viernes, 27 de abril de 2012

La parroquia del barrio pobre


Me encuentro con una misa de niños que se preparan para la primera comunión. Sus padres no los acompañan. Los niños visten mal, pero se portan bien. El cura lleva coleta, canta mucho y gesticula más. Parece curtido en las misiones. Durante toda la misa nos hace estar sentados. Las catequistas van de acá para allá como pájaros atendiendo polluelos. En torno al altar, casi como concelebrantes, diez niños, en el momento de la consagración, tocan diez campanillas.

En las peticiones el cura pide muchísimo por los presos, para que reciban un trato humano, para que vayamos a visitarlos e insiste en la idea de que en cada preso está Cristo mismo.  Pide también para que la policía haga la vista gorda cuando vea por la Feria de Sevilla a los vendedores ambulantes del barrio ganándose el pan.

En la canasta de la colecta, todo es óbolo de la viuda, menos un billete de cinco euros que una mano izquierda ha puesto allí sin que lo sepa la derecha.

Al final, muchos cantos con muchas palmas y un cumpleaños feliz a una niña llamada Celeste. El cura la acerca al cirio del altar para que lo apague como si fuera una tarta. La niña se emociona.

El cura despide a los niños con una bendición, antes de que se pierdan por esas calles que no les hablan de Dios.

5 comentarios:

Dyhego dijo...

Don Epifanio:
¡Menos mal que una clase dura menos que una misa porque con tanto niño...!
25 neutonios multiplica2 por paciencia al infinito.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Don Dyhego, yo creo que usted y yo iremos al cielo hagamos lo que hagamos, porque enseñamos no solo al que no sabe, lo cual es una obra de misericordia, sino incluso ¡al que no quiere saber! 50. 000 neutonios.

Rosna dijo...

Que sublime una misa de niños , supongo que eleva el alma .Y luego esa simplicidad de cantar el cumpleaños a la niña , sencillez , calidez y humildad intuyo que flotaba en el ambiente .
Le envió un abrazo emocionado

Jesús Cotta Lobato dijo...

Rosna, fue así, tal como usted dice. Un beso.

lolo dijo...

¡Qué preciosidad!