¡Confiemos en los hombres, por Dios! No los atemos con tantas murallas, fronteras y cadenas. Que haya un poco de caos. Con garantizar los derechos humanos, el Estado ya tiene bastante trabajo. Que no se meta a organizar nuestras vidas, nuestros trabajos, nuestras muertes, nuestros amores, nuestra cultura. No somos ángeles ni bestias y, por tanto, no nos viene bien ni la ausencia de poder ni el poder total, sino esa mezcla sabia de anarquía y orden: orden para detener a los asesinos, anarquía para que los buenos sean libres.
Que las escuelas se hagan solas. Que las fronteras se borren. Que quien quiera contrate a quien quiera y quien quiera firme los contratos que quiera.
2 comentarios:
Qué bien estaría eso, si el hombre siempre fuese digno. Pero después vienen los chanchullos, los atropellos, los abusos y desgraciadamente, se hace imposible. En la enseñanza sabemos mucho de esto: hay alumnos que sólo se portan bien ante la bronca del profe; les hablas por las buenas y no te hacen ni puñetero caso. A algunos les va este tipo de marcha.
En este anarquismo del que hablo la única función del Estado es precisamente evitar los abusos. Lo demás, que nos lo deje a nosotros. Un abrazo
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