lunes, 12 de febrero de 2018

Los nigerianos y los invitados a las bodas

Doy limosna a quien hace algo para ganársela: vender pañuelos o ser simpático o dar información o abrirte la puerta. No suelo dar a quien pide sin hacer nada más que pedir, sin gracia y sin gratitud. Los santos dan sin poner tantas condiciones, pero como yo no soy santo y hay tanta gente a la que socorrer y no puedo socorrer a todos, hago esa selección.

Me baso para ello en la parábola de los invitados a las bodas. Cuando los criados trajeron a todos los pobres y mendigos de las calles a las bodas, el señor de la casa expulsó a uno que vino sin traje de boda; para mí ese traje de boda no es más que la amabilidad, el saber que no tengo derecho a exigir limosna, el pedir con la humildad suficiente, el no despreciar a quien no da. Y me he dado cuenta de que, de entre todos los que se ganan el pan en la calle, los que vienen mejor vestidos a la boda son los nigerianos. A casi ninguno he visto pidiendo sin más. Todos ofrecen algo, y con lo mejor que tienen en la cara: la sonrisa.

2 comentarios:

Dyhego dijo...

Don Epifanio:
el tema de las limosnas es tan complicado...
Lo ideal sería dar sin mirar a quién, o lo que haga tu mano derecha que no lo vea la izquierda, u ojos que no ven...
¿Es preferible donar algo a las ONG o personalmente a la persona que pide?
¿Dinero o en especies?
¿Discriminar por la simpatía que provoque la persona que pide?
¿Contribuyo con la limosna a cualquier tipo de "esclavitud"?
Y por otro lado, también cabe la siguiente reflexión: doy una limosna porque me parece humano ayudar. He cumplido con mi deber. Lo que esa señora haga después, ya ni me incumbe ni me hace responsable de nada.

En fin...

25 neutonios gratuitos.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Don Dyhego, por Dios, ¡me ha leído usted todos los pensamientos! 25 neutonios asombrados