lunes, 31 de mayo de 2021

La falsa tirita

 


Tenía yo unos catorce años cuando uno de nuestros compañeros vino a clase con una tirita en la mejilla. Y todos pensaron que se había cortado al afeitarse, porque era uno de los chicos que ya se afeitaba. Al día siguiente vino otro con una tirita en la frente. Y todos pensaron que se había batido en duelo con alguien en la calle, porque era un tipo bastante fuerte y echado para adelante. Y al día siguiente vino un tercero también con una tirita en la barbilla, y como era un tirillas y además no tenía barba, todos se echaron a reír y lo persiguieron para quitarle la tirita y, cuando se la quitaron, tenía la piel tan lisa como un niño. ¡Lo que se rieron del pobre muchacho! Él intentaba salvar su orgullo jurando por todos sus familiares que se había hecho un corte esa mañana, pero su rostro imberbe y liso le quitaba toda la razón. Yo no salí en su defensa, porque aquello me pareció indefendible, pero sí que me dolió lo mucho que se reían de él, y creo recordar que intenté ser amable con él ese día, pero que él no valoró mi gesto, porque no venía de uno de los chicos que con su carisma lo pudieran haber librado de la mofa cada vez más cruenta, sino de alguien que, como yo, también era víctima a veces de ella. 

Solo ahora me doy cuenta de que, por más que en mi recuerdo he maldecido lo dura y militar que ha sido la vida escolar, debo estar agradecido al Cielo, que me concedió la gracia de sobrevivir a la grosería y la crueldad sin convertirme en ella para sobrevivir a ella. 

(Por cierto, creo que el título de la entrada es una hipálage, porque lo falso no era la tirita, sino la herida, que no existía)

3 comentarios:

Dyhego dijo...

Don Epifanio:
a veces resulta incluso enternecedor las tretas de los niños para hacerse los interesantes y tener ese minuto de gloria que todos ansiamos prolongar.
¡Para que digan los buenistas que los niños son buenos por naturaleza y toda esa inmundicia roussoniana.
¿Se nota que soy antirroussoniano?
25 neutonios salvajes.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Don Epifanio, usted y yo le diríamos a Rousseau unas palabritas si lo tuviéramos delante en un café. 25 neutonios diegocottianos

Anónimo dijo...

Los hay buenos, los hay malos...y, en cada una de las dos categorías, un gradiente de bondad, hasta su práctica ausencia.