Don Epifanio: en este poema es muy tierno el despertar de un bebé. Pero en poesía. Recuerdo con auténtico horror y desesperación las noches que me daban mis hijos. 24 neutonios sin llantos.
La seguidilla preciosa, Jesús. En cuanto al comentario de Dyhego, estoy de acuerdo. Yo tengo cuatro hijos, tres en tres años, así que más de una noche había doblete. Aún así, recuerdo perfectamente una noche en la que, medio dormido, le daba un biberón a la pequeña de mis hijas, con lo que yo ya tendría cuarenta y dos años. Estaba loco porque acabara y volver a la cama, pero al mismo tiempo, ese momento en el silencio de la madrugada con mi hija en mis brazos me hizo pensar que ella jamás recordaría el esfuerzo que en ese momento hacía yo por ella del mismo modo que yo había olvidado cuantas cosas habrían hecho mis padres por mí. Ese pensamiento mi hizo quererlos más. Un saludo.
Don Diego, cuando el niño se ríe a medianoche puede ser desesperante. Pero quizá a un abuelo encantado con su nieto le gustaría un poco más y se le podría haber ocurrido esa seguidilla. Un abrazo superneutónico, don Diego
5 comentarios:
Don Epifanio:
en este poema es muy tierno el despertar de un bebé. Pero en poesía. Recuerdo con auténtico horror y desesperación las noches que me daban mis hijos.
24 neutonios sin llantos.
La seguidilla preciosa, Jesús. En cuanto al comentario de Dyhego, estoy de acuerdo. Yo tengo cuatro hijos, tres en tres años, así que más de una noche había doblete. Aún así, recuerdo perfectamente una noche en la que, medio dormido, le daba un biberón a la pequeña de mis hijas, con lo que yo ya tendría cuarenta y dos años. Estaba loco porque acabara y volver a la cama, pero al mismo tiempo, ese momento en el silencio de la madrugada con mi hija en mis brazos me hizo pensar que ella jamás recordaría el esfuerzo que en ese momento hacía yo por ella del mismo modo que yo había olvidado cuantas cosas habrían hecho mis padres por mí. Ese pensamiento mi hizo quererlos más. Un saludo.
Don Diego, cuando el niño se ríe a medianoche puede ser desesperante. Pero quizá a un abuelo encantado con su nieto le gustaría un poco más y se le podría haber ocurrido esa seguidilla. Un abrazo superneutónico, don Diego
Vicente, ese pensamiento mismo lo he tenido yo muchas veces: "si mi madre hizo todo eso por mí, yo también por los míos". Un abrazo, querido amigo
Qué barbaridad de bonito.
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