viernes, 1 de abril de 2016

Concha Espina, Geling Yan y yo

Mi amigo, psicólogo y sexólogo, José Luis Sánchez de Cueto, ha tenido el detalle de dejarme en mi buzón un libro de Concha Espina que yo desconocía, titulado La virgen prudente, título inspirado como el mío en la hermosa fábula del evangelio.

Reconozco, para mi vergüenza, que no he leído nada de ella, al menos que yo recuerde, pero ya que ella ha llegado hasta mí, la leeré con el amor y el respeto que creo que merecen todas Las vírgenes prudentes.

Luego mi amigo Felipe me habló de una película que le recordó también mi novela y titulada Las flores de la guerra, basada en la novela de la china Geling Yan. Me impresiona saber que en China, tan alejada de España, sucedieron como hechos reales algo similar a la situación que invento en una novela ambientada en plena Guerra Civil española. He sido incapaz de averiguar qué novela salió antes, si la suya o la mía. Pero lo que está claro es que no teníamos el gusto de conocernos.

Siempre he pensado que las ideas se les ocurren a varias personas a la vez y a veces me da por pensar que las ideas están en un árbol gigantesco y que solo unos cuantos tienen agallas o talento de subir a las ramas más altas, donde están los mejores frutos, los que resulta más difícil bajar a tierra sin que antes se nos caigan durante el descenso.

Animo a los audaces a subir al árbol, meter los frutos en la mochila, bajar al suelo y plantar la idea hasta que se convierta en otro árbol. Esa es la vocación del escritor: aumentar el número de cosas hermosas en el universo.

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