Yo soy aún
el niño que escalaba por tus piernas
interminables,
el que llevaste a hombros por los ríos,
el que ya no tenía fiebre
cuando tu recia mano lo tocaba.
Todos mis versos los ha escrito
el trepador feliz desde la altura
de tu mano, de tus hombros y tus piernas.
Ni el Faro ni la Torre ni la Cumbre
me elevaron jamás como tus palmas
para que viera el nido de zorzales
en pleno corazón del limonero
o arrancase el limón más grande y alto
o la pluma del ángel que sestea.
Toma las lunas de este limonero
a cuya sombra escribo y te recuerdo.
Lucieron en tu ojal cuando eras novio
y conquistaste el corazón de la muchacha
que me llevó en su vientre.
Cuídala desde las estrellas, padre.
(de Jesús Cotta, MENOS LA LUNA Y YO)
2 comentarios:
Don Epifanio:
seguro que está feliz de leer este poema tan potente.
25 neutonios amistosos.
Ese Miguel, ese Cristobalón, que arañaba el cielo a miradas de dulzura y quería encaramar a Jesús niño. Ahora espera en el cielo, con una sonrisa de limón y sueño.
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