lunes, 30 de marzo de 2020

Contando sílabas

Ayer soñé que contaba sílabas para medir unos versos que estaba componiendo y entonces un poeta cuyo nombre me reservo me afeó eso de contar sílabas, con un gesto que venía a decir: "¿De veras un poeta que ha publicado ya tres libros cuenta los versos?".

Y el caso es que los cuento, con los dedos, igual que cuando chico tenía que sumar. ¡Con lo mal que se me dieron siempre las matemáticas y ahora me paso la vida escandiendo!

Aquí me pilló mi hermano David en su jardín contándolos.

Y aquí en su blog mi amigo Diego ha puesto precisamente uno de los poemas de mis Niños al hombro

miércoles, 25 de marzo de 2020

García Lorca y el día de la Anunciación

Fragmentos de su maravilloso poema "SAN GABRIEL", de Romancero gitano

Dios te salve, Anunciación.
Morena de maravilla.
Tendrás un niño más bello
que los tallos de la brisa.
...
Dios te salve, Anunciación,
bien lunada y mal vestida.
Tu niño tendrá en el pecho
un lunar y tres heridas.
...
Dios te salve, Anunciación.
Madre de cien dinastías.
...
El niño canta en el seno
de Anunciación sorprendida.
Tres balas de almendra verde
tiemblan en su vocecita.
Ya San Gabriel en el aire
por una escala subía.
Las estrellas de la noche
se volvieron siemprevivas.

martes, 24 de marzo de 2020

Campanas de Sevilla durante la cuarentena

Benditas campanas de Sevilla tocando para el Ángelus en estos días de cuarentena. Me subo a la terraza, llueva o no, y dejo que me empapen del amor del cielo con sus tañidos.

Ellas me recuerdan que la Tierra no ha sido abandonada por el cielo, porque el autor de cielos y tierra le preguntó a una muchacha si podía nacer de ella y ella dijo que sí, y desde entonces vivimos en la perla del cosmos, en la favorita de Dios.

miércoles, 18 de marzo de 2020

Niños al hombro y Menos la luna y yo

Queridos amigos:

Dos cosillas me han alegrado hoy este confinamiento. La primera es la elogiosa reseña que el poeta Jorge de Arco ha hecho aquí de mi libro Niños al hombro. Jorge de Arco ha dado en la tecla de mi poesía, que yo no sabía cuál era.

Y la segunda es un soneto de mi libro Menos la luna y yo que ha escogido para su canal de videopoemas el poeta coetáneo mío Carlos Javier Morales. En sus labios ese poema suena más vital y alegre aún.

Gracias a los dos por amar la poesía.

lunes, 16 de marzo de 2020

José Jiménez Lozano

Ha muerto un poeta que admiro.

Mi contacto con él fue epistolar. La primera vez le escribí fue en 2010 para pedirle unos poemas para Poesía para niños de cuatro a ciento veinte años, y me llamó entonces "mi estimado y desconocido amigo" y me envió unos poemas preciosos.

Luego, por carambolas del destino, salió a relucir en su diario una anécdota de la que yo fui testigo y protagonista.

En su última carta ya me consideraba amigo y así me llamaba, "mi querido amigo". Fue a propósito de una entrevista que le hice para la revista Numen, aquí. En esa carta recuerdo que me habló de las tres etapas de la humanidad según Flaubert: paganismo, cristianismo, estupidismo.

Me alegro mucho de haber citado un poemita suyo en mi colaboración al manual de filosofía de primero de bachillerato de la editorial Algaida, un poema sobre la libertad, que es nuestro más preciado tesoro, aquello que nos asemeja al Logos y nos eleva sobre el resto del cosmos, aquello que las ideologías precisamente nos quieren arrebatar con mil subterfugios.

Porque sí, el agua
echó a correr, saltándose el regato.
¿Hacia dónde?
¿Y qué le importa al agua?


Amigo José, disfruta de los Campos Elíseos con Homero, Virgilio, Garcilaso, Camoens... Espero conversar con vosotros algún día.

lunes, 9 de marzo de 2020

El cántaro a la fuente

Tengo el honor y el placer de figurar como autor entre aforistas que leo y admiroen esta antología de aforistas realizada por los editores José Luis Trullo y Manuel Neila en THÉMATA Apeadero de aforistas.

Es una buena lectura para quienes quieran no solo conocer qué se escribe y se publica del aforismo hoy en España, sino también para quienes quieran darse el gusto de leer quintaesencias en vez de fárragos.

La relación entre dos o tres ideas se puede expresar de muchas maneras. El buen aforismo escoge la mejor. Y lo hace del modo más sencillo, que no es lo mismo que del modo más simple.

"Si lo vemos todo en términos de todo o nada, entonces no sabremos qué hacer con este mundo: no es todo, pero tampoco es nada", de Gabriel Insausti.

"Si el precio de ser feliz es que los tristes piensen que eres tonto, es bastante barato", de Enrique García-Máiquez.

"Mira el árbol aquí descortezándose para subir un poco más a él", de Lorenzo Oliván.

"Un verso es un cristal que se mancha mientras pones la mano", de Javier Sánchez Menéndez

"El alma que agradece, ¿qué podrá mancharla?", de José Mateos

"Dada su ambición, la vida del hombre es la más corta", de Emilio López Medina.

"Igual que a una mosca la música le parece ruido, al hombre le parece azar el cosmos", de Jesús Cotta.

"El poema es el rodeo que dan las palabras para volver al canto"; de Jesús Montiel.

Y muchos más


lunes, 2 de marzo de 2020

Donde el poeta conoció el edén

Recuerdo exactamente una tarde en que se me concedió vivir en mis propias carnes el tópico del locus amoenus. Tendría yo unos dieciséis años, y fue en buena compañía y en la margen de un río que pasaba cerca de Marbella. Yo me tumbaba en la orilla y el agua era lo bastante profunda como para cubrirme el torso pero no la cara y lo bastante fresca como para que resultara un agradable contraste con el aire tibio de la tarde. Sobre mí caían entre pámpanos unos racimos de uva que yo, como un Adán recién hecho, iba comiéndome mientras bizqueaba de gusto. El agua corría a no sé dónde desde no sé dónde, sin saber quién era yo ni ella, pero yo sí que sabía quiénes éramos ella y yo. Recuerdo exactamente que pensé que ese momento no podía ser solo un momento, sino un hito en mi vida, una conjunción astral de todos los elementos cósmicos que yo había tenido la fortuna de disfrutar y que, si por algo tenía sentido hacerse poeta, era para encarecer con las palabras más altas tan alta experiencia. Me he puesto a pensar por qué aquella tarde me sentí tan en mi sitio cósmico, tan bien pagado del universo, tan agradecido y afortunado de ser yo quien era en ese momento y lugar y qué factores contribuyen a que una experiencia tan sumamente sencilla como echarse al agua y comer uvas en un río sea tan sumamente enriquecedora y acuda a mi mente una y otra vez como confirmación constante de que todo está bien hecho, como decía Guillén, y creo que he llegado a la conclusión de que la razón es doble: una digamos inmanente y otra trascendente. La inmanente consiste en que aquella tarde me sentí en armonía con la naturaleza: fui una gemación de ella, el renacuajo que le sale de un charco por generación espontánea: mi cuerpo había emergido de aquellos elementos como el musgo le sale a la piedra… yo era un elemento más del paisaje, una gota de agua en el agua. Y la trascendente fue que algo de mí, algo profundo y sorprendente de mí, precisamente aquella parte que me permitía disfrutar más de todo aquello, no se sentía explicado por todo lo que me rodeaba, sino que se sentía conectado con algo que, como mi yo más profundo, no se veía ni se bebía ni se comía; esa parte de mí no pertenecía a todo aquello, sino a algo más alto y superior y anterior y esa parte de mí era la que no dejaba de dar las gracias a la persona, porque tenía que ser una persona, que me había regalado todo el inconmensurable cosmos y tenía que ser una persona porque solo una persona puede hacer regalos y recibir mi agradecimiento. Yo fui afortunado y dichoso en dos planos: no solo disfruté como un pez en el agua, sino que me sabía bendecido por el creador de todas las aguas y todos los peces que había puesto en el pez no sé qué loco deseo de sacar la cabeza fuera del agua para contemplar las estrellas.