lunes, 30 de noviembre de 2015

El rastro luminoso del amor

Cuando yo era niño, no quería tocar lo que habían tocado personas que yo creía que eran malas. Esas personas ensuciaban de oscuridad las cosas que tocaban y yo sentía asco y miedo de contaminarme de ellas.

Pero también pasaba que las cosas que habían tocado las personas que yo amaba estaban adornados de la luz que emitían. Era, y es, una luz real que iluminaba la casa entera.

Me sigue pasando. Estoy, por ejemplo, ordenando los objetos de un baúl y aparece, de pronto, la carta de un amigo o el reloj que me regaló mi padre y, en cuanto los toco, esas dos personas que ya no están en la tierra me están tocando a través de esos objetos.

Ahora que muchos hablan de energías positivas y negativas, halos y auras, me gusta pensar que el amor de las personas es algo más que un sentimiento y que, en una visión mística de la realidad, deja en las cosas un rastro más real que el halo luminoso de los cometas en el espacio.

Si yo tuviera la mirada de los ángeles, seguro que podría verlo y seguirlo, a ver dónde me lleva.

sábado, 28 de noviembre de 2015

El poema de la semana

Muchas maravillas ocurren delante de nuestras narices, pero no las vemos los que fuimos arrojados del paraíso. Por fortuna los poetas las entrevén a veces y nos transmiten un chispazo de esa maravilla en sus poemas.

NEVER EVER

Imaginaos que un viento de belleza
recorriese el invierno
o que hubiera jardines, no países,
imaginaos el mar recibiendo visitas
a la hora del té,
que a las estatuas les creciesen ramos
de flores en su bronce viejo y frío,
que los espejos
nos vieran como somos y pudieran decírnoslo,
que por toda la tierra fuesen juntos y libres
gacelas y leones,
que alguien dijera
Le temps s’en va, le temps s’en va, ma Dame
y una mujer cayese enamorada en medio de la calle
o que un beso, un abrazo
no fuese más que un beso y un abrazo
y no epílogos, prólogos, epítomes, contratos,
que viésemos el mundo como Adán pero llevásemos
corbatas de Loewe.
Tan solo imaginaos.
Nunca aquí lo veréis, con nuestros ojos ciegos.

(Las propiedades del aire, de Enrique Baltanás)

jueves, 26 de noviembre de 2015

La poesía entre pucheros

A veces el trance poético me obliga a ponerme a escribir en cualquier sitio: una fiesta familiar, la calle, una discoteca, una cocina... Y a menudo me preguntan cómo puedo concentrarme con tanto trajín a mi alrededor. Y siempre me sorprende la pregunta, porque no me cuesta nada escribir en medio del mundanal ruido. Me he criado en una casa de siete hermanos y muchos amigos de los hermanos y luego sobrinos saltándonos por los hombros y todos nos hemos sacado la carrera y las oposiciones estudiando sin escritorio ni despacho acomodándonos con los apuntes donde hemos podido. Además, cuando el Espíritu sopla y quiere que me entere de algo, el ruido que me rodea no importa, sino que, al contrario, es la música de fondo.

Cuando decía santa Teresa que Dios también está entre los pucheros, se refería, según lo veo, no solo a Dios, sino a todo lo que viene de él, como la poesía, el amor, la belleza.

martes, 24 de noviembre de 2015

La blasfemia y la libertad de expresión

El derecho a la libertad de expresión no incluye la incitación a la violencia. En eso estamos de acuerdo todos, menos los canallas. Pero ahora hay un debate acerca de un supuesto derecho a la blasfemia, es decir, un derecho a escarnecer las creencias religiosas de los demás. Alegan los defensores de este supuesto derecho que la libertad de expresión es incompatible con lo sagrado, ya que, si lo sagrado es intocable, todos podrán apelar a lo sagrado de sus creencias para evitar que se las critique.

Pero olvidan que todos tenemos también derecho a que no se nos insulte ni se nos ridiculice y que asuntos tales como la madre, el aspecto físico, la vida privada y las creencias religiosas son aquellos donde más nos duelen las ofensas.

Así que tenemos, por un lado, el derecho a criticar y el derecho a ser respetados. ¿Y qué término medio hay entre ambos derechos? El de la libertad de expresión salvo para incitar a la violencia u ofender. Nadie puede darse por ofendido si critican sus creencias (porque hay derecho a la libertad de expresión), pero sí si las escarnecen (porque escarnecer no es un derecho sino un acto inmoral). ¿Y qué hacemos en el caso de creencias según las cuales es blasfemia cualquier cosa que no sea callarse? En ese caso, los que sostienen tal creencia están tergiversando el derecho al respeto para acabar con la libertad de expresión de los demás, igual que los que defienden el derecho a la blasfemia están tergiversando la libertad de expresión para convertirla en odio social o violencia verbal.

Un claro ejemplo de creencia que considera ofensa intolerable lo que no sea callarse es lo que le ha pasado a Asia Bibi en Pakistán o lo que pasa en ciertos ámbitos a aquellos que se atrevan a discrepar del feminismo o de la ideología de género o que, sin querer, hayan hecho o vestido algo que ofenda a tan indiscutibles creencias (por ejemplo, el caso de la camiseta supuestamente machista del científico Matt Taylor). Y un claro ejemplo de blasfemia intolerable es lo de este individuo impresentable y amparado por el Estado.


domingo, 22 de noviembre de 2015

El poema de la semana

Los poemas que dan las gracias por algo son mis favoritos. La palabra misma “gracias” es pura poesía. Aquí os dejo uno breve y maravilloso.

EVOLUCIÓN

Pequeño gorrioncillo, has sido dinosaurio.
Te doy las gracias
por ser ahora tan minúsculo.

(José Jiménez Lozano)

Otra manera de dar las gracias es celebrar la belleza de lo cotidiano revelándola con una imagen inesperada que, gracias a la poesía, tiene que ser verdad.

HOMENAJE A RAMÓN
La mariposa es hija
de una flor y un aplauso.

(Miguel d’Ors)

jueves, 19 de noviembre de 2015

En torno a mi calva

Una ventaja de estar calvo la descubrí en los baños árabes a la que me invitaron unos amigos míos.

Cuando llegué a la sala del masaje, las manos de la masajista envolvieron mi cráneo con una suavidad contundente, omnímoda, perfumada, si todo eso es posible a la vez. Yo, que admiro a los hombres melenudos, me alegré aquel día de poder ofrecer a aquella taumaturgia manual mi cabeza pelada, para que aquellos dedos, que con cada contacto me arreglaban cientos de miles de neuronas, no encontraran obstáculos en sus sabios deslizamientos. Todavía me duran el perfume y la terapia.

Y, por no cambiar de asunto, heme aquí con la calva presidida por una paloma, en una instantánea captada por mi alumna Hipatia tras una visita al Museo Arqueológico de Sevilla.

En el preciso instante en que la paloma se me posó en el cráneo, se me ocurrió una gran idea.

Gracias a la masajista, a Hipatia y a la paloma.

martes, 17 de noviembre de 2015

Justo lo contrario

Entre mis amigos, allegados y familiares cuento con personas muy queridas que, sin excepción,en el Estado Islámico serían condenadas a muerte o relegadas a una segunda categoría por impuras, blasfemas, apóstatas y pecadoras. Para empezar casi todos son cristianos o ateos (a ambos grupos los odia el Estado Islámico) y, para colmo, entre ellos, oh atrevimiento, hay mujeres sin velo y empresarias, dos carniceros que venden el mejor cerdo ibérico del mundo, una bodeguera y amigos del vino, músicos alegres y despreocupados y, lo que es el colmo, varios musulmanes que o han apostatado o apuestan por un Islam moderado y desideologizado.

Cuanto menos le gustan al yihadismo los míos, más me gustan a mí y más estoy dispuesto a hacer por defenderlos.

De verdad, qué alivio no coincidir con el Estado Islámico en nada, salvo en que dos más dos son cuatro.




sábado, 14 de noviembre de 2015

Ese demonio al que los terroristas llaman Dios

La peor blasfemia no es insultar a Dios, sino afirmar que Dios ama el terror, la guerra, el degüello, el sacrificio humano. El mayor insulto contra Dios no es afirmar que es malo o inexistente o ridículo, sino afirmar que Dios ama algo tan feo y malo como matar a alguien porque no cree en Dios o no lo llama Alá, sino Dios uno y trino. Ese es el pecado contra el Espíritu Santo que afirma Cristo que no se puede perdonar: bendecir como santo lo abominable.

El inquisidor, el terrorista, el comisario dedicado a purgar poetas, el eugenesista profesional, cada uno de ellos es más blasfemo que todos los apóstatas del mundo juntos, porque consideran un deber lo que es una abominación.

Si Dios existe, no es solo poder o solo saber o solo majestad, sino amor. Si no, no existe ni me interesa. El Dios que anuncia Jesucristo es amor y eso es lo que le falta al Islam: Jesucristo.

Ese demonio al que los terroristas llaman Dios se lame los labios, pero no con la sangre de las víctimas, que no le pertenecen, sino con la de los terroristas.

Al Dios que ama la libertad de sus hijos, al Dios Padre gracias al cual todos somos hermanos, a ese Dios rezo por las víctimas de París. Ellas hoy representan a todas aquellas personas que mueren a manos de los blasfemos que se creen santos.

viernes, 13 de noviembre de 2015

En el sueño de un amigo

Mi amigo José Julio Cabanillas soñó una vez que yo estaba dando clase y levitaba y conmigo mis alumnos. ¡En tan alto concepto me tiene que en sus sueños escapo a las leyes de la física y, conmigo, quienes me escuchan!

Lo mejor es que, solo por el amor con que me ha soñado, tiene que ser cierto que yo he levitado o levitaré algún día, porque un sueño tan de amigo no puede quedarse tan solo en un sueño.

Es solo una intuición. También Tolkien intuía que, por haber aumentado la belleza del mundo, por haber incitado a los demás al bien, la creación literaria la haría real Dios algún día.

Si esto fuera cierto, si la belleza y el amor no mueren, como le decía Federico García Lorca a Carlos Morla Lynch, no hay que tener prisa por publicar un buen libro, porque, si lo puede leer sin rubor mi madre, tengo toda la eternidad para disfrutarlo del modo más real y maravilloso posible.

martes, 10 de noviembre de 2015

La prueba del tatuaje y de la secta

Gracias a Alfredo Valenzuela por la entrevista que me ha hecho sobre el Cometario.

En ella digo, entre otras cosas, que he sometido cada aforismo a dos pruebas antes de darlo a luz: la del tatuaje y la de la secta. "Si una secta adopta un aforismo mío como máxima y deja de ser peligrosa, el aforismo vale la pena; y si un adolescente se lo puede tatuar en el brazo y, cuando sea mayor, se lo puede enseñar con orgullo a su hijo, también".

Al menos, ese ha sido mi propósito.


En el fondo, es otra manera de decir lo que decía Chesterton: "La única educación eterna es esta: estar lo bastante seguro de algo como para enseñárselo a un niño". Uno, en una tarde de copas, puede decir muchas cosas ingeniosas, pero solo valen realmente la pena recordar las que podrías enseñar a tu hijo sin avergonzarte.

sábado, 7 de noviembre de 2015

Cuanto más me gusta, menos me convence

¿Cómo puede gustarme tanto una canción con la que estoy tan en desacuerdo?

Quizá porque la letra es de Agustín García Calvo y la música de Amancio Prada.

Pero, en realidad, nada me horrorizaría más que ser para alguien, como la amada de ese poema, su patria, sus padres, su Dios, sus leyes, su ejército.

Cuánta carga sobre a mis espaldas, qué responsabilidad, qué miedo a defraudarlo tendría yo, qué miedo a que se suicide si lo abandono… Además, si la amada fuese malvada, podría hacer con él lo que quisiera, como hacen los tiranos, que pretenden estar por encima de la moral y ser para su pueblo todo lo que la amada es para ese amante.

Si los hombres de todas las épocas han sentido como cosas distintas leyes, padres, patria, Dios, ejército, leyes, tiene que ser por alguna razón sensata y universal.

Sin embargo, no me canso de escucharla. Ese es el poder de la belleza, que, como el amor, no pretende ser sensata y por eso me seduce y me lleva a su cama, aunque no consigue convertirme en su esposo.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Coitos y muertes

Últimamente me ha dado por imaginar, con un poco de vértigo, la interminable sucesión de coitos que desde la Eva Mitocondrial hasta mis padres me ha hecho posible, una cadena áurea cincelada por Eros beso a beso.

Me pregunto de qué razas y procedencias han sido los eslabones, en qué lugares y a qué horas fueron los áureos acoplamientos y qué rasgos se han mantenido intactos desde entonces hasta mí y a quiénes, que ya no conozco, me parezco más, si habría entre mis ascendientes algún moro, algún judío, algún vikingo, algún griego, algún romano, algún godo, algún esclavo; si habría poetas y músicos; si tal vez un guerrero que había matado a muchos en la guerra.

Y luego los imagino muriendo uno a uno, volviendo a la tierra, devolviendo sus átomos de hombre y mujer para que formen parte de otros cuerpos y otras maravillas. ¿Qué dijeron sus ángeles mientras se les morían? ¿A qué dioses se encomendaron ellos en el último momento? ¿Quiénes les cerraron los ojos? ¿Dónde están sus huesos? ¿En qué se han convertido?

Y entonces me invaden el asombro y la gratitud, cuando descubro que soy uno más en esa cadena que espero que no se rompa nunca y a cuyos eslabones, tan allegados a mí, apenas conozco.