Ayer, leyendo la Odisea con mis alumnos de cuarto de ESO, nos dijo Homero: "Cuando apareció la hija de la mañana, la Aurora de rosados dedos", y entonces me entretuve con ellos en decir formas en español de amanecer (alba, aurora, alborada, rayar el día...) y, ya puestos, atardecer (ocaso, lubricán, ponerse el sol...). Les dije que el amanecer era rosado y el atardecer rojo, en lo que no estuvieron todos de acuerdo. Y entonces les pregunté qué preferían, si el amanecer o el atardecer. Eran veinte chicos de dieciséis añós, en la edad de levantarse tarde si pueden, y ganó el atardecer por goleada: catorce frente a seis. Alguno hubo que me dijo que solo veía el amanecer cuando tenía que madrugar para ir al instituto y que, claro, lo asociaba a un mal momento. Además, el atardecer es más romántico, lo que cuadra más con los adolescentes. Pero a Homero y a mí y a seis alumnos míos lo que nos gusta es el amanecer, cuando la Aurora de rosados dedos abandona las sábanas y alumbra todas las cosas. Homero presenta con una divinidad el amanecer y no el atardecer, tal vez porque la luz procede de los dioses, pero no la oscuridad.
11 comentarios:
Muy interesante, profesor. Supongo que la elección está relacionada con la edad, debido a que el adolescente "va en dirección" al atardecer de la vida, previamente pasando por el cénit de la juventud, el momento cúspide donde se ha desarrollado la persona en todos sus aspectos; mientras que el adulto que ya llegó al ocaso y presume que se acerca la oscuridad de la noche, desea en su fuero íntimo regresar a horas tempranas y "volver a vivir" un nuevo día, una nueva oportunidad, tal vez por ese gen interior manifestado por el sabio rey Salomón en Eclesiastés 3:11, de que "Dios ha puesto la eternidad en el corazón de los hombres".
Rubén, ¡ha dado usted en el clavo! Yo no podría haberlo dicho mejor. Yo, como ya voy para viejo, prefiero el amanecer porque me pone por delante todo el tiempo. Reciba usted toda mi simpatía.
Pues a mi me gustan los dos por igual. Es hermoso ver el rosado amanecer y también son bellísimos esos atardeceres de septiembre en la playa. Al atardecer dedicó Virgilio esos versos del libro II de la Eneida "et iam nox umida praecipitat et cadentia sidera suadentque somnos". Cito de memoria, perdón si me equivoco.
Vicente, cuando has citado a Virgilio, acabo de recordar que siempre has sido poeta de corazón y de mente. Qué versos tan bellos los de nuestro Virgilio.
Don Epifanio:
prefiero el atardecer. Y, si es en el mar, mejor. Los rojos son más intensos, estoy más predispuesto a apreciarlo, el tiempo parece que se detiene.
El amanecer es más rápido y las prisas me hacen que no pueda apreciarlo.
Eso sí, odio el cambio de hora, que lo trastoca todo.
25 neutonios vespertinos.
Amanecer, sin duda. La edad, querido profesor, la edad...
Amanecer,
el día por delante:
la vida ahora.
Don Diego, es cierto que el mar todo lo mejora... 25 neutonios crepusculares
¡Colega Javier, la edad, en efecto! El atardecer me recuerda a... eso, el ocaso. Olé por el haiku
Hay ahora en muchos lugares un un punto para ver el "sunset". Adolescentes o no paran y contemplan. Es buena moda. En lo que no coincido es en el color; los atardeceres en el mar tienen una transición en lila, rosa, antes del naranja y fuego, y violeta otra vez. Difícil explicarlo. Saludos, Costa.
Cotta*
Lolo, qué capacidad tienes para traducir en nombres de colores algo que se escapa tanto a las categorías como una puesta de sol. Gracias.
Publicar un comentario