miércoles, 2 de enero de 2019

Frecuencia modulada, de Víctor Jiménez

Uno de los placeres más gratos de este verano ha sido leerme Frecuencia modulada (Premio Paul Bekette de Poesía, 2017), poemas deliciosos, delicados, maestros e intensos de Víctor Jiménez.

Cada poema viene precedido de los versos de una canción conocida que parece indicarnos el tono y la actitud, aunque no necesariamente el contenido. Ese hilo conductor de las canciones añade aún más unidad al poemario.

Víctor Jiménez es un maestro del verso, en el que nada con la elegancia de un delfín. Salta de lo blanco a lo rimado, del endecasílabo al octosílabo, de la décima al soneto y al sonetillo... Y en cada forma escancia el contenido adecuado o, tal vez, habría que decir que a cada contenido le asigna la forma que más le cuadra. Tanto en los poemas sin rima como en los rimados, el rasgo esencial es la fluidez y la naturalidad, que es la virtud de los poetas ya consumados: aun cuando un poema haya sido escrito con sangre y lágrimas, tiene que parecer que ha salido espontáneo de la boca de un cantor.

Los poemas comienzan con una tonada que muchas veces se vuelve sinfónica a los pocos versos pero terminan siempre con versos estupendos ("Y bien lo saben tus tacones", "por si se acaba la música", "nunca duró la primavera tanto", y un bellísimo etcétera).

Me gustan todos los poemas tanto, que renuncio a decir los mejores. Pero dejo este como muestra de cómo un poeta ha adquirido oficio para ser digno de la alta inspiración que recibe.Es un soneto gozoso y vitalista, como me gustan a mí los sonetos, con rimas que no son fáciles pero tampoco estridentes y con capacidad para innovar y sorprender a pesar de las muchas exigencias métricas y sonoras que impone un soneto a la libertad creativa.

Era un buen día para alzar el vuelo.
Un día espléndido de sol y playa,
cuando parece que la luz estalla
y todo resplandece bajo el cielo.

Un día para no pisar el suelo
y saltar la razón como una valla,
para escuchar la voz que siempre calla
y desatarse el corazón y el pelo.

Estábamos los dos y el mar estaba
subiendo con su espuma como el cava,
levantando su copa por nosotros.

Pero cuándo hay más cera que la que arde...
Pronto nos vino a recordar la tarde
que nuestras vidas eran ya de otros.

Gracias, pues, Víctor, por este libro tan bien concertado, nunca mejor dicho.

Ex corde,
Jesús Cotta

2 comentarios:

Unknown dijo...

Querido Jesús, te agradezco enormemente la lectura y tu espléndida y generosa reseña de mi poemario "Frecuencia modulada". Feliz 2019. Mi abrazo fuerte. Víctor

Jesús Cotta Lobato dijo...

Ha sido un placer.