Menos mal que no somos avutardas o chimpancés, porque entonces no tendríamos el maravilloso don de dar nombre a las cosas, ¡con lo que a mí me gusta saber el nombre de las cosas!
Cuantos más nombres conocemos, más cosas podemos nombrar.
Y eso nos otorga un gran poder, porque nombrar la cosa es muchísimo más que saber que existe; es casi tenerla en las manos, estar más cerca de ella, poseerla en la mente. Si te encanta una melodía pero no sabes el título ni el autor, no te la puedes descargar en la Red.
¿Y qué decir de nombrar a las personas?
Voy por la calle y, de repente, oigo mi nombre y, como si me hubieran pulsado un botón, me detengo y me vuelvo en busca de la voz que ha dicho algo tan mío, algo que siempre he oído decir a mis padres y a mis hermanos y a mis amigos con una sonrisa y muchísimo cariño. De repente también, ya no soy en la calle uno más, un desconocido. Hay alguien que me reconoce. En sus labios mi nombre surte el efecto mágico de detenerme para reconocerlo también a él y saludarlo.
Si en vez de mi nombre una voz me gritara “¡Eeeeeh!” o “¡Sssst!” o cualquiera de esos ruidos con que se llama a las cabras, yo no me detendría, porque, por fortuna, no soy una cabra. Pero si dicen mi nombre, ah, entonces la cosa cambia y me siento predispuesto a sonreír a quien me llama.
No es lo mismo decir “Lee esto” que decir “Pedro, lee esto”. Como Pedro está acostumbrado a que digan su nombre sus seres queridos y normalmente para cosas agradables, se sentirá más dispuesto a leer lo que le ofrezco.
Por eso, te aconsejo aprenderte el nombre del profesor, del compañero de pupitre, del vecino, del quiosquero... Dejarás de ser anónimo para ellos y ellos dejarán de ser anónimos para ti.
11 comentarios:
Con su permiso, D. Jesús, lo voy a echar a pelear con D. Guillermo:
Julieta:- ¡Sólo tu nombre es mi enemigo! ¡Porque tú eres tú mismo, seas o no Montesco! ¿Qué es Montesco? No es ni mano, ni pie, ni brazo, ni rostro, ni parte alguna que pertenezca a un hombre. ¡Oh, sea otro nombre! ¿Qué hay en un nombre? ¡Lo que llamamos rosa exhalaría el mismo grato perfume con cualquiera otra denominación! De igual modo Romeo, aunque Romeo no se llamara, conservaría sin este título las raras perfecciones que atesora. ¡Romeo, rechaza tu nombre; y a cambio de ese nombre, que no forma parte de ti, tómame a mi toda entera!
Ya en serio, aunque en principio parezca una maldad por mi parte, creo que Julieta te da la razón. Ella quiere para Romeo un nombre como aquellos que tú dices, de los que conllevan cariño y no odio entre familias.
Un consejo estupendo ese final.
Un abrazo.
Fernando, me han entrado unas ganas tremendas de volver a Romeo y Julieta. Y Julieta tiene toda la razón. El consejo último lo doy, pero me cuesta mucho aplicarlo porque soy muy malo para los nombres. Un abrazo, amigo.
Don Epifanio:
Con su permiso y también con el de don Fernando Moral, al que copio la idea, se me ocurre este fragmento de "El principito".
Donde dice "domesticar" pongamos "nominar" (no en el sentido estúpido de los programas de la tele, sino en su acepción pura y sencilla: poner nombre) y tendremos lo mismo que usted apunta: el nombre identifica las cosas y las hace únicas. Por eso a los prisioneros se les pone número, igual que a nosotros a traves del DNI: deshumanizarnos, humillarnos, despreciarnos...
¿Qué significa "domesticar"? -volvió a preguntar el principito.
-Es una cosa ya olvidada -dijo el zorro-, significa "crear vínculos... "
-¿Crear vínculos?
-Efectivamente, verás -dijo el zorro-. Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien mil muchachitos y no te necesito para nada. Tampoco tú tienes necesidad de mí y no soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo...
25 neutonios.
Don Epifanio:
Con su permiso y el de don Fernando Moral, cuya idea copio, aquí le pongo un fragmento de "El principito" que me parece clarificador. Donde aquél dice "domesticar" digamos "nominar" (no en el sentido estúpido de los programas televisivos, sino en su acepción sencilla y clara: "poner nombre".
¿Qué significa "domesticar"? -volvió a preguntar el principito.
-Es una cosa ya olvidada -dijo el zorro-, significa "crear vínculos... "
-¿Crear vínculos?
-Efectivamente, verás -dijo el zorro-. Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien mil muchachitos y no te necesito para nada. Tampoco tú tienes necesidad de mí y no soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo...
Por eso a los prisioneros se les pone un número y a nosotros igual, a través del DNI, para deshumanizarnos y humillarnos.
25 neutonios, don Epifanio.
Don Epifanio:
Le he escrito a usted en dos ocasiones pero no han salido los comentarios. Desisto.
25 neutonios.
Don Dyhego, vengo de una fiesta y me encuentro con que Blogger ha decidido que sus dos comentarios son spam, vaya usted a saber por qué. Y me ha costado trabajo arreglar el desaguisado. La cita del principito explica mucho mejor que yo la importancia del nombre propio. Seguro que el principito lo primero que habría hecho habría sido ponerle nombre al zorro, como usted a mí y yo a usted. Reciba hoy, por perseverante y paciente, cien neutonios.
Esta es la principal razón por la que me niego a cambiar de frutería. Mi frutero Miguel me sonrie siempre y me llama por mi nombre.
Hay quién insiste en que la fruta no es la mejor, ni la más barata, pero yo no puedo...no puedo.
(Mi profesor, precisamente de latín, insistía también en este detalle)
Un beso, Jesús.
el viejo truco para pedirle los apuntes a las compañeras... llamarlas por sus nombres... infalible...
Me gusta conocer y nombrar las cosas. Cuando no lo conozco me lo invento, porque no puedo dejar hueco lo que quiero. Hay nombres que son solo míos, pero no son los mejores; cuando son a dos o en compañía se convierten en vínculo, como dice Diego. El lenguaje es misterioso y perfecto.
El nombre propio es una caricia, una cura. Solo pensar que alguien me nombra sin querer se me escapa una sonrisa.
¡Claro que no soy una avutarda!
Blimunda, te entiendo. La fruta, cuando te la vende alguien que te trata bien, está más buena. Un beso.
Eresmicruz, como yo no sabía ese truco, nunca lo usé, necio de mí, y sí me fue. Un abrazo.
Lolo, entonces sientes lo mismo que yo cuando dicen tu nombre. Pero lo has expresado tan bien...
Publicar un comentario