Leocadia nuestra, que en el cielo estás
antes de que sonaran tus campanas,
tu ángel está llorando en un rincón.
Los naranjos preguntan dónde has ido.
La Tierra se ha quedado sin la chispa
de la Gran Explosión en tu mirada.
¿Qué secretas misiones te confía
el Gran Poder para quererte al lado?
¿Cuántos astros te ha puesto en la corona?
¿Cómo se llama tu legión de arcángeles?
Cuando en un barco de agua y madreperla
atraques en la Isla de los Grandes
y asombres a los álamos Elíseos
con tu talle, tu gracia y tus espigas,
te sentarán al lado de Virgilio,
te besará las manos Garcilaso,
sabrás si Homero es uno o treinta y siete,
habrá un duelo entre Góngora y Quevedo,
que tus pies besarán, reconciliados.
Ve guardándonos sitio, Leocadia,
que allí te quieren mucho los poetas.
Menudas fiestas vamos a montar
contigo y con hexámetros dactílicos
tus compañeros de la facultad.
Hasta entonces, el mar dirá tu nombre,
la lluvia lo abrirá sobre los lirios
y el viento no sabrá qué anda buscando,
serán mucho más tristes
nuestras vueltas al Sol.