miércoles, 27 de abril de 2022

Bendición y maldición de un escritor


Escribí un aforismo hace tiempo que decía: "Tienes toda la vida por delante para cambiar y por eso no cambias". Me temo que lo escribí justo cuando todavía me creía con toda la vida por delante. Pero ahora que empiezo a tener detrás más vida que la que seguramente me queda por delante me doy cuenta de que el tiempo hacia la muerte corre ahora más que antes: cada vez conozco más muertos. Para colmo, el dedicarme a escribir me hace necesitar más tiempo del que tengo. Ars longa, vita brevis. Así que puede que me muera sin escribir los al menos cinco libros que me quedan por escribir porque me rondan por la cabeza y quieren nacer. Teniendo en cuenta que a veces tardo cuatro o cinco años en escribir uno y que, pasado unos años, el proyecto anterior deja de parecerme interesante, sé que de mis proyectos actuales solo uno o ninguno llegará a cuajar. Para colmo, después de haberle dedicado gran cantidad de mi tiempo y mi energía, puede que esa obra no vea la luz o no valga la pena.  Pero también sé que ese impulso, más poderoso que mi comodidad, de escribir lo que me llena la cabeza acaba sentándome tarde o temprano a la mesa para escribirlo. Y lo mejor y lo peor es que no puedo evitarlo.

lunes, 25 de abril de 2022

Una reseña de Gorriones de acera

Esta es la reseña que más me ha llegado al corazón de cuantas me han hecho en mi vida, pero no ya porque sea elogiosa, que lo es, sino porque hay en ella tanta poesía como análisis de lo que debe ser la poesía. Gracias, Jabo H. Pizarroso.

Aquí la reseña.

domingo, 10 de abril de 2022

La risa de un niño en una seguidilla con bordón

Tu risa me despierta 
a medianoche, 
rompe a cantarlo todo, 
dice mi nombre. 

No hay quien te duerma 
cuando es tu propio gozo 
quien te despierta.

miércoles, 6 de abril de 2022

Cíclopes y neandertales

 

Quizá sea una hipótesis descabellada, pero cada vez que leo con mis alumnos la descripción que el gran Homero (de quien vivo y en quien vivo) hace de la vida de los cíclopes en la Odisea me parece el recuerdo mitologizado de los neandertales. Los cíclopes eran gigantescos y no tenían ágora ni leyes ni labrados, sino que comían los frutos de la tierra gracias a las lluvias de Zeus; tampoco vivían en ciudades, sino en cuevas, cada uno al mando de su propia familia y al cargo de un amplio territorio donde pastorear y cazar. Cuando el cíclope Polifemo vio a los hombres de Odiseo, se los zampó con las mismas contemplaciones con que nosotros comemos caracoles. Su aspecto monstruoso, su vozarrón, su falta de empatía con los hombres, su gusto por la carne cruda… siempre se me antoja como el retrato deformado de los neandertales que el imaginario colectivo nos ha legado.