jueves, 26 de febrero de 2015

José Antonio y Federico

Aunque la Guerra Civil se sigue librando en muchos libros, tertulias, periódicos y parlamentos, ya estamos en disposición de acercarnos a las personas que la protagonizaron y sufrieron y de alejarnos de las ideologías que las enfrentaron.

Sentir más o menos simpatía política por la causa de uno de los dos bandos o por algunos aspectos de esa causa es lógico, natural e inevitable, pero lo que no es lógico ni inevitable es juzgar a las personas concretas por el color del bando que prefirieron o en que les tocó estar. 

Una persona no es mejor o peor por ser de un bando, sino por lo que hace o deja de hacer. Una persona es algo más que su opinión política. Matar al inocente no es mejor si se hace en nombre de la causa roja que si se hace en nombre de la causa azul. Ni al revés. Lo objetivamente malo es matar, sea cual sea el color del verdugo y de la víctima.

Los que entienden esa verdad tan simple son los que mejor entienden un libro como Rosas de plomo. Y creo que José Antonio y Federico pueden ser nuestro Virgilio en el infierno del guerracivilismo y del maniqueísmo político.

Y aquí dejo una entrevista que me hicieron en el SUR de Málaga, mi tierra.

20 comentarios:

Dyhego dijo...

¡Ojalá contribuya a una reconciliación definitiva!
25 neutonios civiles, don Epifanio.

Anónimo dijo...

No he leído el libro, que por tanto no valoraré. Pero no me parece del todo verdad que la causa escogida (si realmente lo es, y no impuesta) no cuente para nada. Según. Pongo aquí enlace a un texto publicado en su día en el blog de Andrés Trapiello; como podrá verse, una de las fotografías que lo ilustran corresponde al traslado de los restos de José Antonio, en 1941, de Alicante al Escorial (el Valle de los Caídos no existía aún). Y se verá que las banderas que esperan el paso de esos restos son banderas nazis. El asunto daría, pienso, para algunas consideraciones, pero no las haré: la fotografía ahí está, y me parece sobradamente expresiva. El enlace: http://hemeroflexia.blogspot.com.es/2012/04/entre-miedo-y-asco.html

Jesús Cotta Lobato dijo...

Don Dyhego, me gusta pensar que usted y yo nos habríamos ayudado el uno al otro aun cuando estuviéramos en bandos contrarios. 25 neutonios reconciliadores.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Anónimo, si usted reduce el bando azul a la bandera nazi de la foto a la que me enlaza o considera que ese símbolo es lo más representativo de la causa azul (con toda la carga que eso conlleva: racismo, eugenesia, totalitarismo...), entiendo que considere que la persona que se adhiriera voluntariamente a esa causa tenga menos legitimidad moral que quien milite en el bando contrario. Pero entonces tiene usted que estar dispuesto a admitir la simplificación de que lo más representativo del bando rojo es la bandera soviética que el bando republicano exhibía a diestro y siniestro (con toda la carga que eso conlleva: hambruna provocada de Ucrania, terror...). Y entonces todos eran malos, estuviesen en el bando en que estuviesen. Pero si prefiere usted no simplificar, entonces quizá repare en dos hechos muy sencillos que le llevarán sin duda a dejar de juzgar a la gente por su bando: el primero es que una cosa es lo que el bando decía defender y otra muy distinta la razón real por la que cada cual prefería ese bando; y el segundo es que el hecho de que usted considere más noble defender, por ejemplo, la propiedad privada que abolirla, no significa que el que la defendiese tuviese más razón para matar al que pretendiese abolirla. Por todo ello, me reitero en lo dicho: solo juzgaré moralmente a las personas por los actos concretos que hicieron, no por la bandera a cuya sombra los hacían. Un saludo.

Blimunda dijo...

Jesús, he leído los comentarios y parece que te estoy viendo hablar en la cocina de Felipe y Almudena, gesticulando con las manos y abriendo mucho los ojos, con toda la inteligencia puesta en cada palabra, todo pasión y reflexión. Cómo echo de menos esos momentos...
Respecto al libro estoy deseando leerlo y te felicito por ofrecernos tus planteamientos abiertos a plena luz como si fueran un paisaje para la mente y no la cerradura de las banderas.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Blimunda, me encanta la descripción que haces de mí mismo, hecha sin duda por tu cariño. Estoy seguro de que, cuando nos dormimos, nos reunimos los seis con nuestros vástagos en un locus amoenus y allí departimos con la despreocupación de los dioses. Te deseo lo mejor y todo el sol de España y toda la prosperidad que os merecéis.

Anónimo dijo...

Como dije antes, yo me limito a aportar un dato que me parece relevante. No se trata aquí tanto de la "causa azul" como de una persona concreta, José Antonio. Y hay que recordar que no es lo mismo, ni puede serlo, quien se une a un bando obligado por las circunstancias, y acaso para salvar la vida (un ejemplo entre otros muchos: el de Manuel Machado en Burgos. Y soy consciente de que los hay en ambos bandos), y quien es protagonista de esos hechos que a tantos sólo arrastraron sin que su voluntad contase para nada. Recordaré algunos hechos históricos:

En 1933, Primo de Rivera comienza a interesarse por la ideología fascista. En febrero junto a Manuel Delgado Barreto (antiguo colaborador de su padre), director del diario conservador La Nación, lanzan el periódico El Fascio (...) Juntos forman el Movimiento Español Sindicalista, en cuya propaganda figuraba como subtítulo Fascismo Español (FE).

En octubre de 1933, José Antonio viaja a Italia, se entrevista con Mussolini y visita la sede del Partito Nazionale Fascista, con el propósito de obtener consejos e información para la organización de un movimiento análogo en España. Mussolini le regala un retrato firmado que Primo de Rivera colgará en su despacho junto al de su padre. Momentos antes de la entrevista declararía a un periodista: "Soy como el discípulo que va a ver al maestro".

Del discurso fundacional de Falange, del propio José Antonio: "Si nuestros objetivos han de lograrse en algún caso por la violencia, no nos detengamos ante la violencia. [...] Bien está la dialéctica como primer instrumento de comunicación, pero no hay más dialéctica admisible que la dialéctica de los puños y de las pistolas cuando se ofende a la justicia y a la Patria".

Véase la aplicación praćtica de dichos principios, en un documento interno de FE de 1934 (cito por Gil Pecharromán, "JA, retrato de un visionario" (1996): "Ejecución de la lucha: Divididos en escuadras y en contacto estrecho entre individuos de cada una de ellas, para que nunca quede ninguno aislado, se distribuirán estratégicamente, procurando rodear al contrario y, a una señal convenida del jefe de la falange, actuarán con la mayor violencia…".

Colaborador suyo (de JA) muy estrecho, sobre todo en los primeros tiempos, fue Ramiro Ledesma Ramos, "admirador del nacionalsocialismo y de Adolf Hitler, hasta el punto de imitar el peinado de este último".

En fin, podría hacer esto eterno, pero no serviría de mucho, me temo. JA fue fundador de un partido de ideología fascista, reconocida por él mismo, que preconizaba el uso de la violencia (y no tuvo inconveniente en ejercerla repetidamente). No es, sin más, una persona sin significación política a la que las circunstancias condujesen contra su voluntad.

Creo que todo esto es relevante a la hora de juzgar su actuación política. No unas siglas, sino qué significaban, para qué fue fundado el partido a que correspondían, y sus finalidades concretas y actuación práctica. Si nada de eso cuenta o importa, yo, sinceramente, ya no sé qué pensar.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Anónimo, ¡cuántas cosas! A ver por dónde empiezo.
Yo no niego el fascismo de José ANtonio, sino su maldad. Todas esas citas sobre la violencia que usted trae a colación podría usted ponerlas en boca de cualquier socialista o comunista de la época (cambiando "patria" por "clase explotada", por ejemplo), porque era moda entonces lo enérgico y lo viril (le invito a repasar las normas revolucionarias de las juventudes socialistas de la época). Pero lo que me hace juzgar a José Antonio o a Julián Besteirono es las ideas y proclamas que tenían o el ser jefes o miembros de un partido, sino sus actos concretos. Y entonces suscitan los dos todas mis simpatías, a pesar de sus posibles errores.
Por otra parte, el fascismo de José Antonio fue breve y fue menguando con el tiempo hasta desaparecer, porque su cristianismo era incompatible con él. Fue un error que cometió de buena fe, como tantos en esa época en que jóvenes idealistas se abrazaban a fascismos y marxismos.
En cuanto a Ramiro Ledesma, sí que era un fascista más radical y por eso José Antonio no se llevó bien con él y acabaron rompiendo. Pero recuerde usted que una cosa es Ramiro Ledesma y otra José ANtonio, como una cosa es Largo Caballero y otra distinta y mejor Julián Besteiro. Además, resulta que por aquella época los jóvenes fascistas y marxistas no conocían las atrocidades de Hitler y Stalin, sino que era tópico de los tiempos alabar los grandes logros del pueblo ruso, alemán e italiano. Pero José ANtonio no se entendía con Hitler. A su vuelta de ALemania declaró que no se podía entender con Hitler porque "no cree en Dios".
Por todo eso, creo que lo adecuado es juzgar a José ANtonio, como a cualquier político, no por ser de un partido político que no nos gusta, sino por sus actos violentos concretos y siempre confrontándolos con sus muchos gestos generosos y de bondad, porque casi nadie es un perfecto ángel ni un perfecto demonio.Y entonces mi veredicto, al juzgar los actos de José ANtonio, es muy positivo. QUe fuese fascista es lo de menos. Ocurre más bien que el término de fascista ha pasado a ser "mala persona matajudíos raxista machista canalla". Ha pasado de ser un concepto político a un concepto moral.
Piense también que el talante de una persona hace que una ideología antidemocrática o perversa sea menos perversa. Estoy seguro de que el marxismo en manos de la madre Teresa de Calcuta no habría dado los resultados que dio con Pol Pot. Del mismo modo, el fascismo de José ANtonio no tiene nada que ver con el de LEdesma y el de muchos otros de la época.
Pasemos ahora a la famosa dialéctica del puño y las pistolas. Si usted se fija, dice lo mismo que las constituciones democráticas europeas: hay que recurrir al diálogo para resolver los problemas, pero si no queda más remeido que recurrir a la violencia para salvar la patria o los derechos humanos, entonces las constituciones prevén el uso de la fuerza. Lo que ocurre es que las mismas cosas dichas por un fascista y dichas por un demócrata no parecen las mismas.
Por todo ello, creo que, aunque todas sus observaciones son muy adecuadas, adolecen del defecto de seguir juzgando a la gente por su adscripción política. Un saludo

Anónimo dijo...

Bien; lo dejaremos ahí, porque es obvio que no vamos a ponernos de acuerdo. Me limitaré a observar que desde el mismo principio, el fascismo italiano (y no digamos el nazismo) recurrió a la violencia; baste recordar el caso Matteotti. Y fue declaradamente antidemócrático: en 1928 se prohibieron en Italia todos los partidos salvo el fascista. Éstos, y tantos otros, eran hechos públicamente conocidos, que José Antonio no podía ignorar.

Por lo demás, es condición básica de la democracia el que es EL ESTADO quien tiene el monopolio de la violencia, regulado por la ley; comparar eso con las actitudes fascistas es, en mi opinión, no querer ver la realidad.

Yo, y termino, soy partidario de la reconciliación; pero no a base de olvidar o falsear hechos históricos que, me parece, tienen una significación muy clara. No es cierto, como decía al principio, que la causa escogida no cuente para nada. Quien en 1933 se apuntaba a un partido de orientación reconocidamente fascista, y no digamos quien lo creaba, no podía no saber que la violencia contra quien simplemente PENSABA distinto (Matteotti era diputado socialista y opuesto a la violencia fascista, y eso fue lo que le costó la vida) era parte, y parte públicamente proclamada, del modo de actuar del fascismo. Mi desacuerdo no es con unas siglas o con una adscripción política; es con HECHOS que me parecen inaceptables. No se trata de lo que yo piense acerca del fascismo; se trata de lo que el propio fascismo proclamó públicamente y de lo que hizo.

Y digo lo mismo en el caso de JA; el documento interno de Falange que citaba ("actuarán con la mayor violencia", recuerdo) no deja dudas de que los actos violentos no se produjeron por desconocimiento de la jefatura o contra su voluntad, sino siguiendo sus expresas instrucciones. Y con eso, no con las siglas que sean, yo no puedo estar de acuerdo.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Anónimo, no niego nada de lo que usted dice. Me parece que, a lo largo de esta conversación, usted tiene la idea de que yo estoy negando la parte perversa del fascismo y le aseguro desde luego que no es así. El fascismo, como el marxismo, me parece una ideología perversa y repugnante. Una vez dicho esto, la pregunta es: la persona que abraza el fascismo o el marxismo, ¿en qué actos traduce sus creencias fascistas y marxistas? Y esos actos concretos, y no sus creencias, es lo que hay que juzgar. Así, por ejemplo, si usted tiene la creencia de que la propiedad privada es el origen de la injusticia, puede traducir esa creencia de varias maneras: una es matando a los propietarios y otra es fundando un partido democrático que urja a hacer expropiaciones. La segunda manera me parece más ética. Así es como creo que hay que juzgar a JA y a todo el mundo: qué actos concretos violentos provocó, secundó y protagonizó y por qué. Me da igual que lo hiciese por creencias fascistas o marxistas.

Anónimo dijo...

De acuerdo. Y yo ya he expuesto lo que me parecen pruebas de su "autoría intelectual" de hechos violentos -y no soy un historiador ni un experto, quienes sin duda podrían aportar muchas más. No supongo que para acusar a alguien se exija la prueba de que haya cometido actos violentos con sus propias manos; en otro caso, Hitler sería probablemente inocente. Pero termino; como dije, yo ya he expuesto mis razones, y citado mis datos y mis fuentes.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Anónimo, creo que hasta ahora no he entendido bien (no por su falta de explicaderas, sino por mi falta de entendederas) lo que usted me quería decir. Así que claro que coincido con usted en que, en la medida en que JA sea autor intelectual de lo paramilitar y violento de la Falange, es responsable de la violencia que ella desató y, por tanto, es legítimo juzgarlo por ello.
Dicho esto, ese mismo juicio se puede aplicar a muchos políticos de aquella época que, sin embargo, gozan de buena prensa sin que nadie los condene. Es quizá mi afán por defender lo de bueno y noble que había en JA lo que me ha llevado durante nuestra conversación a minimizar la responsabilidad que le toca en la violencia.
Payne dice con tino que JA entró en política con gestos enérgicos sin sospechar que la izquierda marxista se le iba a arrojar con tanta violencia y, cuando comprendió que no podía seguir conteniendo a los falangistas mientras los mataban, cerró los ojos ante las represalias, pero, si usted examina bien aquellos días suyos, verá que JA es, como decía Plutarco, un ciervo conteniendo leones. No niego, pues, la parte de violencia que se le puede achacar, pero afirmo la gran parte de violencia que con su actitud evitó.
También coincido con usted en el deseo de reconciliación y en que esta no se puede hacer olvidando lo pasado o mediante un maniqueísmo de buenos y malos. Creo que se ha de hacer viendo a las personas antes que sus colores políticos.
Reciba usted mi saludo y mi aprecio.

Anónimo dijo...

El grado en que yo creo disculpable a JA es distinto del suyo; yo no lo creo "un ciervo conteniendo leones", sino un león él mismo, que poco o nada tenía que aprender en cuanto a violencia, y aun hubiera podido dar más de una lección al respecto (y no digamos sus colaboradores y lugartenientes, que él mismo escogió o aceptó y que luego fueron sus herederos). Eso aparte, pienso que, efectivamente, en lo demás estamos sustancialmente de acuerdo.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Anónimo, llegados a este punto, me temo que de nada sirve discutir, porque usted encontrará muchos datos para apoyar su juicio moral sobre el personaje y yo otros tantos. La diferencia es que a mí ese tipo me cae la mar de simpático. Un saludo.

Paco dijo...

Interesante muestra de estos puntos de vista. Se aprende mucho más asistiendo a este tipo de conversaciones (me da cierto pudor llamarlo discusión por lo limpio de los argumentos y el respeto que os habéis tenido) que desde luego en algunas proclamas interesadas y demagógicas.

Por otra parte, aprecio mucho a Garcia Lorca: en principio por su forma de escribir y después por su forma de actuar. Y si resultase cierto lo que se cuenta en el libro, habrá que dar algún voto de confianza a José Antonio. No me imagino a Lorca frecuentando la amistad de un déspota.

Para finalizar, tengo un amigo falangista (y que sabe bastante de lo que se cuece en esos lares) que me cuenta que hubo un momento en que los falangistas no tenían tan claro en qué bando posicionarse, pues algunos de sus puntos coincidían con el ideario "rojo". Pero finalmente la quema de conventos y persecusión de religiosos les despejó todas las dudas.

Un abrazo.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Paco, en su vida privada José Antonio era muy distinto de lo que conocemos de su vida pública. En cuanto al ideario falangista, tenía muchos puntos en común con el rojo y de hecho José Antonio intentó ciertos acercamientos con los anarquistas. Pero la Falange era también muy conservadora en muchos aspectos, lo que impedía esos acercamientos. Reciba usted mi saludo.

Anónimo dijo...

Sólo ahora leo la entrada de Paco. Yo le agradezco a él sus palabras; ese respeto y esa limpieza no sé si estarán en mis notas, pero son lo básico, lo que debiera estar siempre. La discusión civilizada. Sin eso (que demasiadas veces, ay, falta), ¿qué nos queda que valga la pena? Quien no sabe escuchar no sabe aprender; eso pienso.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Anónimo, la verdad está muy bien repartida en muchas personas distintas y es, pues, lo sabio escucharlas, como usted dice. Un saludo.

LFU dijo...

Interesantísimo debate en el que coincido de la cruz a la fecha con el autor del libro, que me está gustando mucho.

Para acercarse lo más posible a la verdad histórica hay que intentar dejar a un lado los prejuicios adquiridos y tratar de eliminar del juicio los hechos aún no sucedidos o conocidos en el momento histórico concreto.

Todos sabemos hoy de los horrores del nazismo y también del comunismo. Pero en el año 39 Hitler fue nominado al Premio Nobel de la Paz y Stalin lo fue en el año 1945.

José Antonio tuvo una influencia fascista, entre otras cosas porque su padre copió algunos de los logros sociales de la Italia de Mussolini; también una influencia castrense y conservadora derivada de su cuna y también una influencia británica de su Nany. Fueron muchos los anarquistas que se acercaron a la falange, entre ellos el hermano de Buenaventura Durruti, Marciano, que se afilió a la Falange en Febrero de 1936.

Un saludo muy cordial

Jesús Cotta Lobato dijo...

LFU, no había visto su comentario hasta ahora, un comentario clarividente. Me gusta coincidir con usted.