A veces me pongo, sin querer, en modo iracundo y me descubro lanzando un ultimátum a unos, filípicas a otros y todo salpicado de palabrotas y frases soeces.
Entonces me asusto de la cantidad de burradas que puedo llegar a decir cuando me dejo llevar por esa ira extraña que a veces se apodera de mi discurso interior, y me acuerdo de ciertas personas que, con la enfermedad senil, se volvieron palabroteras y blasfemas y no hay nada que me asuste más que verme convertido en eso, en un viejo malhablado y malhumorado. ¿Acabar mi vida lleno de vejez y de rencor? ¿Descubrir al final que mi verdadero ser, cuando se ve libre del azote de mi voluntad, era así de grosero y zafio?
Solo hay dos cosas que me devuelvan la paz: decir poemas y rezar.
San Juan de la Cruz, Gustavo Adolfo y Federico no saben cuánto contribuyen a salvarme del abismo.
La Virgen y los poetas me salvan todos los días de la parte más fea de mí mismo.
3 comentarios:
Don Epifanio:
Algunas veces se recrea uno en el fango de las palabrotas, como un niño que juega con el barro.
¡Una duchita y se queda uno como nuevo!
Salu2 ducha2.
Para mí la ducha es el amor y la poesía.
25 neutonios
A todos nos pasa tocayo, que a veces los nervios pueden con nosotros. Lo importante es encontrar formas de salir de esa actitud, y esas dos que comentas tú no están nada mal jejeje
Un saludo!!
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