Saramago cuenta en una novela cómo un alfarero tiene que cerrar su taller por culpa de las grandes superficies y al final decide hacer como última obra su vasija favorita, que nadie le compra. Saramago lo presenta como un mártir, pero es un tipo cabezón que se empeña en hacer lo que a nadie ya le interesa. Sin embargo, Singer, el de las máquinas de coser, se arriesgó con su empresa y vendía un producto que sí que le interesaba a la gente. ¿Quién es más humano? ¿Singer que pensó en lo que nos convenía o el alfarero que pensaba sólo en sí mismo y en su absurda vasija?
Como dice mi amigo Felipe, alguien debería rescatar al empresario del oprobio.
3 comentarios:
Esta entrada me parece valiente. Algunos, es obvio, se han ganado y ganan a pulso el oprobio. Pero no son mayoría, sólo son los que suelen pasar por los telediarios.
Un abrazo, querido Jesús.
Hablar mal de los empresarios es fácil: son menos los jefes que los indios y, poniendo a parir al jefe, conseguimos el aplauso general. Pero hay empresarios (jefes de sí mismos y de unos poquitos más, incluso de muchos más) dignos de todo elogio. Un país sin empresarios sería un país muerto.
Por lo demás, la economía tampoco es el fuerte de Saramago...
Por desgracia sólo salen en la tele los corruptos y los delincuentes, sean empresarios o no. Pero gracias a empresarios como Singer la gente pobre pudo comprarse ropa barata que se hacía en serie. Que Singer se enriqueciera con todo eso no le quita importancia a su logro. Un abrazo, amigos
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