sábado, 20 de febrero de 2021

"Todo tiene un fin", de María Ostiz



Quiero agradecer a María Ostiz que haya sido en mi infancia y en mi adolescencia una voz que siempre me ha alegrado la vida y el corazón; ahora, a mis taypico años, he redescubierto la hondura de sus canciones. 

Iba yo el otro día con la bici y la plataforma de música me regaló esta canción de letra maravillosa y música ágil y gozosa. Es una canción hímnica que va in crescendo, con una letra celebrativa y entrañable, que anima a vivir y pone de buen humor. No sé cómo no es más famosa. Además, se presta a varios significados a cual más bonito. 

En efecto, la palabra “fin” del estribillo significa en español final y finalidad; en el primer caso, nos invita a disfrutar de los dones y regalos del universo antes de que se vayan de nosotros y, luego, nos bendice con el deseo de que la música que todo lo envuelve nos envuelva también a nosotros; y en el segundo nos invita a confiar en que nada es en vano y todo está ahí por una razón maravillosa, a saber, ser envueltos por la música, que puede ser la belleza del cosmos o la sonrisa de Dios. También se pueden combinar las dos interpretaciones, y hacer otras mejores: la canción las despliega como una flor sus pétalos.

Para quien guste.

sábado, 13 de febrero de 2021

ALUMBRAMIENTO, de Daniel Cotta, en Adonáis

Es para mí un honor y una alegría tremenda recomendaros este libro de poesía numinosa que un alma que bebe los vientos por Dios ha lanzado desde la Tierra al universo entero. Gracias, hermano, por aumentar con tus versos el número de cosas bellas en el mundo.
QUÉ QUIERE DECIR EL RÍO 
¿Qué quisiste decirnos con el río? 
¿Qué mensaje cifraste en tu corriente? 
¿Que nos precipitáramos al mar? 
¿Que fuésemos igual de transparentes? 
¿Que repartiésemos el don del agua? 
¿O que anduviéramos cantando siempre? 
¿Qué fue lo que escribiste 
que se te oye reír y no se entiende?

jueves, 4 de febrero de 2021

Diferenciación sexual en el trabajo

 Ayer vi a los empleados municipales cosechando las naranjas que inundan en esta estación las calles de Sevilla. Eran entre unos quince o veinte. Y observé que, subidos a la escalera para varear el árbol, había solo hombres, y las mujeres estaban abajo recogiendo las naranjas. Y me pareció revelador del poder de la naturaleza el hecho de que, aunque el ayuntamiento no distingue entre trabajos femeninos y masculinos (aunque supongo que a la hora de contratar habrá una paridad o algo así), los trabajadores acaban diferenciando tareas según los sexos, y no solo porque los hombres tengan más potencia física, sino porque les gusta más la tarea de subirse y varear que la de agacharse y recoger. Debe ser una mezcla de actitud, educación y testosterona.

Esa diferenciación por sexos no ocurre en mi trabajo, porque en él no se requiere para casi nada el esfuerzo físico. Por eso soy tan sensible a estas distinciones cuando las encuentro. Y ya he visto esta diferenciación de tareas por sexo en más de una ocasión en los trabajadores municipales.

Tengo que confesar que, cuando vi a los varones encaramados a los árboles, y a las mujeres recogiendo las naranjas en canastas, me pareció que las cosas no habían cambiado nada desde que el homo sapiens pisa la tierra. Y me parece muy bien. Yo amo la libertad y la naturaleza.