lunes, 17 de noviembre de 2014

Irene y el eco

Me ha dicho un pajarito por teléfono que su hija pequeña, llamada Irene, disfruta con mis poemas de Menos la luna y yo.

Desde hoy la nombro mi lectora favorita y, cuando esté triste, me la imaginaré correteando inquieta, guapa, saltarina y volatinera por la casa con mi libro de colores en sus manitas, que Dios bendiga.

Y si escribo otro libro de poesía, a ella le dedicaré uno que sea tan gracioso y bonito como ella.

Por ahora, le regalo este que compuse sobre el eco. A partir de ahora, ella será la niña que llama al eco.

Debajo de la encina
jugábamos al eco
con el monte de enfrente
y la pena muy lejos.

 “¡Eco!”, gritaba un niño
y respondía el eco
gritándolo más fuerte
contra los cuatro vientos.

Los pájaros volaban
en busca del silencio
y el eco los traía
a nosotros de nuevo.

“¡Vente!”, gritó una niña
con los brazos abiertos
y él respondió que sí
con un poco de miedo.

Nos siguió hasta la casa,
pero no quiso el viento
que entrase por la puerta,
porque era el eco, el eco.

2 comentarios:

Dyhego dijo...

Don Epifanio:
Que el eco no deje de resonar.
24 neutonios ecolálicos.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Y que nunca se muera el niño que llevamos dentro. Neutonios infantiles