A mis treinta y seis años me he dado cuenta de que me he pasado la vida cazando. Y ahora tú, sin proponértelo, me has enseñado a olvidar las armas en el armario y a buscar estrellas contigo entre las flores.
¿Cómo he tardado tanto en descubrir este arte de cazar estrellas, lo feliz que te hace que te abrace en medio de un pasillo, que te retire los rizos de la frente y te sonría o, cuando estás sentada al ordenador, que te dé un beso en el cuello y te susurre un secreto?
Lo increíble del caso es que eso me hace a mí más feliz que a ti. Es como caer desnudo entre las violetas. Y después de eso, es más fácil hacer las camas y la comida y no enfadarse cuando nuestras hijas me tiran de los pantalones. Es como si los dones o la energía que se me conceden nada más despertar necesitasen recargarse con esas estaciones de amor, con esa breve contemplación mutua, para recordar por qué se esfuerza uno tanto cada día.
Quiero que sepas que, desde que he descubierto ese arte sencillo y puro, la casa se ha llenado de luz y ya no soy tan celoso de mis ratitos de soledad y que estoy deseando que llegue el fin de semana para sentarme contigo a ver una buena película, aunque luego me quede dormido en el sofá.
Cuando me agobian los problemas, cuando el dinero no alcanza, cuando no me soporto a mí mismo, te busco, te tomo las manos y me las llevo a la cara y una ola de ternura me embarga y de pronto una bandada de gaviotas echa a volar y me encuentro contigo en una playa solitaria y tú me entregas tu más rojo tirabuzón y yo una negra caracola y yo soy un centauro con todas tus estrellas clavadas en el costado.
De todas las gracias que se me han concedido, eres tú la más bella, la más rubia y delicada, luz de las noches más profundas cuando salgo a cazar estrellas.
1 comentario:
¡Sabía el dia que té conocí,que tú amarias para siempre a mi Raquel,y ¡no me equivoqué!...
Mil gracias! té doy por unirte a mi familia.
Con amor un abrazo....
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