jueves, 2 de mayo de 2013

No me convencerás aunque me convenzas

Οὒ με πείσεις κἄν με πείσῃς.

 “No me convencerás aunque me convenzas”.

 Es una máxima griega con la que me identifico.

A veces hay gente que me convence de un asunto con argumentos la mar de razonables e irrefutables, pero algo en mí me dice que no, que eso no está bien, que no sería lo deseable. A veces ese algo no es más que prejuicios o cabezonería, pero me gusta pensar que otras veces es un sentido del bien que aún no ha encontrado argumentos para combatir.

A mí me pasa eso cada vez que alguien, con argumentos acerca de la libertad y la responsabilidad, etc. logra convencerme de que lo mejor es dignificar la prostitución legalizándola porque es un trabajo supuestamente tan digno como otro cualquiera. Me convencen, sí, pero es imaginarme a una niña decidiendo si ser de mayor médico o prosti ¡y me da un repelús!

7 comentarios:

Dyhego dijo...

Don Epifanio:
¿Qué ve usted de malo en regular la prostitución?
Entre otras cosas, se evitaría la trata de blancas.
No pretendo convencerlo a usted, que conste. Desde luego perseguir a las prostitutas no sirve de nada y multar a los clientes me parece estúpido.

25 neutonios inmacula2.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Don Dyhego, tiene usted toda la razón. Precisamente de eso se trata: le doy a usted la razón, pero con una carta bajo la manga. 25 neutonios medio convencidos.

Anónimo dijo...

¿Tendrá este pensamiento con el que nos deleita usted hoy algo que ver con el unamuniano "venceréis pero no convenceréis"?

Un suponer ...

(y perdone la intromisión)

Jesús Cotta Lobato dijo...

Anónimo, aunque ambos pensamientos puedan parecerse, yo creo que la máxima griega y la profecía unamuniana apuntan en diferentes direcciones. Unamuno, en mi opinión, quería decir que, aunque los nacionales iban a ganar en el campo de batalla, iban a perder en el campo de las ideas, como de hecho así fue, mientras que la máxima griega no habla de un combate entre la razón y la fuerza, sino de un combate de argumentos. Un saludo.

lolo dijo...

Creo que lo que chirría detrás del argumento que aboga por legalizar la prostitución es que una prostituta no es, ni creo que se considere, una trabajadora del sexo. No puede legalizarse algo que es en sí bueno. Lo demás son relaciones de poder y mercantiles que tienen que regularse. Y también yo me guardo una carta.

Amparo dijo...

Efectivamente el problema creo que estriba en que la prostitución, por mucho que sea el oficio más antiguo del mundo, no se considera un trabajo como otro. Si hubiera sido así ni siquiera se habría suscitado un debate sobre su legitimación. Y desde luego, creo que hay muchísimas mujeres que no han elegido dedicarse libremente a esto. Eso es quizás lo más sangrante.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Lolo, sí, quizá sea ese el punto de vista: distinguir entre el sexo, que está la mar de bien, y su comercialización, que es algo chungo. Y junto mi carta con la tuya, sin que nadie lo vea.

Amparo, ¡ahí le has dado! A nadie se le ocurriría plantearse si la fontanería es o no un trabajo digno.