lunes, 21 de septiembre de 2015

Teresa, mon amour

Circulan por ahí dos imágenes tópicas de santa Teresa de Jesús: la Teresa conventual del cuadro con aureola y en papel de Biblia, y, como reacción, la Teresa histérica o epiléptica o sexualmente reprimida. Son dos tópicos típicamente masculinos.

Pero santa Teresa no era una mujer al uso. Es difícil encasillarla y por eso todos lo intentan, porque no saben qué hacer con ella: o feminista o beatona o fanática o loca o empresaria o visionaria. Pero Teresa es tan difícil de encuadrar como Frida Kahlo o Juana de Arco. Me atrevería a decir que en algunos aspectos es una mezcla de las dos, pero sin el horror de Frida ni la espada de Juana. Como Frida, hace un retrato íntimo de sí misma y, como Juana, propaga un incendio por el mundo.

Teresa es un torrente femenino atemporal, un grito de las grandezas desconocidas. Fue una escritora original, elegante y salvajemente sincera, que incluso escribió en su juventud una novela de caballería; fue fundadora de una orden centrada en el amor, la contemplación y el gusto por la naturaleza y las cosas pequeñas; y, sobre todo, fue una mujer audaz y enamorada del Dios de las Caballerías, del águila caudalosa, y todo eso con su gracia, su belleza y su fascinante sencillez. Eso es Teresa.

Para poder ser esas tres cosas tuvo que convertirse en una mujer de acción que luchó contra gigantes y malandrines, como los caballeros andantes que a ella tanto le fascinaban, antes de que Cervantes se los cargara con su realismo. Mientras que los hombres fundaban ejércitos, como san Ignacio con sus jesuitas, o revoluciones fanáticas, como Calvino con la hoguera donde quemó a Miguel Servet, santa Teresa creó algo más bello, femenino y delicado. Tuvo en su contra el ser mujer, pero si no hubiera sido mujer, no lo habría hecho.

A santa Teresa no la entendieron en su época ni después. En su época achacaban sus visiones al demonio y en la nuestra las achacan algunos a la enfermedad o el sexo. Ha tenido mala suerte nuestra Teresa, porque en su época se veía la cola del demonio en todas partes y en la nuestra la del sexo y la enfermedad.

Santa Teresa era una loca de Dios, del amor y de la libertad. En su época no entendían esa libertad y en la nuestra no entendemos a Dios. Y la suya y la nuestra no entienden el amor. Pero eso es Teresa.

Me enorgullece que hace unos años Jabo H. Pizarroso, el editor de Mono Azul, cuando aún no era el cuarto centenario de la santa, me encargase realizar esta antología.

A él y a ella mi gratitud y mi amistad.

2 comentarios:

Dyhego dijo...

Don Epifanio:
Yo creo que se intenta dar una explicación racional a sus "éxtasis". Desde luego cada "investigador" propondrá su teoría.
Hay gente a la que le basta la fe. Otros no entienden la fe, y necesitar buscar una explicación científica.
Me leí en su día la recopilación de poemas que usted hizo y su estudio.
Interesante y enriquecedor.
25 neutonios extáticos.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Don Dyhego, creo que el error de algunas explicaciones es creer que la experiencias de un sujeto se reducen a lo que podamos decir de ellas estudiándolas como un objeto. 25 neutonios de místico a místico