lunes, 9 de abril de 2018

Creer en la dignidad del otro

Me recuerdo escandalizado de jovencito por un compañero de trabajo que cazaba pajaritos y explicaba a todo el mundo cómo cocinarlos y que afirmaba que a sus hijos no los iba a escolarizar, sino que les enseñaría en casa.

Me recuerdo diciendo palabras como "socializar" (¡con lo fea que es esa palabra y lo bonita que es hacer amigos!) y poniendo a los pájaros a la misma altura que los niños.

Me siguen gustando los pájaros y los colegios, pero más me gustan la libertad de los hombres para enseñar y comer lo que quieran y, sobre todo, la dignidad que los pone por encima de cualquier otra cosa que se me ocurra, ya sea el Estado, el arte, el progreso, la ciencia, el orden, etc.

Tan importante y digno es el hombre, que el verdadero pecado es tratarlo como una cosa y un animal, es decir, privarlo de libertad y dignidad.

Esas cosas pienso cuando alguien quiere obligatoriamente escolarizados y estabulados a niños y adolescentes, o cuando valora más la vida de un perro que la de un ser humano concebido, o cuando quiere prohibir que la gente difunda y manifieste sus ideas y creencias, o cuando, en fin, no cree en la libertad y la dignidad de los otros, porque, en realidad, solo creen en las suyas.



1 comentario:

Dyhego dijo...

Don Epifanio:
el totalitarismo acecha y nunca descansa.
25 neutonios libres.