martes, 30 de agosto de 2022

Arte y devoción. El Cristo de Velázquez

 

He estado este mes de julio en el Museo del Prado. Había dos cuadros que yo tenía muchísimas ganas de volver a ver y que, para mi sorpresa, pude disfrutar a solas, sin aglomeración de turistas: los Fusilamientos del 3 de mayo, y el Cristo de Velázquez, que me parece un cuadro con tanto valor artístico como religioso: esta combinación no es tan frecuente.

Ocurre a veces que obras artísticas de grandes artistas no gozan de la devoción de los creyentes. La sublime Virgen de Guadalupe, que no ha sido pintada por nadie, tiene más devotos que todas las madonas y vírgenes que se hayan pintado jamás sobre la tierra. He visto iglesias donde, a pesar de contar con grandes obras artísticas, el que recibe más flores y devotos es una estatuilla o una talla sin gran valor artístico, como la de san Judas Tadeo en el atrio de la iglesia de San Antonio Abad en Sevilla. Las Vírgenes con más devotos no suelen salir en los libros de historia del arte.

Supongo que habrá razones culturales, psicológicas, históricas, modas que expliquen el fenómeno; pero me gusta pensar que también hay razones teológicas y sobrenaturales que solemos negar porque se nos escapan.

El Cristo de Velázquez tiene la rara virtud de ser una pintura de un valor artístico incalculable y a la vez mover a la devoción  a millones de corazones de todas las épocas y culturas. A Velázquez se le abrieron los cielos cuando lo pintaba y, cada vez que contemplamos el cuadro, nos lo abre a nosotros.