domingo, 27 de julio de 2008

Viva el honor y el qué dirán

Antes el qué dirán, la fama, la honra, el honor eran importantes. Ahora se ha hecho tanto hincapié en la vida privada, en la independencia, que ha desaparecido un importantísimo freno social para el mal: el juicio de los demás. Antes había millones de razones para ser bueno: los demás. Ahora sólo hay una: uno mismo. Antes ser bueno significaba serlo y parecerlo, pues no dependía sólo de mí, sino también de mi honor, de lo que pensasen de mí los demás. Ahora ser bueno depende de lo que yo considere. Por tanto, ahora no hay manera de frenar al descarado, al vecino sucio y ruidoso, al que tira papeles al suelo, al puerco, al cochino...

Carta de amor

A mis treinta y seis años me he dado cuenta de que me he pasado la vida cazando. Y ahora tú, sin proponértelo, me has enseñado a olvidar las armas en el armario y a buscar estrellas contigo entre las flores.
¿Cómo he tardado tanto en descubrir este arte de cazar estrellas, lo feliz que te hace que te abrace en medio de un pasillo, que te retire los rizos de la frente y te sonría o, cuando estás sentada al ordenador, que te dé un beso en el cuello y te susurre un secreto?
Lo increíble del caso es que eso me hace a mí más feliz que a ti. Es como caer desnudo entre las violetas. Y después de eso, es más fácil hacer las camas y la comida y no enfadarse cuando nuestras hijas me tiran de los pantalones. Es como si los dones o la energía que se me conceden nada más despertar necesitasen recargarse con esas estaciones de amor, con esa breve contemplación mutua, para recordar por qué se esfuerza uno tanto cada día.
Quiero que sepas que, desde que he descubierto ese arte sencillo y puro, la casa se ha llenado de luz y ya no soy tan celoso de mis ratitos de soledad y que estoy deseando que llegue el fin de semana para sentarme contigo a ver una buena película, aunque luego me quede dormido en el sofá.
Cuando me agobian los problemas, cuando el dinero no alcanza, cuando no me soporto a mí mismo, te busco, te tomo las manos y me las llevo a la cara y una ola de ternura me embarga y de pronto una bandada de gaviotas echa a volar y me encuentro contigo en una playa solitaria y tú me entregas tu más rojo tirabuzón y yo una negra caracola y yo soy un centauro con todas tus estrellas clavadas en el costado.
De todas las gracias que se me han concedido, eres tú la más bella, la más rubia y delicada, luz de las noches más profundas cuando salgo a cazar estrellas.

sábado, 26 de julio de 2008

Con cafeína, porfa

Si fuéramos puro cuerpo, como los caballos, lo único importante sería estar sanos, nuestra felicidad se reduciría a la salud. Pero como somos hombres, es decir, cuerpos que quieren ser algo más que cuerpos, no somos felices tan sólo con la salud, sino que necesitamos valores más altos: libertad, belleza, justicia, felicidad, amor, cultura.
Pero en esta época soez parece que nos empeñamos en ser tan sólo cuerpos sanos y bellos. La vigorexia y la anorexia son las nuevas enfermedades. Y el poder y la publicidad así nos trata, el primero preocupado por lo que le cuestan nuestras enfermedades y la segunda preocupada por el dinero que tenemos en el bolsillo.
La salud es el nuevo becerro de oro. Los que creen que sólo somos un cacho de carne con ojos, no tienen más remedio que endiosar su carne, valorarse por la materia que los compone, y no por lo que hace digna a esa materia: la libertad y la conciencia. También las pulgas tienen materia y no por eso las consideramos dignas de todos los honores.
El que se droga porque no le gusta el mundo es más digno y humano que el que no trasnocha para no tener ojeras al día siguiente, porque el primero ha antepuesto su libertad a su salud y el segundo su salud a su libertad, y la libertad es más importante que la salud.
Si nos diesen a elegir entre vivir siendo esclavos o morir siendo libres, los mejores escogerían lo segundo y los peores lo primero. Los mejores son los héroes, los mártires, los luchadores, los que han hecho posible un mundo mejor. Y los peores son, reconozcámoslo, la mayoría. Por eso los totalitarismos siempre han encontrado un buen apoyo en el pueblo, que prefiere tener la barriga llena con las manos atadas a tener la barriga vacía con las manos libres.
Los gobiernos más o menos totalitarios tienen una siniestra tendencia a dar prioridad a la salud frente a la libertad. El derecho a la salud, si se desmanda, puede dar al traste con la libertad de hacer con nuestros cuerpos lo que se nos antoje. Prefiero una sociedad de hombres enfermos, pero libres, a una sociedad de hombres sanos, pero esclavos, porque la primera sólo enfermará si le da la gana y la segunda no puede hacer otra cosa que estar sana.
Por eso viva el puenting y el alpinismo y los deportes de riesgo y el boxeo y los toros y la doma de animales el café con cafeína y el buen vino y la cerveza y el puro y el tabaco y todos los etcéteras que uno quiera siempre que no nos vuelvan tontos y agresivos.

viernes, 25 de julio de 2008

Vivan los padres

CARTA A CIERTA PERSONA QUE AÚN NO HA PERDONADO A SUS PADRES
El cuestionamiento de la autoridad ha afectado también a la figura de los padres y ahora son muchos los cuarentones que como adolescentes susceptibles y picajosos siguen sin perdonar a sus padres sus defectos, como si ellos hubiesen sido hijos perfectos y mereciesen la perfección de los padres. ¡A la mierda esos adolescentones cuarentones! Los padres son la autoridad y sus órdenes hay que cumplirlas, aunque ellos no sean perfectos. Y en caso de duda tiene razón el padre. Si sólo obedeciéramos a los jefes que son perfectos, nadie obedecería a nadie. Se pone como condición para obedecer que el que manda sea perfecto y como no es perfecto, nos negamos a obedecer. Se nos olvida que ni el que manda ni el que obedece son perfectos, pero que como es imprescindible que uno mande y otro obedezca, nos tenemos que aguantar con la imperfección del que manda.
Tú no perdonas a tus padres y yo sí, pero no porque mis padres fuesen más buenos que los tuyos y tuvieran por tanto menos cosas que perdonarles, sino porque yo soy más bueno que tú. No los perdonas porque no eres generoso, te crees Dios, con derecho a la perfección. Los cuarentones que aún no perdonan a sus padres siguen siendo unos adolescentones avejentados, unos inmaduros existenciales, insociables, narcisistas, que buscan en los demás la perfección que en sus padres no encontraron y que como nunca la encontrarán se creen víctimas cuando son realmente verdugos.
¿Quién eres tú para exigir la perfección a los demás? ¿Acaso tú eres perfecto? ¿Te negaron tus padres el alimento, acaso te violaron, acaso publicaron en medios públicos tus miserias? Si se limitaron a sufrirte sin darte demasiado cariño, eso ya es bastante. Ni tú elegiste a tus padres ni ellos a ti. Sólo el amor y el perdón pueden salvar esas relaciones que no se han establecido libremente.

jueves, 24 de julio de 2008

Pitágoras de Samos

Todo lo que era igual lo hace diverso
el número en un orden definido.
La música sin número es ruido,
la palabra con número es un verso.
Luchando contra el caos turbio y perverso
la proporción imprime su sentido
que capta nuestro espíritu encendido
para hacer comprensible el universo.
Mientras el mundanal ruido zumba,
se afana nuestro cuerpo en recluir
al alma que lo aparta del placer,
porque ella es Dios y el cuerpo es una tumba.
La vida no es un bien, sino un morir.
La muerte no es un mal, sino un nacer.