jueves, 25 de febrero de 2016

Mi primer día de clase

Aún recuerdo la ilusión y el miedo con que entré en un aula yo solo mi primer día de trabajo como profesor, una ilusión y un miedo que se repiten cada inicio de curso.

Fue en una clase de latín de segundo de BUP, lo equivalente ahora a cuarto de ESO. Llevaba cinco minutos de clase cuando dije que también daríamos, además de lengua latina, mitología y, entonces, un alumno entusiasmado dio una palmada gritando "¡Bien!" y yo, nerviosito perdido como estaba, interpreté aquel gesto como una insolencia, como una disrupción malintencionada y lo expulsé de clase con un grito más fuerte que el suyo, y el chico salió de allí todo colorado.

Durante el resto del curso se esforzó por demostrarme que él era un buen alumno y, de hecho, lo era de modo natural, sin hacer esfuerzos. Y así fue como aprendí que los primeros días no había que precipitarse; que era mejor observar bastante antes de tomar la decisión de aplicar un castigo; que la mayoría de la gente reacciona bien cuando la tratas con simpatía y respeto; que solo conviene castigar a la persona que, después de ser respetuosamente advertida varias veces, interpreta el respeto y la amabilidad como debilidad y estupidez y entonces continúa con su conducta irrespetuosa.

Pero sigo disfrutando como un enano cada vez que a mis alumnos se les abren los ojos con las cosas que les cuento en las clases.

Dios los bendiga.

9 comentarios:

Dyhego dijo...

Don Epifanio:
no siempre la primera impresión es la definitiva. Yo no recuerdo mi primera clase.
25 neutonios escolares.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Desde luego, en nuestro trabajo tenemos nueve meses para que la primera impresión pase a segundo plano. 25 neutonios impresionistas

Anónimo dijo...

Ese chico era un buen alumno de forma natural, sin necesidad de esforzarse.
Es lo que más me ha gustado de este cuento, Cotta.
lolo

Jesús Cotta Lobato dijo...

Esos alumnos mejoran muchísimo a los profesores, Lolo

P MPilaR dijo...

es un poquito esta pincelada 'de docencia' como el mal de altura a que todos nos exponemos al menos una vez en la vida...
los alumnos, buenos, no tanto, mejores y regulares, todos nos dieron lección que aprender sin más que con su particular comportamiento.

me ha encantado ese expeditivo ¡"fuera"!, jejejeje


saludos

Jesús Cotta Lobato dijo...

Pilar, ser profesor es recibir clases en habilidades sociales. Eso sí, ahora soy menos expeditivo. Encantado de saludarla.

Blimunda dijo...

Y que bendiga tus horas como profesor...aunque estoy segura de que ya lo ha hecho. Tenerte a ti o a Felipe o a Almudena de profesor es todo un privilegio, de eso también estoy segura, segurísima!!!!!!!
Besos y versos.

Jesús Cotta Lobato dijo...

¡Y tenerte a ti como alumna habría sido para mí todo un privilegio! Besos desde Sevilla

Unknown dijo...

Si otra persona me contara esto... ¡No me lo creería!
Es usted el mejor profesor que hemos tenido(coincidiendo con otros compañeros)
Un saludo!