Hoy les he preguntado a mis alumnos de cuarto de ESO qué palabra les parecía más sonora, si aljaba o carcaj. La primera viene del árabe y la segunda del griego (a través del francés antiguo). Y ganó aljaba por una leve mayoría. Y, mientras se lo explicaba, me pareció curioso que un objeto tan específico tuviera para elegir dos términos para referirse a sí mismo.
Luego les he preguntado qué máxima preferían que pusiera en la pizarra para inaugurar el fin de semana: si una profundísima y radical, o una que, pronunciada, parecía que decía una palabrota, y ganó por goleada la segunda opción.
Entonces les puse:
Si vis, potes. Si potes, vis (si quieres, puedes; si puedes, quieres).
Y les pregunté qué máxima les parecía más acertada; y, como son adolescentes y entusiastas, ganó la primera, pero hubo también algunos realistas que dijeron haber comprobado en sus vidas la segunda. Yo, conciliador, les dije que las dos, según el caso, podían ser muy ciertas.
Después de leer el canto VI de la Odisea, donde Atenea pone muy guapo a Odiseo para que Nausícaa se prende un poco de él, he cantado con ellos dos canciones en latín:“Mi gran noche” de Raphael, traducida por mí, y dos en italiano:Il giardino prohibito, de Sandro Giacobbe, y Il cantico delle creature, de Angelo Branduardi.
Y me lo he pasado muy bien.