SALMO
Bendito el que es capaz de lavar su camisa,
tenderla al sol, reír, cerrar los ojos,
mientras la luz se lleva moléculas al aire
y no hay más que fulgor sobre los tendederos.
Bendito el que te quiere porque no eres perfecto.
Bendito aquel que tiembla con la palabra gracias
y el que sabe calmar los terrores de un niño.
El que no se alimenta con despojos
y aquel que no se sienta entre chacales.
Bendito el que se humilla con las humillaciones,
el que besa la herida y bendice el dolor.
El que sabe que amar cuando todo envejece
es proteger el oro del naufragio del tiempo.
Bendito porque sabe que haber nacido hombre
es andar por la tierra buscando el infinito.
Y no podrán quitarle la perla de las manos.
(SENDEROS DE GLORIA, Lutgardo García Díaz, editorial NÚMENOR)
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