1. Los pueblos tienen los nombres de los apellidos de mis amigos. Ya sé de dónde vienen sus ancestros.
2. En los campos, viña, mies y girasol.
3. Pueblos pequeños con iglesias grandes. Los museos y las bodegas cobran; las iglesias, mucho más hermosas, no.
4. Aves rapaces señoreando el cielo.
5. Poca gente en las carreteras; en ningún lugar hay que guardar cola. Tratan bien al viajero. Nada de aglomeraciones y prisas.
6. En la iglesia de Santa María de Wamba el corazón se pone a cantar y, en su apabullante osario, a pensar en lo que a uno le espera. Gracias a Antonio, el guía de la iglesia, enamorado de la luz y la belleza, hemos aprendido con él mucho más que en un máster de arte. Por ejemplo, ahora sé que el mal absoluto es un león con cuernos en el inframundo.
7. Recomiendo la bodega Emina, de la empresa de Matarromera, en la Ribera del Duero, y en concreto el restaurante de la bodega. Nana y Pope os tratarán como a reyes. Y, al lado, el impresionante monasterio cisterciense de San Bernardo.
8. Dios, vino, castillos, chopos apuntando al cielo y cigüeñas en todas las torres, espadañas, silos y aljibes. Vine con intención de escribir prosa y solo me ha salido poesía.
9. En el hotel AC de la Rioja hay una sauna, un baño turco, una sala de musculación y una piscina climatizada. He disfrutado de todo eso yo solo, muy temprano.
10. Y en la piscina de nuestra anfitriona, por quien brindo y rezo, me he bañado todas las noches, cuando todos, menos la luna y yo, dormían. Las noches castellanas son recias, pero los chopos me llamaban al agua fría y ella me agradecía ese encuentro poniéndome más fuerte. Y os envío la fuerza, amigos, porque por el momento me sobra.
El mejor regalo del verano ha sido Castilla de manos de una amiga. A sus pies.
lunes, 25 de julio de 2011
viernes, 8 de julio de 2011
Del placer y el sufrimiento de correr
Antes me reía de los que hacían deporte en la calle. Qué ganas de sufrir, me decía ese fariseo interior que se cree puro y especial. Pero desde que dejé de fumar, me he habituado a correr varias veces por semana. Es un deporte barato, que no requiere infraestructura ni impedimenta. Solo piernas, calle y ganas. Voy con la música, bajo los árboles, al alba, por el parque, cuando en él solo hay gente que viene de la juerga, hombres buscando plan en rincones oscuros y alguna señora robando flores públicas para su casa.
Qué placer indecible dar zancadas sobre la tierra, sin pisar nunca las flores, si acaso, salpicándolas con un poco de sudor, y luego meter la cabeza bajo la fuente y abrir los brazos para abrazar al mundo y llenarse los pulmones del aire azul que Dios tuvo a bien regalarnos en esta su esfera diamantina y favorita.
No me gusta correr cuando hay mucha gente. Me sigue dando vergüenza mostrarme sudoroso y con cara de esfuerzo y sufrimiento. En fin, la hidalguía que uno aprendió de niño. Pero he descubierto el valor del sufrimiento voluntariamente infligido. He comprendido al faquir en su cama de pinchos, al samurái en sus pruebas de dolor y privaciones, al ermitaño y al santo que mortifican su carne... A su lado me siento un poco miserable porque el sufrimiento que me inflijo es por razones materiales, mientras que ellos lo hacen por razones espirituales, que son más elevadas.
Por eso, a partir de hoy, correré y el esfuerzo y el sufrimiento se los envío a Dios envueltos en flores y plegarias para que, si tiene a bien transformarlos en bienes, amor y salud, los reparta a quien esté más triste y desesperado, a quien esté muriendo a solas, a quien haya perdido la esperanza.
Así regresaré a casa no solo más sano, sino, quizá, ojalá, más bueno.
Y a Dyhego, felicidades por la imitación que ha hecho de mí. Es todo un maestro.
domingo, 3 de julio de 2011
Letrilla satírica de mi hermano Daniel Cotta Lobato
LA LEY ANTIFUMADORES
¡Oh bondadoso Gobierno
que, contra el viento y las olas,
cuidas con celo paterno
de españoles y españolas!
Como un padre protector
del occidente de Europa,
prohíbes al fumador
fumar tomando una copa.
Y hoy miran con desagrado
las personas implicadas
que ley de tanto calado
venga a prohibir sus caladas.
Rebeldes a tus mandatos,
¡ay, cuántos de ti reniegan
y, como hijos ingratos ,
contra tus leyes alegan
que en esta España de pillos
entre toros y fumones,
hoy prohíben los pitillos
si ayer fueron los pitones.
Y algún vicioso te insulta
diciendo que, bajo cuerda,
te gusta más una multa
que a un moscardón una mierda.
“¿A quién multarás mañana?”,
te espeta el que el humo atrae,
“¿a quien cante una sardana
protegida por la SGAE?
¿Al fondón que no haga pesas
ni corra de sol a sol?
¿Al comedor de hamburguesas
llenas de colesterol?
Si me vas a sancionar,
diré que es muy razonable
que quien prohíbe fumar
es un gobierno infumable”.
¡Aplástalos, Padre Estado,
con tu mano protectora,
y tenga el fumadorado
menos humos desde ahora!
Limpia su cáncer, su sarro,
haz su mal aliento trizas,
y que de cada cigarro
no queden más que cenizas.
El dedo nos chuparemos
sin humos, sin cáncer ya
y diremos como memos:
“¡Qué bien nos cuidas, papá!”.
¡Oh bondadoso Gobierno
que, contra el viento y las olas,
cuidas con celo paterno
de españoles y españolas!
Como un padre protector
del occidente de Europa,
prohíbes al fumador
fumar tomando una copa.
Y hoy miran con desagrado
las personas implicadas
que ley de tanto calado
venga a prohibir sus caladas.
Rebeldes a tus mandatos,
¡ay, cuántos de ti reniegan
y, como hijos ingratos ,
contra tus leyes alegan
que en esta España de pillos
entre toros y fumones,
hoy prohíben los pitillos
si ayer fueron los pitones.
Y algún vicioso te insulta
diciendo que, bajo cuerda,
te gusta más una multa
que a un moscardón una mierda.
“¿A quién multarás mañana?”,
te espeta el que el humo atrae,
“¿a quien cante una sardana
protegida por la SGAE?
¿Al fondón que no haga pesas
ni corra de sol a sol?
¿Al comedor de hamburguesas
llenas de colesterol?
Si me vas a sancionar,
diré que es muy razonable
que quien prohíbe fumar
es un gobierno infumable”.
¡Aplástalos, Padre Estado,
con tu mano protectora,
y tenga el fumadorado
menos humos desde ahora!
Limpia su cáncer, su sarro,
haz su mal aliento trizas,
y que de cada cigarro
no queden más que cenizas.
El dedo nos chuparemos
sin humos, sin cáncer ya
y diremos como memos:
“¡Qué bien nos cuidas, papá!”.
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