miércoles, 4 de junio de 2008

Matando un poco a Platón

Platón es un señor, pero en exceso aplasta. Hay un Platón dentro de mí que me ha propuesto como modelos ideales el buen profesor, el buen padre, el buen escritor... Y como nunca me acerco ni de puntillas a esos modelos, me he sentido muy frustrado. Pero una compañera de filosofía me abrió los ojos con esta sencilla frase:
"El ideal aplasta la vida".
Así que últimamente ando matando modelos. Prefiero a los modelos los valores como el amor, la generosidad, la comprensión. Ellos son en la lejanía estrellas que me guían, mientras que los modelos son personas maravillosas que me aplastan y que, para colmo de males, no existen.

martes, 3 de junio de 2008

Miguel Hernández y Onán

Sólo Miguel Hernández es capaz de expresar con tanta belleza, tanta rotundidad y profundidad una experiencia que los demás mortales se callan porque no hay manera digna de expresarla.

Ya se desembaraza y se desmembra
el angélico lirio de la cumbre,
y al desembarazarse da un relumbre
que de un puro relámpago me siembra.
Es el tiempo del macho y de la hembra,
y una necesidad, no una costumbre,
besar, amar en medio de esta lumbre
que el destino decide de la siembra.
Toda la creación busca pareja:
se persiguen los picos y los huesos,
hacen la vida par todas las cosas.
En una soledad impar que aqueja,
yo entre esquilas sonantes como besos
y corderas atentas como esposas.

lunes, 2 de junio de 2008

Pudor, belleza y desnudez.

Azorín, a través de Baltanás, o más bien, Baltanás, a través de Azorín, me ha dado un consejo tan sencillo como lúcido: poner una cosa después de otra sin mirar a los lados. Mañana empezaré a aplicarlo.
Hoy quería comentar una máxima de Nietzsche que dice así:
"Con la belleza de la mujer aumenta su pudor".
La interpreto del modo siguiente: la mujer bella se sabe observada, admirada y reclamada y, por tanto, lo que quiere es ser libre y por ello no luce demasiado sus encantos, para que la dejen tranquila los moscones. En cambio, la que no es tan bella tiene que enseñar mucha carne para que se fijen en ella, porque sólo así consigue que la miren.
Los filósofos han hablado muy poco de la ropa. Pero cada uno en su casa le da a la ropa la máxima importancia. ¡Si los espejos hablaran! Yo tengo mi teoría: damos tanta importancia a la ropa porque nos crea la ilusión de que estamos modelando este cuerpo serranito que no hemos elegido. Seguramente, en un mundo de cuerpos perfectos y voluntarios nadie se vestiría, porque cualquier cosa que nos pusiéramos encima sería más fea que la desnudez.

Los pájaros de la creación

Llevo dos años liado con una novela de ciencia ficción, de la que ya he hecho dos versiones, una por año y ambas fallidas. Y como a la tercera va la vencida, me doy este verano una última oportunidad y, si no lo consigo, secaré la higuera, porque no da fruto.
Es una auténtica tortura china tener muchas cosas que contar y muchos personajes que las hagan, pero no saber cómo organizar todo eso. Ya lo he probado todo: lluvia de ideas, dejarme arrebatar por las musas, fichas ordenadas por secuencias... y no consigo dar a luz.
Prefiero no pensar a qué dedicaría tantas energías mentales si yo no escribiera.
Un amigo mío psicólogo me dice que necesito compensar mi exceso mental con ejercicio corporal. Así evitaría uno de mis principales defectos: vivir en las nubes para luego darme un atracón de cuerpo que me sienta muy mal.
Mientras tanto, aquí sigo en las nubes de la ciencia ficción, a ver si cazo de una maldita vez uno de esos benditos cien pájaros y así al menos tendría uno en la mano.

domingo, 1 de junio de 2008

Cuchibambo

Cuando veo que se me pierden los alumnos con mis explicaciones de filosofía, me esfuerzo por poner ejemplos y, cuando no se me ocurre ninguno, recurro al cuchibambo. Me lo inspiraron unas Musas muy poco creativas cierta vez que no sabía cómo explicar la crítica de Hume al principio de causalidad. Supongamos que en cierta ocasión nos regalan una mascota de la especie del cuchibambo. Durante ese día le damos un paseo, un baño, le damos de comer... y de madrugada le da un síncope. Vamos, pues, al veterinario y éste nos pide un informe pormenorizado de lo que hemos hecho con el cuchibambo a lo largo del día. Cuando le detallo la dieta que le he dado a la infeliz criatura, el veterinario se indigna: "¿Tomate? ¿A quién se le ocurre darle tomate a un cuchibambo? El tomate para él es mortal".
Si antes no veíamos la conexión causal entre el tomate y el síncope del cuchibambo, después de ir al veterinario nos parece tan evidente como la que existe entre el cianuro y la muerte, lo que muestra, según Hume, que la conexión causal no corresponde a ninguna impresión sensible, sino que es creada por nuestra mente.
El cuchibambo me saca de muchos apuros, pues no sólo puede ser una mascota, sino una dimensión del espacio desconocida aún por nuestros sentidos, la cuchibambez; los cuchibambos han sido a veces unos indígenas de la selva o el nombre que se da en ciertas lenguas a un número a un mueble. En fin.
Todo esto viene a que unas alumnas mías, encantadas con mis cuchibambos, me han solicitado solemnemente que les dibuje uno antes de fin de curso. Y ahora estoy en un terrible aprieto: ¿cómo puedo dibujar la Cuchibambez en Sí, con lo mal que dibujo y con lo inaprensibles que son los cuchibambos? Si algún alma imaginativa puede sacarme del apuro, se lo pagaré en cuchibambos.