Hace unos diez años tuve un sueño muy vívido, límpido, lúcido y, en general, muy esdrújulo e inténsulo él. Soñé que me bañaba en una corriente de agua subterránea fresca y transparente donde pasaron ciertas cosas que es mejor no contar. El caso es que tengo todavía muy grabadas en mi memoria las formas y espacios de aquel lugar.
Y cuál fue mi sorpresa cuando hace un par de meses, visitando la Gruta de las Maravillas de Aracena, después de la llamada Cristalería de Dios, encontré el lugar exacto de ella donde transcurrió mi sueño.
Lo más curioso es que yo había visitado esas cuevas hacía más de treinta años y solo me acordaba, vaya usted a saber por qué, de la llamada Sala de los Desnudos. De lo demás no lograba acordarme en absoluto. Pero se ve que las grutas estaban escondidas en mi mente esperando, para regalarme un sueño delicioso y detallado.
La mente humana es misteriosa y grande como el mundo. ¡La de sitios y cosas y personas y maravillas y horrores y pasadizos y secretos que tendré seguramente dentro de esta mollera calva! ¡Lo que me gustaría realizar por ahí un viaje, a ser posible, sin psicotrópicos!
lunes, 30 de enero de 2017
sábado, 28 de enero de 2017
El poema de la semana
Lo más contrario de la muerte es Eros, que es la celebración de la vida.
Ardimos en el bosque
(…)
Joven el rostro era,
sus labios sonreían,
y el retenido fuego de su cuerpo
era quemada luz.
Entramos en el mar, rompíamos
el cielo con la frente,
y envueltos en las aguas contemplamos
las orillas del bosque,
su extensa fosquedad.
Miré, tendidos en la playa, el rostro:
contemplaba las nubes;
y el retenido fuego de su cuerpo
era un sombrío resplandor.
Penetramos el bosque, y en las lindes
detuvimos los pasos;
perdido, tras los troncos, miramos cómo el mar
oscurecía.
Tenía triste el rostro,
y antes que para siempre envejeciera
puse mis labios en los suyos.
Francisco Brines
Ardimos en el bosque
(…)
Joven el rostro era,
sus labios sonreían,
y el retenido fuego de su cuerpo
era quemada luz.
Entramos en el mar, rompíamos
el cielo con la frente,
y envueltos en las aguas contemplamos
las orillas del bosque,
su extensa fosquedad.
Miré, tendidos en la playa, el rostro:
contemplaba las nubes;
y el retenido fuego de su cuerpo
era un sombrío resplandor.
Penetramos el bosque, y en las lindes
detuvimos los pasos;
perdido, tras los troncos, miramos cómo el mar
oscurecía.
Tenía triste el rostro,
y antes que para siempre envejeciera
puse mis labios en los suyos.
Francisco Brines
martes, 24 de enero de 2017
Una cura de humildad y moral sexual
Le espeté una vez a un cura que la iglesia estaba obsesionada con el sexo y la moral sexual y él me respondió algo así como esto:
-El que está obsesionado eres tú y la sociedad de hoy. La Iglesia no ha cambiado su postura al respecto; es ahora cuando gente como tú, rechazando como represión cualquier manera de humanizar y dignificar un impulso tan fuerte como el sexual, se revuelve contra lo que siempre ha dicho y dirá la Iglesia.
No le di la razón, por una cuestión de orgullo, pero, nada más oírlo, supe que la tenía él, no yo.
Hoy es dogma la creencia de que en el sexo vale todo entre personas adultas y libres, siempre que no haya coacción. Por ello, es un antidogma, un tabú, la afirmación católica de que el sexo no debe desligarse del placer, el amor, el compromiso y la fecundidad.
Si quieres probar lo tabú que es, sugiérelo en una reunión y se te lanzarán al cuello treinta, como yo me lancé al del cura.
jueves, 19 de enero de 2017
Silencio, de Scorsese
La vi el sábado y no dejo de rememorar escenas de una película cuya banda musical es el silencio de Dios en la tierra aislada, negra, húmeda y neblinosa de Japón. Es un silencio por el que pasó el mismísimo Cristo en Getsemaní y a pesar del cual los protagonistas llevan la llama de lo sagrado siempre encendida en el corazón.
Yo había leído a mis veinte años la novela de Endo, en que se basa la película, y me marcó. Pero ahora, al ver la película, compruebo que hay novelas que no mueren dentro de uno.
Esta película es un canto al concepto de dignidad individual traído por los misioneros al mundo oriental, donde el individuo no es un hijo de Dios, sino una ilusión pasajera que volverá a fundirse en un todo incomprensible.
La simpatía y la humanidad de los jesuitas y de los mártires es incompatible con la incomprensión, la indiferencia y el sentido del deber de los funcionarios imperiales encargados de erradicarlos de modo eficaz y venenoso.
La caracterización de los personajes, la ambientación, los diálogos; la impresión que produce la naturaleza con sus paisajes bellos e inocentes en contraste con la crueldad de los martirios, que el director no oculta ni exagera; el miedo que se respira en cada minuto y en cada esquina; el choque de dos culturas hechas y derechas; la conciencia como reducto inconquistable de libertad, esperanza y belleza donde solos están Dios y el individuo; lo religioso como lo más íntimo y libre en el hombre... todo eso hace de esta película de Scorsese una maravilla que recomiendo encarecidamente a quienes amen la historia, el cine, Japón y la belleza de los inocentes.
Yo había leído a mis veinte años la novela de Endo, en que se basa la película, y me marcó. Pero ahora, al ver la película, compruebo que hay novelas que no mueren dentro de uno.
Esta película es un canto al concepto de dignidad individual traído por los misioneros al mundo oriental, donde el individuo no es un hijo de Dios, sino una ilusión pasajera que volverá a fundirse en un todo incomprensible.
La simpatía y la humanidad de los jesuitas y de los mártires es incompatible con la incomprensión, la indiferencia y el sentido del deber de los funcionarios imperiales encargados de erradicarlos de modo eficaz y venenoso.
La caracterización de los personajes, la ambientación, los diálogos; la impresión que produce la naturaleza con sus paisajes bellos e inocentes en contraste con la crueldad de los martirios, que el director no oculta ni exagera; el miedo que se respira en cada minuto y en cada esquina; el choque de dos culturas hechas y derechas; la conciencia como reducto inconquistable de libertad, esperanza y belleza donde solos están Dios y el individuo; lo religioso como lo más íntimo y libre en el hombre... todo eso hace de esta película de Scorsese una maravilla que recomiendo encarecidamente a quienes amen la historia, el cine, Japón y la belleza de los inocentes.
lunes, 16 de enero de 2017
Preadolescencia
Aquí poso en un campamento en la Sierra de Cazorla. No sé si tengo doce o trece años. Aún no tenía ni bozo.
Fue por aquellos días cuando, jugando en medio de los pinos al poliladro, me camuflé tan sumamente bien, que una cierva que estaba a mi vera no se percató de mí, y la toqué pensando que era el tronco de un árbol, y era cálida y suave y bonita y huyó asustada de mí, pero a mí me dejó para siempre herido de poesía.
Nunca le estaré lo bastante agradecido.
Por cierto, me han dicho que cada cinco años se renuevan todos nuestros átomos. Si no soy mis átomos, ¿qué soy? ¿La organización de mi materia? ¿Soy su epifenómeno? Y si lo soy, ¿cómo es que me considero más importante y real que mi materia? ¿Cómo va a ser este que os habla una mera consecuencia de una organización material, una percepción psíquica en sus neuronas, en vez de una realidad inmaterial, el fundador del individuo, el protagonista real de todos esos átomos tan complejamente organizados?
En fin, no os caliento la cabeza, no sea que, como yo, os quedéis calvos.
Fue por aquellos días cuando, jugando en medio de los pinos al poliladro, me camuflé tan sumamente bien, que una cierva que estaba a mi vera no se percató de mí, y la toqué pensando que era el tronco de un árbol, y era cálida y suave y bonita y huyó asustada de mí, pero a mí me dejó para siempre herido de poesía.
Nunca le estaré lo bastante agradecido.
Por cierto, me han dicho que cada cinco años se renuevan todos nuestros átomos. Si no soy mis átomos, ¿qué soy? ¿La organización de mi materia? ¿Soy su epifenómeno? Y si lo soy, ¿cómo es que me considero más importante y real que mi materia? ¿Cómo va a ser este que os habla una mera consecuencia de una organización material, una percepción psíquica en sus neuronas, en vez de una realidad inmaterial, el fundador del individuo, el protagonista real de todos esos átomos tan complejamente organizados?
En fin, no os caliento la cabeza, no sea que, como yo, os quedéis calvos.
sábado, 14 de enero de 2017
El poema de la semana
La poesía es la única forma elegante de desnudarse. En esta, el poeta se desnuda y muestra el círculo de placer, dolor y desconcierto en que consiste su vida. El final es brillante y revelador de lo que es ser humano.
Feliz año y que la poesía os abrigue en estos días de frío.
La pregunta
En la noche avanzada y repetida,
mientras vuelvo bebido y solitario
de la fiesta del mundo, con los ojos muy tristes
de belleza fugaz, me hago esa pregunta.
Y también en la noche afortunada,
cuando el azar dispone un cuerpo hermoso
para adornar mi vida, esa misma pregunta
me inquieta y me seduce como un viejo veneno.
Y a mitad de una farra, cuando el hombre
reflexiona un instante en los lavabos
de cualquier antro infame al que le obligan
los tributos nocturnos y unas piernas de diosa.
Pero también en casa, en las noches sin juerga,
en las noches que observo desde esta ventana,
compartiendo la sombra
con el cuerpo entrañable que acompaña mis días,
desde esta ventana, en este mismo cuarto
donde ahora estoy solo y me pregunto
durante cuánto tiempo cumpliré mi condena
de buscar en los cuerpos y en la noche
todo eso que sé
que no esconden la noche ni los cuerpos.
(Vicente Gallego)
Feliz año y que la poesía os abrigue en estos días de frío.
La pregunta
En la noche avanzada y repetida,
mientras vuelvo bebido y solitario
de la fiesta del mundo, con los ojos muy tristes
de belleza fugaz, me hago esa pregunta.
Y también en la noche afortunada,
cuando el azar dispone un cuerpo hermoso
para adornar mi vida, esa misma pregunta
me inquieta y me seduce como un viejo veneno.
Y a mitad de una farra, cuando el hombre
reflexiona un instante en los lavabos
de cualquier antro infame al que le obligan
los tributos nocturnos y unas piernas de diosa.
Pero también en casa, en las noches sin juerga,
en las noches que observo desde esta ventana,
compartiendo la sombra
con el cuerpo entrañable que acompaña mis días,
desde esta ventana, en este mismo cuarto
donde ahora estoy solo y me pregunto
durante cuánto tiempo cumpliré mi condena
de buscar en los cuerpos y en la noche
todo eso que sé
que no esconden la noche ni los cuerpos.
(Vicente Gallego)
lunes, 9 de enero de 2017
Yo de cinco en cinco años
Quería inaugurar el año cambiando la foto de mi cuaderno de bitácora, que es de hace más de diez años, pero no tengo ni idea de cómo hacerlo. Así que he decidido mostrarme a mí mismo de cinco en cinco años de mi vida.
Al ver mis fotos antiguas, lo increíble no es lo mucho que he cambiado por fuera, sino lo poco que he cambiado por dentro. Pero más increíble me parece lo breve y bello que ha sido todo.
Me siento como una efímera chispa que, escapando de la nada que le antecede, brilla un instante con todo el fogonazo del que le hizo capaz el amor con que la engendraron, para alumbrar el oscuro cosmos que luego va a devorarlo, y en ese breve instante ¡cuánto amor, cuánto deseo, cuánta poesía, cuánta incertidumbre y cuántas estrellas guiándome desde el cielo!
En esta primera entrega creo que tengo cuatro o cinco años. En una estoy serio y en otra me río, porque estoy rodeado de hermanos y en brazos de mi padre.
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