglo VIII a.C.

El ukelele sonaba como una lira y yo hacía lo imposible por estar a la altura de Homero.

Nunca ha muerto en mis clases Héctor con una música más digna que hoy.