Inauguré el verano el 3 de julio de 2020 con mi amigo el editor José Luis Trullo, que lo sabe todo sobre aforismos. Y me comentaba él cómo había frases que dichas por alguien al azar lo habían marcado más que el mejor aforismo, aunque no nacieron precisamente con vocación de aforismos, y que desde entonces él las repetía porque venían como anillo al dedo en muchas circunstancias. Una de esas frases era “¡Que se entere todo el bloque!”, gritado en una discusión doméstica por una mujer cuyo marido le pedía que bajara la voz.
Yo tengo otra. Resulta que un cabrero le pidió a una allegada de mi familia permiso para que las cabras pastaran por sus tierras y a cambio le regalaría al cabo de la temporada un chivo. Pues bien, he aquí que, cuando las cabras se hubieron beneficiado bien de todo ese pasto, el cabrero le dijo. “¡Qué pena más grande tengo! ¡Tu chivo se ha caído por un barranco y se ha matado!” y así fue cómo esta allegada mía se quedó sin su chivo, porque al parecer el único chivo que se había matado, de los cientos que tenía, era el que le correspondía a ella.
En mi familia usamos esa frase muchas veces, cada vez que queremos endilgarle a alguien la peor parte de un lote (la tostada quemada, el bolígrafo que no pinta, el número de lotería que no ha tocado, etc.)
Seguramente surgieron así esos refranes que utilizamos y que ahora no entendemos como “éramos pocos y parió la abuela” o “de perdidos al río”.
Hace unos cuatro años estaba yo repartiendo los diccionarios de latín a mis alumnos y a uno de ellos le tocó el más roto y desencuadernado. Y yo le dije: "Tu chivo se ha caído y se ha matado". Pero él le dio una maravillosa vuelta de tuerca y a mí una hermosa lección: "Profesor, me ha tocado el diccionario de la suerte".
Y desde entonces todos los alumnos querían usar ese diccionario para el examen.
4 comentarios:
Jesús, qué bueno lo del chivo. Mi madre tiene una anécdota parecida. Siendo joven salió una tarde con sus amigas y una de ellas llevaba, como mi madre, un duro. Al no tener bolsillos e imagino que no llevaría bolso, se lo dio a mi madre para que se lo guardase. Cuando fueron a echar mano del dinero, no había más que un duro y mi madre tan tranquila, le espetó: Charo se me ha perdido tu duro. Lo dijo sin maldad, mi madre siempre ha sido así de simple. Al final repartieron las pérdidas
¡Vicente, no sé qué frase me gusta más, si la del duro o la del chivo! Yo creo que habría reaccionado igual que tu madre. Un abrazo grande.
Don Epifanio:
parecido a cuando en la mesa falta un cubierto, y siempre es el del que se va a sentar... Con lo que tiene que levantarse y buscarlo...
25 neutonios cabreros.
Su cubierto se ha caído y se ha matado. 25 neutonios ovejeros
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