El otro día coincidí en un piscolabis con un cura joven. Me
pareció la persona más interesante de la reunión, así que entablé conversación
con él.
Los curas son siempre personas muy interesantes. Saben del
alma humana más que un séquito de psicólogos y conocen a fondo el tesoro de
sabiduría y belleza acumuladas durante dos milenios por el cristianismo. Como
además viven en un mundo que ya no los entiende y que incluso los desprecia,
suelen ver el mundo con más lejanía que nosotros, lo que los dota de una
perspectiva distinta.
El caso es que hablé con él de todo lo que yo amaba, de todo
lo que me angustiaba, de todo lo que no le cuento a nadie, de lo que no me
atrevo a contar en este cuaderno. Y entonces me dijo que una de las cosas que
más le gustaba de ser cura es que en seguida puede hablar con cualquier persona
de temas interesantes a un nivel profundo.
-Piensa –me dijo- que, si yo no fuera cura y entabláramos
conversación en este piscolabis, habríamos hablado probablemente de
trivialidades.
Entendí entonces por qué los curas, sobre todo ahora que el
mundo no te invita a ser cura y que es cura solo quien tiene vocación, tienen
ese don de consolar, de reconfortar, de dar el consejo adecuado.
Me lo demostró el otro día una alumna mía que ha dado a luz
a pesar de la presión de todo el mundo para que abortara. Yo les decía a mis
alumnos que, en caso de poner un cuernecillo, no había que contárselo a la
novia o el novio, sino, en todo caso, desahogarse con el diario o con un buen
amigo o con un psicólogo. Y entonces ella
me dijo: “Mejor a un cura”.
Gracias, curas del mundo, por estar ahí cuando nací, cuando
estoy triste, alegre o arrepentido y cuando me esté muriendo.
11 comentarios:
Qué bien tu alumna. Y tu entrada, claro.
25 neutonios.
Enrique, muy buena alumna, sí señor. Un abrazo.
Dyhego, gracias de veras por sus 25 neutonios. Reciba usted los míos.
Los curas son personas y muchos son interesantes también. Pero creo que agradecen que estemos con ellos solo haciéndonos compañía, disfrutando de la amistad.
Que no nos falten cuando los necesitamos pero hay que aprender a cuidarlos. O eso pienso yo.
Lolo, es cierto. En mi entrada hago demasiado hincapié en el interés que me suscitó solo por ser cura. Pero das en la tecla cuando afirmas que también desean que los estimemos por su persona y no solo por su condición sacerdotal. Un beso.
Estoy totalmente de acuerdo, son maravillosos.
Estupendo texto,Jesús.
Un abrazo.
Sefa, me alegro de coincidir contigo.
Tomás, muchas gracias. Recibe mi abrazo.
Siempre hasta ahora coincido contigo. Un Gran Abrazo, Maestro.
Jesús, yo he tenido la mayoría de las veces buenas impresiones de los sacerdotes. Otras no tanto. Pero son las menos, por eso no dejo que esas experiencias nublen y emborronen todo lo bien que hacen.
Y es cierto eso que dices de que hay falta de vocaciones sacerdotales, pero yo prefiero en esto, como en casi todo, la calidad a la cantidad.
Un abrazo
Sefa, gracias por lo de maestro, pero solo soy un aficionado. Un abrazo grande.
Paco, gracias a que hay más calidad que cantidad, las cosas andan mejor dentro de la Iglesia. Por eso la miran peor desde fuera. Un abrazo.
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