Mamá,
yo quiero ser de plata.
Hijo,
tendrás mucho frío.
Mamá,
yo quiero ser de agua.
Hijo,
tendrás mucho frío.
Mamá,
bórdame en tu almohada.
¡Eso sí!
¡Ahora mismo!
¿No nos está diciendo, entre otras muchas cosas, que de todas las dádivas que se le pueden dar a un niño, para alejarlo de la muerte, la única definitiva y digna de él es el amor? Hay poemas que son como un disco de Festos: sólo existe el minicírculo del poema mientras lo leemos; y otros son como el Amazonas, con una desembocadura que no cabe en verso alguno. Este poemita de Federico tiene la virtud de ser ambas cosas. Tiene la insistencia de un rosario: mamá, mamá, mamá; pero también la discreción de un pajarito en el alféizar. La intimidad de una escena casera y la universalidad de un sentimiento primordial. Y todo eso sólo en seis versos de arte menor.
Ruega por nosotros, Federico.
1 comentario:
Don Epifanio:
¡no conocía este poema!
Ha sabido usted exponerlo y explicarlo muy bien!
25 neutonios lorquianos.
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