martes, 24 de noviembre de 2015

La blasfemia y la libertad de expresión

El derecho a la libertad de expresión no incluye la incitación a la violencia. En eso estamos de acuerdo todos, menos los canallas. Pero ahora hay un debate acerca de un supuesto derecho a la blasfemia, es decir, un derecho a escarnecer las creencias religiosas de los demás. Alegan los defensores de este supuesto derecho que la libertad de expresión es incompatible con lo sagrado, ya que, si lo sagrado es intocable, todos podrán apelar a lo sagrado de sus creencias para evitar que se las critique.

Pero olvidan que todos tenemos también derecho a que no se nos insulte ni se nos ridiculice y que asuntos tales como la madre, el aspecto físico, la vida privada y las creencias religiosas son aquellos donde más nos duelen las ofensas.

Así que tenemos, por un lado, el derecho a criticar y el derecho a ser respetados. ¿Y qué término medio hay entre ambos derechos? El de la libertad de expresión salvo para incitar a la violencia u ofender. Nadie puede darse por ofendido si critican sus creencias (porque hay derecho a la libertad de expresión), pero sí si las escarnecen (porque escarnecer no es un derecho sino un acto inmoral). ¿Y qué hacemos en el caso de creencias según las cuales es blasfemia cualquier cosa que no sea callarse? En ese caso, los que sostienen tal creencia están tergiversando el derecho al respeto para acabar con la libertad de expresión de los demás, igual que los que defienden el derecho a la blasfemia están tergiversando la libertad de expresión para convertirla en odio social o violencia verbal.

Un claro ejemplo de creencia que considera ofensa intolerable lo que no sea callarse es lo que le ha pasado a Asia Bibi en Pakistán o lo que pasa en ciertos ámbitos a aquellos que se atrevan a discrepar del feminismo o de la ideología de género o que, sin querer, hayan hecho o vestido algo que ofenda a tan indiscutibles creencias (por ejemplo, el caso de la camiseta supuestamente machista del científico Matt Taylor). Y un claro ejemplo de blasfemia intolerable es lo de este individuo impresentable y amparado por el Estado.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Por "blasfemia" entiende el Diccionario de la Academia "palabra o expresión injuriosas contra alguien o algo sagrado". Como no creo que el autor juzgue "sagradas" sus muy respetables creencias personales (sólo, imagino, a Dios y demás elementos de la religión, pero no a sus creencias en cuanto suyas: sería grave pecado de soberbia, o peor aún, de endiosamiento), me parece que la argumentación aquí expuesta falla por la base. Cosa distinta es lo del "individuo impresentable". A mí no me gusta su iniciativa, que ni comparto ni apoyo, pero no la considero ni un delito ni una "blasfemia intolerable", sino sólo una muestra del pésimo gusto en que fácilmente incurren quienes piensan que la expresión (supuestamente) artística y el escándalo o la provocación van necesariamente unidas, o siquiera tienen algo que ver. Es solamente una burrada, y él por tanto un burro, pero no un delincuente.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Anónimo, por fortuna el Código Penal considera, contra el parecer de usted, un delito lo que el burro ese ha hecho.

Dyhego dijo...

Sin duda, hay ánimo de ofensa.
Hay que ser retorcido para ir a misa, guardar las hostias y hacer un montaje así.
Me parece de mal gusto, como me lo parecería una exposición de preservativos usados, o de compresas usadas, o de pañuelos usados o trozos de papel higiénico usados.

25 neutonios libres.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Don Dyhego, la clave está en el concepto de ánimo de ofensa, que había olvidado incluir yo en mi entrada.
25 neutonios grandes