jueves, 15 de julio de 2021

Del juego al insulto

 

Tendría yo unos doce años cuando, en clase, mi mejor amigo, Antonio C., y yo empezamos sin darnos cuenta un juego en principio inocente. Para reírnos, él o yo dijo: "Mi letra es mejor que la tuya", a lo que uno u otro replicó: "Pero mi jersey es más bonito que el tuyo". Y el otro: "Mi casa es más grande". Y el otro: "Mi madre es más guapa". Y el otro: "En tu casa comen de postre caca de caballo"… Y ni él ni yo podíamos detenernos en ese acelerado descenso al insulto creciente y moliente, y los dos acabamos mentándonos al padre e insultando del otro lo que sabíamos que el otro amaba más, ¡y todo eso sin querer! Era como si no hubiéramos sido nosotros quienes hubiéramos comenzado un juego, sino como si el Juego nos hubiera engatusado con unos caramelitos y luego nos hubiera azuzado a los dos a pelearnos como gallos de pelea. No es que el juego se nos fuera de las manos: es que estábamos en manos del juego. Y salimos los dos de allí tristes, sin saber cómo había pasado todo eso, con lo que nos queríamos, con lo bien que lo pasábamos juntos…

3 comentarios:

Dyhego dijo...

Don Epifanio:
lo malo de las peleas infantiles es que son como un alud.
Lo bueno es que los niños olvidan pronto esas trifulcas.
Espero que la amistad entre ustedes no se rompiese definitivamente ese día.
25 neutonios amigables.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Don Diego, nuestra amistad no se rompió, sino que continuó como si nada, pero creo que los dos nos acordamos de ese episodio. Por cierto, ¡es usted de las personas que usa la palabra alud en vez del galicismo avalancha!
25 neutonios lúdicos

E. dijo...

Lo he pasado mal leyendo la historia, por verídica, por común y próxima. ¿Y si la causa, en estos casos, tuviera olor a azufre?
Un cordial saludo,
E.