viernes, 1 de marzo de 2019

El concepto fatuo y vacuo de heteropatriarcado

Mientras que los dogmas de la religión cristiana, descritos en el credo, no pretenden describir la realidad física, química, sociológica o psicológica, los dogmas ideológicos se presentan como científicos y niegan los hechos que los contradicen. Por ejemplo, el feminismo actual afirma que vivimos en un heteropatriarcado. Yo he oído decir esto a hombres cuyo jefe es una mujer y a mujeres que se mueven en hospitales y colegios donde el hombre que más manda es un conserje. Pero ¡ay de ti si afirmas que no existe tal heteropatriarcado! Entonces eres negacionista o un machista típico del heteropatriarcado, igual que para el marxista es fascista quien no esté de acuerdo con la lucha de clases. Los ideologizados tienen sambenitos con los que intentan desacreditar al oponente, sin necesidad de refutarle los argumentos.

Pero, digo yo, ¿qué es exactamente un heteropatriarcado? ¿Una sociedad donde los puestos de mando los tienen hombres heterosexuales? ¿Y eso por qué sería malo? Si han llegado a esos puestos porque son valiosos y profesionales y a nadie han puesto la zancadilla, bendito sea Dios. Pero supongamos que es malísimo que tantos varones heterosexuales tengan puestos de responsabilidad y poder: ¿cómo lo podríamos remediar? ¿Sería la sociedad mucho más feliz si en los puestos de mando o de autoridad hubiera bisexuales, lesbianas y transexuales? ¿Dirigirían ellos mejor las empresas, las familias y los cotarros por el hecho de tener otra tendencia sexual? ¿Tan importante es la tendencia sexual, el sexo biológico o el género para merecer autoridad? ¿Dejará de haber abusos, explotación, engaño o competencia desleal si los que mandan dejan de ser heterosexuales y varones?

¿Significará entonces heteropatriarcado una sociedad donde ser varón y heterosexual es una fuente de poder y privilegio? ¿Y eso cómo se mide? ¿Cómo se puede comprobar con datos la existencia de una sociedad de esas características? Y si eso fuese cierto, ¿cómo sobreviven empresas, familias y partidos consintiendo un plus de poder y autoridad a un tipo incompetente solo por ser macho y heterosexual y no a hembras lesbianas competentes?

En fin, podría seguir, pero me cansa luchar contra un molino de humo.

4 comentarios:

Dyhego dijo...

Don Epifanio:
creo que los eslóganes simples (o simplistas) y fáciles (facilones) que son auténticas obras de arte por su efecto persuasorio y contundente, pero la mayoría no reflejan los "grises". La vida y la sociedad no es blanca o negra.
El "heteropatriarcado" es una palabra muy cómoda, efectiva y moderna, y se utiliza como condimento en cada salsa. Igual que este año se lleva en cosmética el "argán" (el año pasado fue la oliva, el anterior la almendra, el anterior la yuca, el anterior el sésamo, etc). Este año toca "heteropatriarcado, empoderamiento, visibilidad, sororidad y alguna más".
Son conceptos abstractos que sirven para todo y para nada. Abarcan conceptos justos y conceptos ridículos.
Lo peor de todo, como siempre, es que hay un repartidor de etiquetas que se cree con el poder y la razón absolutos.
Es "heteropatriarcado" lo que a mí me dé la gana. Es "fascista" quien a mí me dé la gana. Es "feminista" quien a mí me dé la gana. Etcétera.

25 neutonios colorines.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Don Dyhego, ¡usted es el que debería dar las charlas en los institutos! Lo ha clavado usted.

25 neutonios libres

Anónimo dijo...

Como dice don Dyhego, los eslóganes son simplistas; yo prefiero llamarlos consignas, ya que "eslogan" me remite más al ámbito comercial y "consigna", al ámbito político, que es donde nos estamos moviendo, pero viene a ser lo mismo: formas de reducir la realidad, de estrecharla, de someterla a un maniqueísmo simplón y vacío, furioso y feroz, que arrasa con los grises, con los mil y un recovecos de la personalidad y las relaciones.

Respeto el derecho de toda persona a ser tratada con dignidad, independientemente de si tiene la combinación cromosómica XX o XY, a gozar de las oportunidades que por mérito y trabajo merece, a que su labor sea recompensada con justicia y, en caso de estar desprotegida o en una situación de vulnerabilidad demostrable por cualquier causa (salud, origen económico, orfandad, paro, malos tratos, etc.), a ser ayudada y apoyada por los poderes públicos, y diría más: creo que cualquier persona con dos dedos de frente apoyaría todo esto. Entonces, ¿por qué la crispación?, ¿por qué la victimización?

Me asusta, lo digo en serio. Me asustan las trincheras, la división entre buenos y malos a la que estamos asistiendo, la terrible polarización que cada vez es más patente en nuestra sociedad. Mucho me temo que no puede traer nada bueno y que, como diría la famosa maldición china, nos esperan tiempos de lo más interesantes. Pero es que la vida no es un libro de Tolkien (y a mí me encanta Tolkien, que conste), donde sabemos que Sauron o Morgoth son los malos malísimos y Aragorn, Frodo o Gandalf son buenos buenísimos. La vida y la realidad son demasiado complejas para dividir entre blanco y negro de forma tan tajante, para buscar villanos execrables y héroes épicos (que están geniales en la literatura, pero no fuera de ella). "We don't need another hero", en serio, no más mitología barata que nos haga sentir moralmente superiores.

Mientras tanto, yo sigo aquí, en mi zona gris.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Anónimo, la crispación se debe, a mi modo de ver, al deseo de que la única marginación visible sea la que se pueda interpretar como causada por el machismo, para que la víctima por excelencia parezca ser la mujer por ser mujer. Es una búsqueda de privilegios.

Seguiremos en los tonos grises y resistiremos. Un cordial salud.