lunes, 22 de junio de 2020

Los extraños caminos de los libros

Un día, en una cena informal, salieron entre copa y copa temas delicados acerca de sexo y religión y, como yo creía estar entre gentes de bien que permiten la libertad de pensamiento, expuse el mío con la misma franqueza con que ellos exponían el suyo: nada del otro mundo. Y ese fue mi pecado: mi pensamiento les frunció las cejas y a uno de ellos en concreto lo alteró tanto que me mandó literalmente a la mierda.

Lo lamenté mucho Lo que son las cosas: seguramente no se habría comprado ese libro mío de haber tenido yo antes esa discusión con él.porque era una persona que yo apreciaba y que disfrutó mucho con mi novela de Las vírgenes prudentes y se la leyó con tal detalle que me corrigió un anacronismo en el que nadie había reparado.

Pero, un día, quizá para desprenderse de todo lo mío, le dio mi novela a un amigo suyo, que lo es también mío, y este amigo mío la disfrutó como un enano.

Le agradezco que no tirara el libro. Le dio una segunda oportunidad. Supo distinguir entre la obra y el autor.



2 comentarios:

Dyhego dijo...

Don Epifanio:
siempre se ha dicho que se odia lo que no se tiene. Quizá ese individuo lo odia a usted tanto porque le recuerdo lo que no tiene.
25 neutonios desenviadia2.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Don Diego, el caso es que no me odiaba. Era un hombre que me apreciaba bastante hasta que no estuve de acuerdo en un asunto, por lo demás, bastante alejado de los dos. Yo creo que sencillamente hay personas que sienten tan suyas sus ideas acerca de asuntos políticos y éticos, que perciben como enemigas a las que disienten. Desde luego no es el caso de usted ni el mío. Reciba usted mis neutonios más cálidos.