Cuando me presenté por vez primera a las oposiciones, un miembro del tribunal se durmió durante parte de mi exposición, lo que me escoció especialmente. Aprobé el curso siguiente las oposiciones y solo un año después me llamaron para formar parte de un tribunal de oposiciones. Y he aquí que durante la exposición oral de un opositor me dormí y un compañero me tuvo que dar un par de legitimísimos codazos y, pellizcándome a mí mismo y bebiendo agua, logré mantenerme despierto.
Todo el resentimiento que guardaba hacia aquel miembro del tribunal que se me durmió cayó sobre mi cabeza como una mancha indeleble de betún que aún no he logrado limpiarme. Igual que los generales romanos en el desfile de la victoria tenían al lado a un esclavo recordándole que era mortal mientras la multitud lo bañaba de vítores, voy a decirle a mi ángel que, cada vez que considere intolerable un defecto ajeno, me recuerde que me dormí durante aquella exposición de un opositor que se estaba jugando su futuro.
4 comentarios:
Preciosa y humana historia. Y maravillosa exposición de humildad.
Un abrazo,
E.
Don Epifanio:
seguro que lo pasó usted mal.
Nunca está uno libre de caer en alguna tentación, aunque sea la del sueño.
Salu2.
E, reciba también usted mi abrazo
Don Diego, reciba usted mis neutonios
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