Pero quince años después he tenido un sueño muy distinto. En una celebración familiar vi de pronto a mi padre que nos servía a todos el vino, pero solo yo lo reconocí. Y estaba joven, como cuando yo era niño y escalaba por sus piernas interminables. Me dio un abrazo tan cálido y tan fragante, tan real, que salí del sueño bendecido y curado del otro sueño para siempre.
Desde entonces le rezo como a un santo y, cuando me angustia el temor de que seamos tan solo átomos, vacío y miedo a la muerte, rememoro ese sueño y su abrazo.
Por eso me ha conmovido tanto este poema que he leído en un libro delicado, íntimo y misterioso de Carmelo Guillén: La vida es lo secreto.
EL TIEMPO QUE HE VIVIDO
El tiempo que he vivido a su lado me basta
para saber que todo: cada cosa que palpo,
o huelo, o miro viva, no tiene consistencia,
que si existe la vida, es después de la vida,
y que la muerte viene a morir hasta aquí,
en las cosas que palpo, o huelo, o miro vivas.
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