Federico García Lorca, tú,
el niño grande que al final del cuento
ya no viste el cañón que te apuntaba
ni sentiste patadas en el pecho
ni estrellas que miraban a otro sitio
ni el insondable foso de tu miedo;
sino a la Virgen con sus siete espadas
a hombros de sarasas y toreros
que lloraban por ti, novio de España,
y un ángel te bordaba en su pañuelo
con gorriones saliendo de tu boca
y arrastrando tu alma contra el viento.
Federico García Lorca, tú
que fuiste todo para todo el pueblo,
tú, que lidiaste bestias ideológicas
y no les revelaste tu secreto;
que en labios de mi madre me has mecido
y hoy bendices mi barba con un beso,
que escribes óperas de estrellas por
los siglos de los siglos y los versos;
tú, ruega por nosotros, los poetas
para que hablemos sin bozal ni miedos
contra la oscuridad que acecha al mundo
y a favor de lo bello e indefenso
ahora y en la hora de la muerte,
así en la tierra como en el cielo.
Así sea.
De mi libro Niños al hombro
2 comentarios:
Don Epifanio:
aún estoy a medias de leer su poemario.
Federico siempre es actualidad y sus versos y teatro imperecederos.
Bueno es recordarlo y necesario recordar su injusta muerte (lo que no quiere decir que las demás no lo fuesen también, claro).
25 neutonios lorquianos.
Don Dyhego, nosotros habríamos sido buenos amigos suyos. 25 neutonios verde que te quiero verde
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